domingo, 12 de junio de 2011

Dar y recibir Mary Anderson


DESDE LA ATALAYA
Mary Anderson
Dar y recibir
En Actas, 20:35, leemos que Jesús dijo: “Es más santo dar que recibir”. En la sociedad moderna es más importante recibir, adquirir, incluso coger. Los que se dedican a adquirir son más numerosos que los que están dispuestos a dar, tanto si es riqueza, privilegios o incluso afecto. Los que dan muchas veces lo hacen sobre una base de quid pro quod, es decir, para poder recibir, a cambio, posesiones, beneficios, placeres, un “buen” karma, o incluso la gratitud o satisfacción personal por ayudar a los demás.
La base de este anhelo por recibir se encuentra muchas veces en el miedo de la inseguridad. Mucha gente tiene la sensación de que la posesión de bienes materiales e incluso de amigos solidarios les protegerá de privaciones, de la soledad, del miedo a la muerte, etc. No se dan cuenta de que cuanto más se aferra uno a las posesiones, incluso a los bienes no materiales, como la amistad, la influencia y el conocimiento, más miedo se tiene de perderlo. Cuanto menos posee uno, menos puede perder. (Es evidente que todos necesitamos un mínimo de bienes materiales y la dosis suficiente de relaciones agradables con los demás para poder sobrevivir física y psicológicamente).
Pero puede que el mendigo se aferre desesperadamente a lo poco que posee, mientras que el hombre rico puede no estar apegado realmente a toda su abundancia. El momento de la verdad llegará cuando perdamos nuestras posesiones, sean muchas o pocas. ¿Cómo reaccionaremos entonces? Mucha gente tiene que pasar actualmente por esta prueba amarga de perder las posesiones e incluso a los seres queridos como resultado de las catástrofes naturales, de los ataques terroristas, de las guerras, de los accidentes de tráfico ¡o del colapso de la bolsa!
¿Qué tiene de maravilloso el dar? La gente no se da cuenta de que si dan, también van a recibir en su momento, aunque si dan con la intención de ganar algo a cambio, lo que reciban después acabará por convertirse, más pronto o más tarde, en cenizas en la boca. El mismo acto de dar gratuitamente sugiere un movimiento hacia fuera, mientras que el acto de recibir o de tomar indica un movimiento de contracción, de encogimiento.
Esto no significa que no se haya de estar nunca dispuestos a recibir lo que nuestros amigos o el “destino” puedan concedernos. Aceptar graciosamente y con gratitud lo que se nos ofrece es una forma de dar. Pero no vamos a considerar lo que se nos da, tanto si es material como inmaterial, como nuestra posesión exclusiva, sino más bien como algo que se nos confía para que hagamos un buen uso de ello. La parábola de los talentos de la Biblia (Mateo, 25:14-30) es un buen ejemplo de ello. El hombre que enterró el talento recibido (una moneda de entonces) para esconderlo y evitar perderlo o que fuera robado, fue acusado, mientras que los que trabajaron con los talentos recibidos y los aumentaron fueron alabados. La parábola también se aplica a los talentos en el sentido moderno de aptitudes, que también podemos aumentar si las vamos prodigando, es decir, si hacemos un buen uso de ellas.
Naturalmente, el hecho de dar no debería ser algo indiscriminado o inadecuado: Mme Blavatsky escribe en La Clave de la Teosofía (p.241, TPH Londres ed.) “Un vaso de agua ofrecido a tiempo a un viajero sediento es un deber más noble y más digno que una docena de cenas ofrecidas a destiempo ¡a hombres que pueden pagárselas”! Pero entonces ¿hemos de dar dinero a un mendigo del que sospechamos una adicción a la bebida o a las drogas? En caso de verdaderas dudas, tal vez sea mejor ser generosos.
La forma más grande de dar es el regalo que hacemos de nosotros mismos, que es el amor, a veces expresado como devoción. Olvidarnos de nosotros mismos, desapegarse de uno mismo, todo ello abre la puerta a un gran gozo.
Existe una ley detrás del gozo inherente al dar con todo nuestro corazón y sin idea alguna de recompensas o siquiera de resultados. La ley de la evolución de la materia consiste en tomar, en aumentar. La ley del desarrollo del espíritu consiste en dar, en disminuir. En las primeras etapas de la evolución humana, nos identificamos con la materia, con las formas materiales más densas de nuestros vehículos físico y psíquico, que constituyen la personalidad, la máscara que llevamos puesta. Creemos que es necesario adquirir. A medida que avanza la evolución y aprendemos las lecciones del karma, cada vez somos más conscientes de nuestra verdadera naturaleza, que es espiritual, y empezamos a seguir el sendero del crecimiento espiritual. Nos reconforta cada vez más dar, incluso sacrificarnos, una palabra que tiene el significado más profundo de “convertir algo en sagrado”.
Tenemos numerosas leyendas que ilustran la naturaleza espiritual del hecho de dar de forma gratuita y del gozo que eso reporta. Martín Buber nos relata una historia de la tradición Hasídica, el movimiento místico de la Europa Oriental dentro del Judaísmo:
Un guía que había llevado a unos peregrinos a una ciudad, de camino para visitar a un sabio rabino, escribió su nombre en un papel, para pedirle la bendición al hombre santo. Cuando el rabino vio el papel, exclamó: “¡Qué radiante es el nombre de este hombre! Su alma brilla con una luz pura!” Los peregrinos fueron a buscarle y finalmente le encontraron participando en una alegre celebración de bodas. El les explicó que se había unido voluntariamente a las festividades que celebraban el matrimonio de dos huérfanos. Pero en un momento dado, el grupo había empezado a discutir, porque la novia no podía regalarle al novio una mantilla para las plegarias, según la costumbre. El compromiso de la boda estaba a punto de romperse cuando el guía, que no podía soportar el desespero de la novia, vio que tenía dinero suficiente en su bolsa para pagar la mantilla y con ello pudo evitar la situación. Añadió “¡Por esto es por lo que estoy tan contento!”
Si estamos convencidos de la unicidad de toda la vida, nos daremos cuenta de que un regalo adecuado a quien lo necesita es un regalo que hacemos a lo Divino o a la Vida Una misma, y por eso es un acercamiento a esa Unicidad. En Mateo, 25:35-40, el “Rey” les dice a un grupo de buena gente: Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis agua; fui un extranjero y me aceptasteis en vuestra casa; estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Aunque las personas a las que se dirigía negaron haber hecho todo aquello, la respuesta del “Rey”, o de la Unicidad de la Vida, fue: Cuando hicisteis esto al menor de mis hermanos, a mí me lo hicísteis.
Una generosidad sincera en el momento necesario es un regalo que se hace a la Divinidad de todos los seres, al corazón mismo del universo. Puede que con ello despierte nuestra conciencia a Toda la Conciencia. Si nos diéramos cuenta de eésto y actuáramos en consecuencia y nuestra vida cambiara por ello, ¡el mundo sería mucho más sano y feliz!
(The Theosophist, octubre, 2002.)

domingo, 5 de junio de 2011

Sociedad Teosófica en Chile: Conferencias Sabatinas (Junio)

Sociedad Teosófica en Chile: Conferencias Sabatinas (Junio)

¿QUE ES TEOSOFÍA? N. Sri Ram


¿QUE ES TEOSOFÍA?

N. Sri Ram


La teosofía es una sabiduría que incluye todas las cosas y cuyo sentido es la unidad que subyace en todas ellas.

Pero esta unidad no es sólo de forma sino una unidad que pertenece a la Vida Una que todo lo penetra.

Para comprender su naturaleza, uno debe acercarse a esta Sabiduría tanto objetiva como subjetivamente. Pues, en un aspecto, muestra un plan definido; y, en otro, es el descubrimiento del significado espiritual de la vida expresado a través de ese plan.

Este incluye muchos esquemas y diseños subsidiarios, cada uno de los cuales tiene una individualidad que le es propia.

En lo más grande, como en lo más pequeño; en el universo astronómico, como en el átomo; en un árbol, en una planta o en cualquier otra cosa, hay un diseño adoptado para la expresión de la vida que fluye a su través; un diseño que está desenvolviéndose constantemente.

Entender esto como un todo requiere una comprensión que no excluya nada; que, a la vez que perciba el plan y su diversidad y todas sus relaciones, esté al mismo tiempo abierta a la expresión de la vida, expresión que abarca hasta lo más sutil. La función de cada uno de los diseños, y de todos ellos juntos, es permitir la expresión de la infinita belleza, y significado de la vida.

De modo, que por un lado, existe un plan que puede ser fijado en un diagrama o por medio de ecuaciones; al mismo tiempo, hay algo que elude toda definición pero que aparece a través de cada forma viviente, en cada movimiento del proceso evolutivo. Necesitamos, por lo tanto, el tipo de inteligencia que pueda aprehender lo indefinible, es decir, la verdad y la belleza en el proceso total.

Nuestra concepción del universo como un todo puede incluir un cierto numero de secciones diferentes, relacionadas la una a la otra.

H.P.B. describe a la evolución como la objetivación de lo que, en un comienzo, es totalmente subjetivo.

O sea que hay una verdad que sólo puede sentirse, experimentarse, conocerse muy en lo profundo de nosotros mismos, y existe esa naturaleza de la que, por gradaciones, se desenvuelve el vasto universo objetivo.

No hay absolutamente ninguna brecha entre la verdad de la consciencia o vida y la materia. 
Solo en lo objetivo uno puede descubrir los valores reales o ultérrimos de la vida.

Toda la existencia se halla en cuatro niveles: uno de ellos es la materia, la substancia, y todas las formas construidas de esa substancia. Luego está la vida que habita las formas; según la interpretación teosófica esta vida es universal y encuentra expresión individual en todas las cosas.

Vida significa experimentar, responder a estímulos, y también acción de diferentes clases.

En tercer lugar, inseparable de la vida esta la consciencia que encuentra su expresión más profunda y más completa en el ser humano. La consciencia en el hombre da lugar al pensamiento que es múltiple y que se expresa en diferentes clases de actividades.

Finalmente, más allá de todo esto -de la materia, de la vida o consciencia y del pensamiento del hombre-, está aquello que surge en la consciencia cuando se encuentra libre de toda reacción, de todo apego.

El pensamiento es tan sólo una proyección desde cierto trasfondo que se forma en el individuo. Cuando nos ponemos en contacto con la gente, las cosas, y las situaciones, reaccionamos hacia ellas.

Estas reacciones no se diluyen inmediatamente, sino que a través de ellas, se forma un cierto esquema en cada persona, de acuerdo al cual imagina y piensa.

Pero, lo que surge en la consciencia cuando se encuentra absolutamente libre de todo apego, de toda reacción, es completamente diferente.

En ese estado se manifiestan los verdaderos valores de la vida. Estos valores no consisten simplemente en experimentar las cosas sino en el modo en que actúa la consciencia humana, porque la mente- o la consciencia- experimenta el modo de su propio funcionamiento.

Cuando funciona de cierto modo, experimenta felicidad; de otro modo, belleza. De manera similar, puede haber una experiencia de amor y de verdad, entendiendo por verdad, aquella de su propia naturaleza.

La experiencia de los modos de su propia acción da lugar a los verdaderos valores de la vida.

Hay valores verdaderos y falsos; permanentes y transitorios, etc. Pero los valores reales y últimos son aquéllas experimentadas por la consciencia en el modo mismo de su accionar; en su verdadera, inafectada e inmodificada naturaleza.

Podemos decir, (y esta es una verdad expresada desde hace tiempo), que todo lo que tiene lugar, es realmente el desenvolvimiento del misterio escondido en la individualidad de cada cosa, y que surge a través del proceso de sus contactos y relaciones con los demás.

También podemos decir que todos los valores están incluidos en la belleza, que es la verdad de la naturaleza del alma. Cada cosa viviente está formada por diferentes capas. Para la interna, podríamos usar la palabra alma, y la verdad de su naturaleza es idéntica a la belleza expresada en su funcionamiento. Hay una visión de esta naturaleza- alma en cada cosa que existe en la Naturaleza, en cada árbol, hoja, en un diamante, en cada substancia. Cada una tiene una belleza escondida que trae a la superficie el proceso evolutivo, y todo lo que tiene lugar en el universo tiene el propósito de hacer surgir da cada individualidad aquello que está escondido al principio dentro de ella, el misterio interior.

Lo único que realmente puede satisfacer al hombre es una visión de la naturaleza-alma de las cosas.

Un hombre puede lograr lo que él quiere, satisfacer todos sus deseos, puede adquirir conocimiento, llegar a ser muy inteligente, importante a los ojos de los demás; pero nada le producirá un verdadero contento a menos que algo de esta naturaleza de sí mismo, profunda y escondida, pueda hallar salida y expresión. Debido a que en las condiciones actuales, ese aspecto de la naturaleza del hombre se halla muy en el trasfondo hay tanto descontento en las mentes de los pobres y de los ricos, de los simples y de los ignorantes.

Sólo a la luz de los valores del alma, diferenciándolos de los valores que la mente ignorante pueda asignar a las cosas, todo lo demás puede volverse realmente interesante.

Uno puede devorar enciclopedias, almacenado en la mente gran cantidad de conocimiento, y, sin embargo no encontrar ese toque de felicidad necesario para el verdadero crecimiento; pues si no resplandece la luz de los valores que brillan desde el alma (la verdadera naturaleza) todo lo demás carece de sentido.

Se necesita un cierto sentido de estos verdaderos valores para comprender la Teosofía, el Plan, los Ciclos, las rondas aún ese aspecto de la Teosofía que se expresa en diseños de varias clases. Debemos conocer el todo y la vida que pertenece al todo y une todas las parte, a fin de evaluar esta partes y su funcionamiento. Para que el significado de las diferentes partes se haga evidente se debe conocer todo el drama. Este drama es la evolución, que es un proceso más profundo y significativo de lo que podemos entender nosotros, o los científicos comunes, mirando sólo los hechos superficiales.

El significado total del proceso evolutivo debe ser entendido en los productos acabados de la evolución es decir, en la consciencia que encarna los valores últimos.

Si uno puede sentir simpatía de mil maneras diferentes, entonces, cada modo en que se siente esa simpatía constituye un valor. Estos valores se pueden manifestar también en formas externas, tales como la arquitectura, la música, la literatura o las instituciones sociales. Aun en los modales, en la calidad del comportamiento hay un enfoque que posee belleza; por ello puede haber valores en los movimientos de todo tipo. No hay ningún movimiento en la vida que no pueda expresar estos valores escondidos que pertenecen a la verdadera naturaleza del hombre y constituyen, en su totalidad la belleza del alma.

La concentración de todos los valores expresables se halla en el individuo, al igual que la gota que es de la misma naturaleza del océano.

Desde un punto de vista, la evolución, es un proceso de individualización, ya se trate de un pájaro, un árbol, un hombre, una piedra o cualquier otra cosa en la Naturaleza. Todo está siendo moldeado cada vez más de acuerdo a cierto modelo que existe desde el principio en la Mente Arquetípica.

Pero junto con esto va aparejada la cualidad profundamente espiritual de la belleza, de la armonía, es decir, el modo en que las cosas se relacionan unas con las otras.