sábado, 10 de marzo de 2012

LOS FUNDAMENTOS DE LA TEOSOFÍA John Algeo



(Profesor de Inglés en la Universidad de Georgia, editor del periódico American
Speech para la Sociedad Americana de Dialectos).
The Theosophist, Mayo, 1981
Om mani padme hum – el antiguo mantra Budista, expresa profundas verdades
de una manera poética. El mantra puede ser traducido (tanto como es posible traducirlo)
como “Oh, la joya del loto, ¡ah!”. La primera y la última palabra, om y hum, son
realmente intraducibles; ellas son sílabas misteriosas que sugieren, pero no afirman
directamente, significados de tipo usual. Las dos palabras del medio, mani padme,
significando “la joya del loto”, son, de esa manera, un poema envuelto en un misterio.
Es un notable poema – una imagen maravillosamente extraña: dentro de los tiernos y
transitorios pétalos de la flor del loto reposa la gema diamantina y perdurable – el eterno
diamante-simiente del cual la pequeña flor surge.
Existen muchos significados de la imagen de la joya y del loto. Pero, tal vez, el
significado principal sea, lo que superficialmente diferentes ellos parezcan, la joya y el
loto son esencialmente uno. Cuando nosotros decimos que una cualidad es esencial,
queremos decir que ella es indispensable porque toca la esencia o el verdadero ser de
una cosa. Los fundamentos de una cosa son lo que ella realmente es. Debajo de la
superficie y apariencia del loto reposa su esencia – la joya-. Buscar los fundamentos es
buscar la joya en el loto y esto no es una tarea pequeña o fácil.
Buscar los fundamentos de la Teosofía es preguntar lo que la Sabiduría Divina
realmente es. ¿Cómo puede esta pregunta ser respondida? ¿Cómo nosotros podemos
sondear las profundidades de la sabiduría o retirar la joya del loto? Hubo una vez un
físico que, cuando al ser invitado a dar una conferencia para sus colegas científicos, dijo
que pensó que podría hablar sobre “El Universo y Otros Asuntos”. Cualquiera que
intente describir los fundamentos de la Teosofía puede parecer tan presuntuoso y tonto
como aquél físico. Por otro lado, hay un viejo dicho de que la Teosofía tiene bajíos en
los cuales una criatura puede andar, como también profundidades en las cuales un
gigante necesita nadar. Por más diferentes que sean en algunos aspectos, los bajíos y las
profundidades comparten la misma agua. Si remamos en los bajíos, nosotros podemos
saber algo de cómo son las profundidades. Al inquirir sobre los fundamentos de la
Teosofía, nosotros ciertamente no agotaremos las profundidades de la Sabiduría, pero
podemos mojar nuestros dedos y experimentar en el agua.
Existen dos aspectos de la Teosofía cuyos fundamentos necesitan ser
considerados: el aspecto teórico y el práctico. La palabra “teoría” viene del griego,
teoría, y quiere decir una visión o modo de mirar las cosas. Una teoría es una ventana
para el mundo. Algunas veces, en verdad, la palabra es usada para referirse a alguna
cosa irreal o no-práctica, como cuando nosotros decimos: “¡Oh!, Eso es apenas una
teoría”. Pero, rechazar teorías es rechazar ventanas y, por lo tanto, permanecer en un
cuarto cerrado y sin vista. Como nos dice “La Escalera de Oro” (1), nosotros
necesitamos de mentes abiertas y para que la mente esté abierta debe tener ventanas –
esto es, teoría – y ella necesita más de una ventana.
El hecho de que las teorías son ventanas significa que dos teorías diferentes
pueden estar correctas. Si dos ventanas proporcionan vistas de diferentes partes del
panorama o muestran la misma escena desde ángulos diferentes, nosotros no decimos
que una vista es correcta y la otra errada. Nosotros reconocemos que ellas son solo
maneras diferentes de mirar la misma realidad. Para estar seguros, una u otra ventana
puede ser más útil para un propósito particular, dependiendo de lo que nosotros
queramos ver; pero las vistas que ellas proporcionan son igualmente verdaderas. Así,
también las teorías sobre la naturaleza y el propósito de la vida pueden diferir, pero
pueden ser complementarias en vez de contradictorias. En la filosofía clásica hindú
existen seis escuelas: la Vaiseshika, la Nyãya, la Sãnkhya, la Yoga, la Mimãnsã y la
Vedãnta. El término sánscrito para una escuela de filosofía es darsana, de la raíz drs,
significando “ver”, es así equivalente al griego teoría, un modo de ver las cosas.
La Teosofía incluye una teoría o darsana – una ventana a través de la cual
nosotros podemos mirar hacia el mundo. Ninguna infalibilidad es reivindicada para la
teoría teosófica. Ella no es una verdad revelada que debe ser aceptada por la fe. En vez
de eso, es un descubrimiento realizado por generaciones de sabios, rishis y maestros –
un descubrimiento al cual estamos invitados a compartir, a confirmar por nosotros
mismos, a suplir y transmitir, no impensadamente sino críticamente. La teoría teosófica
es una de aquellas fascinantes ventanas mágicas, abriéndose a la espuma de mares
peligrosos en tierras encantadas y abandonadas.
Pero, los mares cuyas profundidades son peligrosas son también fuentes de agua
dadoras de vida, y las tierras abandonadas requieren ser exploradas y pobladas. La
teoría Teosófica es, en verdad, una ventana para un maravilloso y atractivo panorama.
Incluso siendo teórica, a su vez, la Teosofía también es práctica. La palabra
práctica viene del Griego praktike “una relación con la acción”, del verbo prassein
“pasar a través de, experimentar, actuar”. Teoría es mirar; práctica es hacer. Las dos son
complementarias, cada una es indispensable para la otra. Si nosotros deseamos navegar
a través de “mares peligrosos”, necesitamos tanto de los mapas para guiarnos como de
una tripulación hábil para mover el barco. Faltando una de las dos, el barco está
perdido. Así, teoría sin práctica es un mapa que no es seguido, mientras que práctica sin
teoría es una jornada sin dirección.
El Dr. Samuel Johnson observó que “un hombre puede ser muy sincero en
buenos principios sin tener buena práctica. Pero, en este caso, buenos principios (o
teoría) no valen nada”. Así, también, Leonardo da Vinci escribió: “la suprema
desventura es cuando la teoría supera a la ejecución”. Pero lo inverso es igualmente
malo – el elefante proverbial en un negocio de vajillas tiene un gran desempeño
potencial, pero sin teoría para guiarlo, el resultado es porcelana quebrada. El
emperador–filósofo Marco Aurelio reconoció la necesidad de una vida equilibrada
cuando, en sus Meditaciones, él se advirtió a sí mismo que debía “mirar la esencia de
una cosa, cualquiera sea el punto de vista de la doctrina (esto es, de la teoría), de la
práctica o de la interpretación”. Esto es lo que nosotros también necesitamos hacer –
mirar la esencia de la teoría y de la práctica teosófica y ver si podemos interpretar
aquellas cosas por nosotros mismos. La Sociedad Teosófica no posee dogmas, no posee
creencias requeridas; ella no posee un credo al cual sus miembros sean solicitados a
suscribirse. Pero la Teosofía es una teoría – un modo de mirar el mundo –que implica
una práctica – una manera de actuar, de pasar a través del mundo. Los fundamentos de
esta teoría y práctica pueden ser resumidos en tres afirmaciones.
Realidad y fraternidad
En el Proemio de La Doctrina Secreta (2), Helena P. Blavatsky nos dice que
“tres proposiciones fundamentales” forman la base de toda la teoría Teosófica. La
primera de éstas es que hay “un Principio Inmutable, Ilimitado, Eterno e
Omnipresente”, el cual es la “Realidad Única Absoluta”, abarcando todo el Ser
manifestado y condicionado. Esta Causa Eterna e Infinita es la Raíz sin Raíz de “todo lo
que fue, y lo que siempre será”. Esta Realidad Única es la fuente de toda conciencia,
materia y vida en el universo.
La ciencia ortodoxa ve la materia como la realidad básica. La materia está
organizada por leyes naturales en estados progresivamente complejos hasta que,
finalmente ella está tan altamente organizada que resulta en la vida y en la habilidad de
crecer y de reproducirse. Por otras leyes naturales, la materia viva es organizada en
estados cada vez más complejos, finalmente produciendo conciencia por la cual ella se
torna esciente del mundo en torno de ella. Así, desde este punto de vista, la vida es una
modalidad por la cual la materia actúa cuando llega a un cierto estadio de complejidad,
mientras que la conciencia no es más que el epifenómeno de la materia. Uno de los
fundamentos del universo, entonces, es la materia; la vida y la conciencia son subproductos
incidentales.
La visión Teosófica es muy diferente. Ella sustenta que la realidad esencial es
diferente de cualquier cosa que nosotros conocemos o podamos conocer. Ella no es,
dice Helena Blavatsky, el “ser” absolutamente, pero, sí, la “divinidad” – la esencia de la
realidad, un principio. De ella viene la dualidad de la conciencia y la materia, cada una
implicando a la otra. La conciencia existe solamente en la medida que ella es reflejada
en la materia, y la materia existe solamente en la medida en que ella es concebida por la
conciencia. Sin materia para estar consciente de algo, la conciencia no podría existir,
esta afirmación es muy aceptable para la ciencia ortodoxa. La afirmación
complementaria, entretanto, es una de aquellas ventanas abriéndose hacia un mundo
encantado: sin conciencia para estar consciente de ella, la materia no podría existir.
Hace mucho tiempo atrás, la ciencia habría rechazado tal afirmación como puro
misticismo. Pero, a medida que los científicos investigan profundamente en el mundo
subatómico, la materia, como nosotros la pensamos, desaparece completamente,
dejando en su rastro partículas de energía o, más precisamente, probabilidades de
energía cuya propia existencia está misteriosamente envuelta con nuestra conciencia
respecto a las suyas – Fritjof Capra es uno de aquellos nuevos físicos que adoptan esta
visión aparentemente mística de la materia, por ejemplo, en su estimulante libro El Tao
de la Física (3). En esta visión, conciencia y materia parecen ser en verdad funciones
una de la otra, de la misma forma que la Sabiduría Antigua sustenta.
¿Y sobre la vida? La Teosofía la ve como la relación o interacción entre
conciencia y materia. Cuando la conciencia se somete a la materia y la materia responde
amoldándose a sí misma en formas conscientes, el resultado es la vida. Ninguna
partícula del universo, aunque sea pequeña o aislada, existe sin materia, conciencia y
vida – no completamente desenvuelta, tal vez, pero sí en esencia. De esta forma, dentro
de todo ser manifestado esta la divinidad única absoluta; detrás del universo múltiple y
variado esta la realidad única.
Cada teoría implica en acción. ¿Cuál, entonces, es la consecuencia práctica de la
primera proposición fundamental? La teoría es que hay una realidad subyacente a toda
existencia – toda materia, conciencia y vida. ¿Qué práctica esto implica? La unidad de
la realidad connota la unidad de humanidad. Y la unidad de humanidad requiere que
nosotros vivamos para honrar esta unidad, para promoverla, para ser fraternales con
nuestros semejantes. Así, la primera proposición fundamental de La Doctrina Secreta
implica el primer objetivo de la Sociedad Teosófica: “formar un núcleo de la
Fraternidad Universal en la Humanidad, sin distinción de raza, credo, sexo, casta o
color”. No es por accidente que el objetivo de fraternidad fue colocado en primer lugar
en la agenda teosófica, lo que los Maestros consideraron como la razón de ser de la
Sociedad. En 1880, el Maestro K.H. escribió a A.P.Sinnett: “Los Jefes quieren una
Fraternidad de la Humanidad, una real Fraternidad Universal iniciada” (Carta de los
Mahatmas, número 6). Si nosotros aceptamos la primera y fundamental proposición de
la teoría Teosófica – la unidad de la realidad – nosotros somos llevados,
inexorablemente, a la práctica de la fraternidad. Esposar la fraternidad sin saber por qué
es mero sentimentalismo. Proclamar nuestra creencia en la radical unidad de la realidad
sin vivir en fraternidad e hipocresía. La teoría y la práctica deben ir juntas. Así, la
primera proposición y el primer objetivo juntos implican un servicio. Como uno de los
aspectos de la vida teosófica.
Orden y Estudio
La segunda proposición fundamental – la segunda base de la teoría Teosófica –
es que La Doctrina Secreta afirma la Eternidad del Universo in toto como un plano
ilimitado, periódicamente “el escenario de innumerables Universos, incesantemente
manifestándose y desapareciendo”. Esta segunda aseveración de La Doctrina Secreta es
la “absoluta universalidad de aquella ley de periodicidad, de flujo y reflujo, menguante
y llena, que la ciencia física observó y constató en todos los departamentos de la
naturaleza. Una alternancia tal como es el Día y la Noche, la Vida y la Muerte, el Sueño
y la Vigilia, es un hecho tan perfectamente universal y sin excepción, que es fácil
comprender que en ella nosotros vemos una de las Leyes absolutamente fundamentales
del Universo”.
La segunda proposición afirma ciclos regulares o de repetición siguiendo un
padrón en todas las cosas – esto es, ley, orden, sistema. Ella afirma que el universo no
es un accidente, sino un lugar planificado y ordenado, que existe un designio
gobernando el proceso mundial. El universo no es solamente un “consumir el fuego”. El
“Big-Bang”, al cual la ciencia atribuye el comienzo de nuestro universo, no es una cosa
que sucedió una vez solamente. Los astrónomos están ahora debatiendo si el universo
continuará expandiéndose infinitamente, hasta que, finalmente, se disipe en lejanas
distancias en cualquier lugar, o si el se contraerá y retornará a alguna unidad densa y
compacta en el centro de algún lugar. La teoría teosófica predica un universo oscilante
que alternadamente, se expande y se contrae de una manera regular y ordenada.
Mirándonos a nosotros mismos, vemos la ley de periodicidad en la
reencarnación – la alternación de la Vida y la Muerte, como Helena Petrovna Blavatsky
la llamó. Y es el karma – la ley de causa y efecto que controla e induce el nacimiento en
el mundo físico – nosotros vemos el principio de orden, que es esencial a toda
periodicidad. En nosotros, pequeños seres humanos, como en el gran universo mismo,
hay un orden y repetición, hay karma y renovación cíclica; Ferdinand de Saussure, el
fundador de la lingüística moderna, dijo que un lenguaje es un sistema en el cual todo
permanece unido. Él podía haber dicho esto, tan verdaderamente, sobre cualquier otra
cosa en el universo o del propio universo. La palabra universo viene del latín,
significando transformado en uno. El universo es un todo combinando todas sus partes,
aparentemente separadas, en una unidad. Esta unidad no es tanto el material (relleno)
del que el universo está hecho, sino los modelos que adecuan el contenido material.
Norbert Wiener, el inventor de la cibernética, escribió: “Nosotros no somos un
contenido que sustenta sino modelos que se perpetúan a sí mismos”. Todo lo que más
sentimos acerca de nosotros es que no somos los pedazos que suponemos, sino modelos
perpetuándose a sí mismos.
La consecuencia práctica de la segunda proposición es que nosotros debemos
intentar descubrir el orden en el universo para que, así, podamos vivir de acuerdo con
él. Buscamos encontrar este orden en una variedad de maneras, las principales entre
ellas son las disciplinas de la ciencia, de la filosofía y la religión. El propósito de la
ciencia es estudiar el orden de la naturaleza física. El propósito de la filosofía es estudiar
el orden en los asuntos intelectuales. El de la religión es estudiar el orden en las cosas
espirituales.
Y así, la segunda proposición fundamental, que afirma la existencia del orden,
lleva naturalmente al segundo objetivo de la Sociedad Teosófica: “Encarar el estudio de
la Religión Comparada, la Filosofía y la Ciencia”. Tal estudio debe ser comparado
porque ninguna religión o rama única de la filosofía o de la ciencia tiene un monopolio
de la verdad. En consecuencia estas tres disciplinas cubren la totalidad del ser humano.
Existe, de acuerdo con un análisis de la constitución humana, exactamente tres
bases (o upadhis) para la conciencia. Hay el sthulopãdhi o base grosera, que es la
conciencia de vigilia normal funcionando en el plano físico. El sukshomopãdhi o base
sutil es la conciencia en el plano astral o emocional y mental inferior o concreto, la
personalidad que subyace a nuestra conciencia física. El karanopãdhi o base causal es
la conciencia en los planos mental superior o abstracto y búdico o intuicional, la
individualidad que sobrevive de encarnación en encarnación y subyace a todas nuestras
personalidades. Toda la vida humana está construida sobre estas tres bases.
La ciencia, al estudiar la naturaleza física, trata con el mundo de sthulopãdhi o
mundo que nos rodea en su forma grosera. La filosofía, al estudiar los asuntos
intelectuales, trata con el plano de sukshmopãdhi – o mundo sutil del pensamiento y
sentimiento, de la mente y las emociones. La religión, al estudiar los asuntos
espirituales, trata con el nivel de kãranopãdhi - o mundo causal de aquellas verdades
últimas que ligan al hombre de vuelta a sus orígenes. Así, ciencia, filosofía y religión
buscan el orden en todas las bases de la vida humana. Y habiendo descubierto el orden a
través de estas disciplinas, nosotros podemos interactuar con la periodicidad del
universo, conscientemente asistido y colaborando con el plan cósmico. Más de una vez,
teoría y práctica se funden: para cooperar con el orden universal, nosotros debemos
conocerlo, para descubrir ese orden, nosotros debemos vivirlo. La segunda proposición
y el segundo objetivo, juntos implican el estudio como un aspecto de la vida Teosófica.
Analogía y lo no – explicado
La primera proposición fundamental está relacionada con la absoluta unidad que
subyace al mundo de los fenómenos. La segunda proposición está relacionada con este
mundo y su orden cíclico. La tercera proposición está referida al relacionamiento que
hay entre la unidad absoluta y el mundo manifestado. Particularmente, ella está
relacionada con los seres humanos como expresión de esa relación.
La tercera proposición fundamental es “la identidad fundamental de todas las
Almas con la Super-Alma Universal, siendo esta última un aspecto de la Raíz
Desconocida; y la peregrinación obligatoria para cada Alma a través del Ciclo de
Encarnaciones o de Necesidad, de acuerdo con la Ley Kármica y Cíclica”. La tercera
proposición afirma la identidad de cada individuo con una única Super-Alma. Esta
Super–Alma, que nosotros llamamos Logos, es una conciencia que da vida a la materia
del universo. Básicamente, la tercera proposición afirma nuestra identidad con la
Realidad Única Absoluta. Ella dice, de hecho, que el ser humano es un microcosmos (o
pequeño mundo) correspondiendo al macrocosmos (o gran mundo), en el cual vivimos.
Ella muestra que el propósito de la existencia es un peregrinaje de regreso a nuestras
fuentes.
Esta es una proposición importante porque ella significa que, nosotros somos de
la misma naturaleza que el propio universo, nosotros podemos mirar hacia él y sacar
conclusiones sobre nosotros mismos e, inversamente, mirar dentro de nosotros mismos
para descubrir algo respecto al universo. Si los constructores de navíos quieren
proyectar un tipo completamente nuevo de navío o los ingenieros espaciales un nuevo
modelo de nave espacial, ellos no hacen más que diseñar los planos en un papel y luego
construyen un navío del tamaño del Reina Elizabeth o una nave espacial para
transportar hombres a la Luna. Primero ellos usan un modelo o una simulación de
computador para tener la certeza que el proyecto funcionará realmente, como ellos
pensaban que sería. El modelo es, así, un microcosmo que puede ser examinado y del
cual los ingenieros pueden descubrir algo acerca del proyecto para el receptáculo
propuesto. Esto es, ellos usan la ley de analogía y de la misma forma nosotros podemos
usarla. Por analogía o correspondencia, nosotros podemos penetrar lo desconocido y
desenvolver facultades que ahora están solamente latentes.
La tercera proposición también dice que las almas individuales, por ser idénticas
al deslumbrante Logos y ser básicamente expresiones de la Realidad Única, son como el
Logos, sujetas a la Ley de Periodicidad. El hombre funciona de acuerdo con las mismas
leyes y principios que guían al gran universo alrededor de él.
Cuando Edipo estaba viajando hacia Tebas, embistió contra la Esfinge, una
criatura que era mitad humana y mitad león y que tenía el hábito de formular enigmas.
Y era su hábito desagradable devorar, en el mismo momento, a quien no consiguiese
responder a su enigma. Así, la Esfinge cuestionó a Edipo: “Qué es lo que anda sobre
cuatro piernas de mañana, dos piernas al mediodía y tres piernas al atardecer?” Sin
ningún tipo de vacilación, Edipo respondió el acertijo correctamente: “El hombre, pues
él gatea sobre cuatro piernas en la mañana de la vida, camina erecto sobre dos piernas al
mediodía de la vida y marcha sobre dos piernas y un bastón en el atardecer de su vida”.
La Esfinge quedó tan agitada porque Edipo había resuelto lo mejor de ella que se arrojó
desde un alto peñasco y pereció. En años posteriores (de acuerdo con André Gide que
interpretó el mito para los tiempos modernos), Edipo dijo a sus dos hijos que como él
había adivinado la respuesta del enigma de la Esfinge, mientras los otros habían fallado:
“Ustedes deben entender, mis muchachos, que en el principio de su jornada, cada uno
de nosotros encuentra un monstruo que lo confronta con el enigma que puede impedirle
de continuar hacia adelante. Aunque para cada uno de nosotros la Esfinge pueda
presentar una pregunta diferente, ustedes deben persuadirse de que la respuesta es
siempre la misma. Si, hay solamente una respuesta para todos los enigmas, porque la
humanidad es el microcosmo y contiene dentro de ella misma todas las preguntas que la
vida puede formular y todas las respuestas que nosotros podemos dar. O, como dice
Blavatsky en Isis Sin Velo (4): “La trinidad de la naturaleza y la cerradura de la magia,
la trinidad del hombre es la llave que se ajusta a ella”. Nosotros miramos en el espejo
del hombre y vemos, reflejado de vuelta, el cosmos.
Finalmente, la tercera proposición dice que el proceso mundial no es casual, sino
con un propósito. La jornada en la cual nos encontramos tiene una meta: es un
peregrinaje – una jornada hacia un destino espiritual por causa de la salud del alma. De
acuerdo con algunos psicoterapeutas recientes, tales como V. Frankl, el mayor problema
que muchas personas enfrentan, hoy, es que les falta un propósito a su vida. La tercera
proposición nos asegura que nuestras vidas tienen significado, propósito y dirección;
que nos estamos moviendo deliberadamente en dirección a una meta –el
redescubrimiento de lo que nosotros realmente somos-. Debido al principio de analogía,
nosotros mantenemos dentro de nosotros mismos el mapa que vamos a seguir. Y si
nosotros lo seguimos, como T. S. Eliot dice en “Little Gidding”:
“...el final de toda nuestra exploración
será llegar donde nosotros comenzamos
y conocer el lugar por primera vez”.
¿Cuál es la consecuencia práctica de la tercera proposición? Si pudiéramos
aprender algo respecto al propósito de nuestra existencia, correlacionándonos con el
universo, nosotros deberíamos hacerlo. Por lo tanto el tercer objetivo de la Sociedad
Teosófica es “investigar las leyes no explicadas de la naturaleza y los poderes del
hombre”, pues estudiar las primeras es aprender alguna cosa de los segundos.
Se piensa del tercer objetivo como refiriéndose a la percepción extra-sensorial y
los fenómenos paranormales de varios tipos. En los primeros tiempos de la Sociedad
Teosófica tales fenómenos representaron un gran papel. Helena Blavatsky y el Coronel.
Olcott se encontraron en una sesión espiritista mientras que A. P. Sinnett, uno de los
más prominentes miembros ingleses de la Sociedad en la India, fue atraído,
principalmente, por los notables poderes de Blavatsky. Él quería promover la Sociedad
a través de tales maravillas, mientras tanto, como el Mahatma K.H. le escribió: “la
Sociedad Teosófica es antes que nada una Fraternidad Universal, no una sociedad para
fenómenos y ocultismo” (Cartas de los Mahatmas, número 138). La primacía de la
fraternidad sobre las prácticas ocultas dentro de la Sociedad había sido aclarada al
principio en 1881, de acuerdo con Old Diary Leaves, del Coronel Olcott (conocido
como La Historia de la Sociedad Teosófica, N.T.) (2:294), y fue reafirmada en el
discurso inaugural de Radha Burnier, presidente internacional de la Sociedad Teosófica:
“el trabajo de la Sociedad no está relacionado con los fenómenos y las artes ocultas,
aunque muchos fenómenos pertenecientes al mundo invisible pueden ser interesantes
para el psicólogo o incluso para el lego. Ellos son triviales bajo la perspectiva del
conocimiento necesario para regenerar la vida humana. No es el espiritismo sino, la
espiritualidad lo que el mundo necesita, no son las artes ocultas sino el ocultismo,
también llamado gupta-vidyã (la doctrina secreta) y el ãtma-vidyã (la verdadera
sabiduría)”.
Las más importantes Leyes no explicadas de la naturaleza son aquellas por las
cuales el hombre y todos los otros seres están relacionados los unos con los otros y los
más importantes poderes latentes del hombre son aquellos por los cuales es capaz de
comprender su identidad fundamental con la Super Alma Universal. Para realizar el
tercer objetivo, no se necesita “sentar para el desenvolvimiento” como los espiritistas
dicen; no se necesita tornarse un seguidor del Dr. Rhine en sus experiencias en PES
(Percepción Extra-Sensorial, N.T.), no se necesita, como uno de los astronautas,
practicar transferencia de pensamiento en el espacio exterior. La técnica principal para
investigar las leyes no explicadas de la naturaleza y los poderes latentes en el hombre –
para realizar nuestra identidad fundamental con la Super-Alma Universal – es la técnica
de la meditación.
La manera más efectiva de investigar las leyes no explicadas fuera de nosotros y
el potencial latente dentro nuestro es practicar y controlar la mente. Nuestras mentes
están sometidas a un dualismo de sujeto y objeto; nosotros, el sujeto, pensamos sobre
los objetos. El pensador y el objeto pensado son los dos elementos esenciales para que
la mente trabaje. Pero, atrás de esa mente dualista existe una conciencia no dual que es
consciente, pero sin un objeto externo o sentido de “yo”. Cuando la mente dualista se
torna quieta, la conciencia no dualista puede surgir. Para aquietar la mente, nosotros
necesitamos centrar nuestros pequeños yoes en el Super Yo que está alrededor y dentro
de nosotros. Este centrar del yo y aquietar la mente es meditación. De él proviene un
gran sentido de libertad y alegría. Aunque al meditar nosotros digamos que contenemos
a la mente, no hay sentido de esforzarse. Meditar es, en lenguaje actual, estar
“reclinado de espaldas”, pero es también ser vital, conciente, participante. Meditación es
tanto trabajo como relajación, recogimiento y participación, contención y libertad. El
estado meditativo está lleno de contradicciones que se deben esperar al aventurarse en
lo inexplicable y latente. La mayor frontera es el espacio dentro de nosotros. Él es el
panorama sobre el cual las “ventanas mágicas” de la teoría Teosófica se abren, éste es el
territorio a través del cual la práctica Teosófica nos invita a viajar en nuestra
peregrinación. La tercera proposición y el tercer objetivo, juntos implican la meditación
como un aspecto de la vida teosófica.
Los fundamentos y el sello
Teosofía, entonces, es tanto teoría como práctica. Los fundamentos de su teoría
son las tres proposiciones fundamentales de La Doctrina Secreta. Los fundamentos de
su práctica son los tres objetivos de la Sociedad que nos llevan a la vida triple de
servicio, estudio y meditación. La teoría y la práctica están interrelacionadas – cada una
de las proposiciones implica uno de los objetivos. Todo está simbolizado por los
triángulos en el sello de la Sociedad Teosófica.
El triángulo claro puede ser tomado para representar la teoría. El punto superior
se relaciona con la primera proposición: hay una Realidad Absoluta. El punto inferior
directamente se relaciona con la segunda proposición: hay un orden en el universo
revelado en ciclos. El punto inferior izquierdo se relaciona con la tercera proposición:
cada alma individual es idéntica a la Super-Alma: la humanidad cuyo propósito es el
peregrinaje, es un microcosmo del universo.
Estas tres proposiciones tratan, respectivamente, sobre Dios o la Realidad
Última, el universo y el hombre. En arreglos florales japoneses existen tres elementos –
un superior representando el cielo, el horizontal representando la tierra y el elemento
oblicuo, entre los otros dos, representando el hombre. El principio en el triángulo es el
mismo. Los tres elementos representados en el arreglo floral son los tres puntos del
triángulo – Dios, el universo y el hombre – constituyen todo lo que existe. Y así
nosotros superamos a aquel físico que habló sobre “el universo y otros asuntos”, los
“otros asuntos” son el hombre y Dios y nosotros tratamos con los tres en su totalidad.
Si el triángulo claro representa la teoría, el triángulo oscuro representa la
práctica. Su punto inferior representa al primer objetivo: formar un núcleo de la
Fraternidad Universal. Su punto superior izquierdo se relaciona con el estudio de la
religión, la filosofía y la ciencia. Su punto superior derecho se relaciona con la
investigación de las leyes no explicadas de la naturaleza y los poderes latentes del
hombre.
Religión, filosofía y ciencia representan la sabiduría acumulada en el pasado,
nuestra herencia intelectual de los sabios eruditos y santos que existieron antes de
nosotros. Las leyes no explicadas y los poderes latentes son lo que el futuro sustenta.
Ellas están para ser explicadas y ellos, para ser desenvueltos de ahora en adelante y
serán nuestro legado para las generaciones que vienen. La fraternidad es un hecho; ella
existe aquí y ahora. Los Teósofos no reivindican formar la fraternidad – esto sería
presuntuoso e insensato. Ellos intentan solamente formar un núcleo de fraternidad que
ya está en el presente. De esa manera, los tres objetivos cubren el pasado del género
humano, que nosotros estudiamos; su futuro, que nosotros formamos en la meditación;
su presente, que nosotros servimos.
Finalmente, los triángulos son entrelazados, mostrándonos que teoría y práctica
son interdependientes. Cada punto está reflejado en el opuesto. Así, la Unidad Absoluta
está reflejada en la fraternidad. Y de esta reflexión nosotros podemos sacar una
importante conclusión: nosotros no estamos solos. Cada uno de nosotros es parte de una
gran red, conectándose con todos los otros seres humanos y con todos los seres.
Nosotros estamos unidos, indisolublemente, en aquel estado de “transformando en una
unidad”, que es el universo.
Y la orden cíclica del universo está reflejada en la ciencia, en la filosofía y la
religión – una reflexión que nos recuerda que hay una continua Tradición en la
Sabiduría originándose en los guardianes de las razas, preservada y transmitida por una
cadena inmensamente larga de estudiantes y, finalmente llegando hasta nosotros. La
tradición interpreta todas las cosas analógicamente y, así, da una percepción de lo
desconocido. En el volumen I de The Theosophist (octubre, 1879, pp.2-3), Blavatsky
afirma que los antiguos Teósofos fueron llamados analogistas debido “a su método de
interpretar todas las leyendas sagradas, mitos simbólicos y misterios por una regla de
analogía o correspondencia, de manera que los eventos que habían ocurrido en el
mundo exterior fuesen considerados como expresando operaciones y experiencias del
alma humana”.
De ese modo, la analogía del universo y de la humanidad y la tarea de descubrir
el propósito de ambos están reflejadas en una investigación de las leyes naturales no
explicadas y los poderes humanos latentes. De esa reflexión, comprendemos que el
mundo en torno de nosotros está cargado de significado. El libro de la naturaleza quiere
ser leído y es como si fuese un gran holograma.
Hologramas son láminas fotográficas producidas por la luz coherente (por
ejemplo, un haz de rayo “láser”), y ellas tienen algunas propiedades notables, tales
como la producción de una imagen tridimensional cuando el mismo tipo de luz
coherente es proyectado sobre ellas. Pero una de las más increíbles propiedades es que
cada parte del holograma contiene toda la información presente en todo. Si usted
quiebra un holograma en dos partes iguales, cada mitad producirá el grabado original,
entero. Y si usted lo quiebra en cuatro, ocho o dieciséis partes, cada parte, incluso
pequeña, todavía proyectará el grabado entero. El todo está presente en cada parte. Cada
pedazo está cargado de significado.
La Tradición de la Sabiduría también es así. Si, mañana, a través de alguna gran
catástrofe, toda la Tradición debe ser perdida u olvidada excepto por una simple idea –
tal como el Karma – sería posible reconstruir la totalidad de la Tradición de aquella
parte. Es un ejercicio útil tomar tal idea y seguir sus implicancias para ver como el
resto de la Tradición surge de ella. Pero, incluso si la Tradición entera fuese perdida, sin
permanecer ni una simple idea, los seres humanos podrían todavía mirar dentro de sí
mismos, dentro y más allá de sus propias mentes y reconstruir la Tradición en todos sus
fundamentos. De cierto modo, esto es lo que sucede con generación tras generación de
estudiantes. Pues la tradición externa no es la Tradición real; ella es solamente la
muestra exterior. La Tradición real es la realidad interna, descubierta a través de la
meditación, por cada persona, por sí misma y para sí misma.
Así, en las reflexiones de los puntos de los triángulos entrelazados, nosotros
vemos tres grande verdades: nosotros no estamos solos: la Tradición de la Sabiduría es
continua; todas las cosas están cargadas de significado. Los triángulos entrelazados
forman una estrella – ¿o es un loto que tiene en su centro una joya? Todo el loto-estrella
es la Teosofía – una teoría sobre Dios, el hombre y el universo y una práctica
envolviendo el servicio, estudio y meditación. Estos son los fundamentos de la
Teosofía.
Notas
(1) Texto escrito por Helena P. Blavatsky que enumera los pasos (o grados) que
serán vivenciados por el aspirante espiritual.
(2) Editora Pensamento, São Paulo-SP.
(3) Idem.
(4) Idem.
Traducción del inglés al portugués por Pedro R. M. de Oliveira MST de la Logia
Dharma, de Porto Alegre.
Revisión: Ismênia Maria Cavalcante Azmabuja
Extraído de O Teosofista, Janeiro/outubro de l990.
Traducido del portugués al castellano para Biblioteca Upasika por TIM.