domingo, 29 de julio de 2012

El Papel de la Auto-Observación en el Sendero de Retorno


                                                         Dara Tratay

¿Cuál es el papel de la auto-observación en el Sendero de Retorno? La auto-observación no significa plantearse interminables cuestiones verbales o intelectuales sobre lo que estamos haciendo y el porqué, o decirnos a nosotros mismos “yo no soy esto, yo no soy aquello”. Significa una reflexión tranquila, una mirada a nosotros mismos sin juicios, tanto con contento como con duda. Podemos dudar del contenido de la conciencia, pero al mismo tiempo tener fe, y contento, en el crecimiento seguro y final de la madurez que es parte integrante del destino humano, o si se prefiere, del Plan Divino.

Parece que hay mucho más que una conexión accidental entre el Sendero de Retorno, Nivrtti Marga, y las técnicas centrales del sistema de Yoga diseñado por Patañjali (como en chitta-vrtti-nirodha, yoga es la cesación de las modificaciones de la mente). Nirodha puede ser definido, de acuerdo al contexto, como “confinamiento, prisión, restricción, destrucción, aversión”[1]. El significado de chitta-vrtti-nirodha es, por lo tanto, la cesación (nirodha) de las modificaciones mentales, chitta-vrtti. Nivrtti significa vuelta o regreso, también, “cesar, suspensión, desaparición…, dejar, abstenerse, o desistir de… escapar de…cesar de realizar actos mundanos, inactividad, descanso [y] reposo”[2]; es un retorno a la Fuente. El Sendero de Retorno, por lo tanto, es un sendero de cesación, desaparición (de lo que previamente fue traído a la manifestación), abstención, desistir, inactividad (especialmente a lo que se refiere a actos mundanos), descanso y por sobre todas las cosas reflexión.

La idea de la cesación de las modificaciones se aplica tanto a nivel humano como cósmico. Todo lo que vemos alrededor nuestro, el universo entero, es una modificación de La Conciencia Pura, el Uno, o Brahman. Así es como el pensamiento Platónico, el pensamiento Hindú, y muchos sistemas de metafísica tradicional han visto al mundo. Al final de un ciclo de manifestación, un manvantara, todo es reabsorbido dentro del Uno. Similarmente, en el nivel humano, cada pensamiento es una modificación de la conciencia, o percepción. Retornamos a la Fuente cuando esas modificaciones llegan a su final (incluido todo lo que deseamos, todo a lo que estamos apegados). Y hasta cierto punto, nos mantenemos en esa Fuente cuando suspendemos el pensamiento y simplemente reflejamos lo que es.

¿Qué es la reflexión? No es pensar sobre algo retrospectivamente. Es más bien mirar sin juzgar, sin ningún movimiento que nos aparte de lo que esta ahí. Dicha percepción refleja con exactitud “lo que es” como lo hace un espejo pulido libre de polvo o un lago tranquilo en la montaña. Obviamente, cualquier movimiento sobre la superficie reflectiva de la conciencia distorsionará la imagen. Está en cada uno de nosotros el descubrir qué es el proceso de distorsión y qué es lo que significa reflejar claramente lo que es. Podemos hacerlo solos, y por extensión podemos hacerlo juntos, aquí es cuando las actividades tales como el diálogo se vuelven significativas. En un diálogo, los juicios son suspendidos, y todos los participantes prestan atención a lo que está delante y dentro de ellos. La reflexión puede revelar algo que deba ser dicho, o tal vez que nada necesita ser dicho. Pero, cualquiera sea el caso, debe ser reflexionado por todos los participantes. Ese, creo yo, debe ser el ideal. Cualquier tiempo dedicado a la tranquila reflexión merece la pena. Tenemos una expresión, “un cambio es tan agradable como un día festivo”: eso sin duda alguna se aplica a un cambio de enfoque. Y lo más relajante y rejuvenecedor del cambio de enfoque es el de la atención.

El Sendero de Ida, Pravrtti Marga, ha sido calificado (por Ananda Coomaraswamy) como el sendero de búsqueda y auto-afirmación. El Sendero de Retorno, Nivrtti Marga, es calificado como el que incrementa la auto-realización[3]. Esto es desde el punto de vista de los seres humanos; pero el cosmos in toto también se desenvuelve mediante una salida y un retorno en la forma de manifestación del universo y su eventual disolución, la involución del espíritu en la materia – lo que equivale a la creación de la materia – y la evolución, lo que en términos teosóficos es el futuro desenvolvimiento de los poderes latentes en la conciencia y, en etapas posteriores, el retorno al Uno.

En el comienzo, como HPB relata en La Doctrina Secreta, sólo La Oscuridad llenaba el Todo. Citando la adaptación de Coleridge del Himno a la Creación del Rig-Veda, ella escribió:

No existía algo, ni existía nada,

El resplandeciente cielo no existía;

Ni la inmensa bóveda celeste se extendía en lo alto.

¿Qué cubría todo? ¿Qué lo cobijaba? ¿Qué lo ocultaba?

¿Era el abismo insondable de las aguas?

No existía la muerte; pero nada había inmortal,

No existían límites entre el día y la noche

Solo el Uno respiraba inanimado y por Si,

Pues ningún otro que El jamás ha habido.

Reinaban las tinieblas, y todo el principio estaba velado.

En oscuridad profunda, un océano sin luz;

El germen hasta entonces oculto en la envoltura

Hace brotar una naturaleza del férvido calor[4].

 En esta breve sección del Himno a la Creación aparecen varias verdades metafísicas. Que HPB haya elegido este poema como la tónica de la Cosmogénesis es un testimonio de ella, y de sus maestros, para reconocer la importancia de este y otros textos similares en un tiempo en el que cualquier cosa que no fuera aceptada o por la ciencia materialista o por la Cristiandad dogmática era tratada con extrema sospecha ó incluso ridiculizada.

Es interesante destacar que en la última línea citada del poema, el mecanismo, la eficiente causa de la entrada repentina en la vida y su salida es el “férvido calor”. La palabra Sánscrita para calor es tap, de donde deriva tapas o austeridades, uno de los medios principales para lograr la unión descrita en los Yoga Sutras. El calor es el esfuerzo que ponemos en nuestras prácticas. Las prácticas espirituales generan calor en la forma de energía; y sin esta energía nada ocurre. Aún en el principio del tiempo y el espacio, hubo un férvido calor que produjo la germinación de la semilla durmiente en la oscuridad cósmica.

El Himno a la Creación también señala que más allá del Uno, que es el principio de Unidad, no ha habido nunca más que El, ni hay nada más ahora: “No ha habido nada más que Él desde que ha existido”.Visto desde un cierto punto de vista no hay nada más que el Uno sin segundo. A pesar de la existencia de Muchos, alrededor o dentro de ellos, siempre está el Uno. Esto sugiere que el principio de unidad no solo ha existido antes de los albores del tiempo, sino que existe en este momento también. La fuerte implicación, creo yo, es que podemos relacionarnos con este principio, o que ya estamos en constante relación con él pero ignoramos este hecho. Esa sería la posición de Ramana Maharshi, quien con frecuencia remarcaba que ya estamos auto-realizados, solo tenemos que deshacernos de la idea de que no lo estamos. Algunos que lo escucharon, u otros que lo han imitado diciendo lo mismo, parece que supusieron que para darse cuenta del estado de auto-realización o unión con el Uno, solo tenemos que reemplazar la idea de que no estamos realizados por otra idea: que estamos realizados. Naturalmente este no es el caso. La auto realización no es una cuestión de hipnosis, afirmaciones positivas o ilusiones. Debemos librarnos de las ideas que no son verdaderas, que no son sensatas, que son parciales (mediante el entendimiento del proceso del pensamiento) y por lo tanto no reemplazarlas con otras ideas. En los estados más avanzados del sendero, las ideas acerca de quienes somos y qué somos tienen poca utilidad. Las ideas son necesarias en las etapas en las cuales las identidades son construidas y también pueden ser de uso limitado en el desarrollo de nuestra fe sobre las verdades abstractas, antes de que las veamos por nosotros mismos; pero no en la etapa en la cual las ideas deben ser trascendidas y la Realidad percibida directamente.

La cosmología trata de entender el universo haciendo preguntas tales como: ¿Cómo y cuando comenzó el universo, de qué está hecho y cómo es?[5] La Doctrina Secreta de H.P.Blavatsky respondería estas preguntas diciendo que el universo se parece a un plano ilimitado (un principio sin límite, omnipresente, inmutable); no tuvo comienzo y no tendrá fin; y que comprende un proceso de movimiento eterno que consiste en un nacimiento y una muerte periódicas, de un flujo y reflujo, día y noche, yin y yang. Según H.P.B., la doctrina esotérica enseña que la esencia una, infinita y desconocida existe por toda la eternidad, y en una sucesión regular y armoniosa, es o pasiva o activa. En el comienzo del período activo, una expansión de esta esencia divina de dentro afuera sucede en obediencia de la ley eterna e inmutable, y el universo fenoménico o visible es su resultado final. Cuando la condición pasiva se reanuda, una contracción de la esencia divina tiene lugar, un retorno, y el trabajo previo de la creación es gradualmente y progresivamente deshecho. El universo visible se desintegra, su materia se dispersa; y la “oscuridad”, sola y solitaria, se cobija una vez mas en la faz del ‘abismo’[6].

¿Cómo ven otros el universo y dan respuestas a las preguntas básicas sobre cosmología?  En la tradición Musulmana-Judeo-Cristiana, el universo fue creado en un tiempo finito no hace mucho. Según el Libro del Génesis, esto sucedió alrededor del año 5000 A.C.[7] La mayoría de los filósofos griegos antiguos creían que la raza humana y el universo habían existido siempre y existirán por siempre. Luego en 1929, Edwin Hubble observó que, dondequiera que se mirara, las galaxias se alejaban de nosotros y por lo tanto el universo debía estar expandiéndose. El conjeturó que debió existir un tiempo en el que todos estos objetos debían estar juntos; de hecho, todo exactamente en el mismo lugar y al mismo tiempo. Ese momento es conocido como el Big Bang “cuando el universo era infinitesimalmente pequeño e infinitamente denso”.[8]

Aunque puede que generalmente sea asumido que el universo comenzó de esta manera, esta opinión no es indiscutible. Según el astrofísico Chandra Wickramasinghe:

Hay una muy pequeña evidencia concreta para demostrar que hace quince billones de años el universo comenzó con un Big Bang. Mas aún, existe un conjunto creciente de evidencias que sugiere que esta teoría es incorrecta. El universo puede actualmente estar en algún tipo de estado estabilizado.  [9]

La explicación del comienzo de la existencia del universo, como se plantea en La Doctrina Secreta, puede resolver este dilema con la idea de un ciclo de comienzos y finales interminables. Hay un estado estabilizado, pero el estado es un proceso eterno de manifestación y disolución. La teoría del Big Bang puede describir un evento, el cual no fue el principio del universo, sino el despertar del universo, un despertar que se producirá una y otra vez. Entender la vida como un proceso, de esta manera, nos permite decir que el mismo proceso que está teniendo lugar en el universo también se está llevando a cabo en el ser humano. Cada uno de nosotros ha emergido de un estado de Unidad. Luego nos vemos sumergidos en la realidad material, construyendo un fuerte sentido de identidad personal, y finalmente nos fusionamos con la realidad universal.

Esta ida y retorno fue expresada por Henri Bergson en Evolución Creativa donde escribió:

 Así como el más pequeño grano de polvo esta confinado a todo nuestro sistema solar el que esta haciendo arrastrado por aquel indivisible movimiento de descenso que es la materialidad por si misma, así también todos los seres organizados, desde el más humilde hasta el más elevado, desde el comienzo de la vida hasta el tiempo en el que ahora estamos...y esto no hace más que dar evidencia de una simple impulsión, el movimiento inverso de la materia, el que es indivisible.[10]

 El sendero de Ida es a veces descrito como el descenso del espíritu en la materia, que realmente es la creación de la realidad material. También puede ser pensado como el desplegamiento gradual de la Conciencia Pura. En la Conciencia Pura no hay movimiento, no hay modificaciones. Si sólo hubiera Pura Conciencia no podríamos estar aquí, ni existirían las condiciones necesarias para nuestra existencia. Todo lo que vemos, todo lo que somos (por lo menos en la superficie) es una serie de modificaciones en la conciencia. ¿Significa esto que la Conciencia Pura es irrelevante para nosotros, como seres humanos encarnados? ¿Significa esto que nuestro destino sólo puede ser alcanzado en las modificaciones de la conciencia o los movimientos del pensamiento? Por el contrario, hay mucha evidencia en las tradiciones espirituales que sugieren que el destino del ser humano, que el florecimiento del ser humano, es reflejar concientemente la naturaleza de la conciencia pura. El cerebro es como una esponja absorbiendo toda información alrededor nuestro. Probablemente no seamos concientes ni de una décima parte de lo que nuestro cerebro ha guardado y de lo que está grabando en este mismo momento. El cerebro es una manifestación del plano físico, un símbolo o un ícono, de la naturaleza de la conciencia. Mientras menos apegados estemos a nuestra personalidad, más concientes podemos estar de la naturaleza del Ser universal, que es infinito. Es entonces, probablemente, cuando nos damos cuenta de nuestro completo potencial como seres humanos. En un cierto punto en el cual podemos reflexionar sobre el Plan Divino, el cual es en realidad la manera en que las cosas son, la Salida y el Regreso, en ese momento surge dentro del ser humano una insatisfacción con el transitorio mundo de los sentidos. La manera en que este tema es introducido en el Yoga-vazsishtha es instructiva. Se nos dice que cuando Rama, gobernante de todos los reinos de la Tierra, tenía solo dieciséis años de edad, vairagya o el desapego llegó a él. El no trató de obtenerlo, sino que le llegó. Esto es lo que dice:

 …sobre Rama, a la temprana edad de dieciséis años, apareció Vairagya, agotamiento de las fuerzas externas principales del Deseo y repugnancia al apego de todas las cosas que perecen. Escuchó la llamada de lo Eterno de cuya presencia se había alejado[11].

 Desde que la reflexión surgió dentro de él, Rama cesó de tener placer en las cosas transitorias de la vida. Luego inquirió al Rishi Visvamitra una serie de preguntas acerca de su estado mental. Una de ellas parece concernir al problema del pensamiento:

 Esta Mente que nos hace tan esclavos y nos lanza incesantemente de un lugar a otro, sin descansar ni un solo momento en el corazón – No tengo el deseo de servir más a este tirano, y aún no sé como someter su fuerza gigantesca.

Sería más fácil beber el océano, más fácil arrancar todo el Monte Meru desde sus raíces, más fácil comer las llamas del fuego, que contener a la mente.[12]

Los Rishis Visvamitra y Vasishtha luego explicaron a Rama que hay relativamente pocas personas que cuestionan la vida tan profundamente, que “tratan de tomar en cuenta que es lo que ha sido antes y que es lo que vendrá después”[13]. Y le dijeron que estuviera contento con este estado de confusión, el estado de amargura-dulzura de la ausencia de deseo y del discernimiento: porque sin estos dos, viveka y vairagya, nunca podrá obtener…..la iluminación y el descanso”.

De esta y otras enseñanzas similares, ha surgido la idea de que viveka y vairagya, discriminación y ausencia de deseo, son dos de las primeras y principales condiciones o requisitos en el sendero de Liberación. Las otras dos son buena conducta y mumukshutva, que es el irresistible deseo por alcanzar la Liberación. Pero debe indicarse que la falta de deseo debe venir a nosotros de manera natural: no puede ser forzada o adquirida. Pero cuando surge, es entonces cuando el sendero de Retorno realmente comienza. La implicación de más adelante en la Yoga Vasishta, es que viveka y vairagya son las que calman a la mente y provocan el apaciguamiento del pensamiento. De nuevo, esto pasa naturalmente. La mente está en calma cuando no desea continuamente salir al mundo de los sentidos; la mente está en calma cuando no desea adquirir cosas transitorias. Entonces no necesita ser subyugada.

Los Rishis explicaron a Rama que hay dos clases de vayragya o ausencia de deseo, el limitado y el ilimitado. El vairagya limitado nace de una causa especial: un dolor que produce aversión a lo que ha sido la causa de dicho dolor. Pero el vairagya de Rama era de la clase ilimitada, no fue causado por ningún dolor específico tales como la pobreza o la enfermedad. Mas aún:

Nació de la visión interna que produce discernimiento entre lo transitorio y lo eterno, y con la que se comprende que lo transitorio, que tiene un final, no obstante lo prolongado que pueda ser, no puede ser separado de su partida y de su dolor.[14]

Rama comenzó a anhelar lo Infinito, la inmensidad, que es la fuente del ser. Y, como Buda, se dio cuenta que:

Funciones elevadas, lugares y poderes grandiosos, mundos gloriosos, vidas inalcanzables en el espacio y de larga duración, son todavía mucho mas pequeños que el Infinito y el Supremo en su nivel más bajo, mezquino, pobre, pequeño y más efímero; esa mera suma de lo finito con lo finito no resultará en lo Infinito; solo lo Interno es lo Interno y lo Infinito, siempre presente y siempre disponible si solo dirigiéramos nuestra mirada hacia Ello; lo Externo es siempre solo lo Externo…y solamente el Conocimiento de lo Interno y lo Infinito puede traer satisfacción.[15]

Puede ser interesante ver que la vida individual refleja en el microcosmos el ciclo de vida cósmica. Hay una separación de la unión con la madre, desde el estado de paz y totalidad, sentido (evidentemente) en el útero, seguido por el desarrollo de una fuerte identidad personal (en el individuo bien equilibrado). Finalmente, si todo va bien, el ser humano desarrolla por igual un fuerte sentido de la responsabilidad social, una habilidad para dar de sí mismo y de participar completamente en los varios aspectos de la vida, lo cual depende de la capacidad de interactuar con otros con espíritu de cooperación, diálogo y trabajo en equipo. [16]

El sendero de Retorno es chitta-vrttinirodha. En el sendero de Ida tomamos, acumulamos, afirmamos y construimos (una identidad). En el de Retorno damos, dejamos ir, nos despojamos, negamos y destruimos. El camino hacia arriba es el mismo que el camino hacia abajo, solo que es un proceso inverso. Esto se aplica al ser humano y al cosmos mismo. En el camino hacia abajo la actividad predomina: en el camino hacia arriba la reflexión es el tema predominante. ¿Cómo se refleja el cosmos sobre sí mismo? Tal vez mediante la conciencia y el desarrollo de su potencial total en el ser humano.



Referencias:

[1] Apte, Vasudeo Govind, The Concise Sanskrit-English Dictionary, Delhi: Motilal Banarsidass,

193312000, p. 214.

[2] Monier-Williams, M., A Sanskrit-English Dictionary, Delhi: Motilal Banarsidass, 189912002, p. 560.

[3] Wilber, Ken, The Atman Project: A Transpersonal View of Human Development, Wheaton,

Illinois: TPH, 1980, p. 3-4.

[4] Blavatsky, H.P., The Secret Doctrine: The Synthesis of Science, Religion and Philosophy, Vol. 1 -

Cosmogenesis, London: The Theosophical Publishing Company, 188811977, p. 26.

[5] Wickramasinghe, Chandra and Daisaku Ikeda, Space and Eterna1 Life, London and Chicago:

Joumeyman Press, 1998, p. 17.

[6] Blavatsky, op.cit., p. 3-4.

[7] Hawking, Stephen W., A Brief History of Time: From the Big Bang to Black Holes, London and

New York: Bantam Books, 1988.

[8] ibid.

[9] Wickramasinghe and Ikeda, op.cit., p. 17.

[10] Bergson, Creative Evolution, cited in Lovejoy, Arthur O., The Reason, the Understanding and

Time, Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1961, p. 175.

[11] Bhagavan Das, Mystic Experiences: Tales of Yoga and Vedanta from the Yogavasishtha

(With notes by Dr Annie Besant), Varanasi: The Indian Bookshop, The Theosophical Society,

192711988, p. 1.

[12] ibid., p. 6.

[13] ibid., p. 17.

[14] ibid., p. 31-2.

[15] ibid.. p. 33.

[16] Wilber, Ken, The Atman Project: A Transpersonal View of Human Development, Wheaton,

Illinois: The Theosophical Publishing House, 1980, p. 100.

domingo, 22 de julio de 2012

Teosofía dinámica y las enseñanzas de Krishnamurti





G. Ramanathan

(El Sr. G. Ramanathan es Presidente de la Rama Teosófica de Trissur y miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Teosófica de Kerala, India.)


    La ´Teosofía dinámica´ es tema de debate y de conferencias en toda plataforma teosófica.  Como bien sabemos, la Teosofía es ´Sabiduría Divina´, y las enseñanzas teosóficas declaran la existencia de una fraternidad universal que abarca a toda la humanidad.  La verdad fundamental de la Teosofía es que todo en este universo emana de una Fuente que es desconocida.  Pero, ¿cómo puede un teósofo hacer realidad estos sublimes ideales y enseñanzas, en su vida diaria?  Si estas enseñanzas permanecen de modo conceptual, y nuestra vida diaria está completamente divorciada de las verdades, ¿cómo podemos vivir la Teosofía?

   La esencia de la Teosofía puede no ser fácilmente inteligible para un hombre común acostumbrado a sus razonamientos mundanos solamente, pero lo más importante a fin de comprender la enseñanza es vivirla, y luego la Sabiduría existente detrás de las enseñanzas se revela. La Teosofía dinámica es una acción positiva que produce armonía y paz.

   De acuerdo a las enseñanzas teosóficas, la Mente se clasifica en Inferior y Superior.  La mente inferior, que está condicionada por kâma (deseo), es una parte integral de nuestra personalidad, que actúa en nuestra vida diaria, pero, al estar atada a la personalidad, es incapaz de elevarse más allá del nivel material.  La búsqueda, en la naturaleza espiritual de la existencia, es un movimiento que debería llevarnos del estrecho nivel personal hacia el centro de la existencia, para lo cual la libertad de la mente es un pre-requisito.  La mente es la única herramienta que tenemos a mano para inquirir en preguntas más profundas, y debe volverse libre de todo condicionamiento, para lo cual casi todos los gurús recomiendan la práctica de la meditación.  Pero ¿cómo puede practicar la meditación una mente condicionada? ¿Es la meditación un ejercicio orientado hacia la personalidad? ¿Se puede meditar con un fin establecido?  Si es así, el fin será influido por la personalidad y, por lo tanto será sólo un movimiento de la mente-deseo.  Uno puede percibir la verdad sólo con una mente libre de atracciones terrenales.  La Voz del Silencio dice:



El yo de la materia y el yo del Espíritu nunca pueden encontrarse.  Uno de los dos debe desaparecer;  no hay lugar para ambos.



Antes que la mente de tu alma pueda comprender, el capullo de la personalidad debe ser destruido, el gusano del sensualismo ha de ser aniquilado, sin resurrección posible.



   ¿Cómo puede ser liberada la mente de todo condicionamiento? Aquí las enseñanzas de J. Krishnamurti son importantes.  Él le dice a quienes lo escuchan que miren y observen sus pensamientos, que sean conscientes.  Sus palabras dan una guía general para comprenderse a sí mismo, y uno debe sentir el camino propio.  La observación sin juicio, aceptación o rechazo, es un modo muy inteligente de comprender nuestro proceso del pensamiento; es un nuevo tipo de consciencia dentro nuestro respecto a todo el movimiento de la vida.  Esta consciencia sin supresión o juicio o reacciones controlará por sí misma los movimientos de la mente.  La observación misma del proceso del pensamiento profundiza la percepción de las ramificaciones del apego a las cosas mundanales.  Las enseñanzas de Krishnamurti parecen ser muy simples, pero sólo quienes las aplican a la vida comprenderán cuán maravillosas y profundas son.

   Muchos gigantes espirituales han venido a la tierra en diferentes etapas de la evolución humana y han predicado observaciones y abstinencias, incluyendo a Jesucristo y al Profeta Mahoma.  El Señor Buddha enseñó el Noble Óctuple Sendero que conduce a la salvación.  Pero aquí, en nuestra vida, Krishnamurti proclamó que la ¨Verdad es una tierra sin Sendero¨.  Él declaró que no existe gurú, o autoridad, o libro, o ritual, o ninguna otra cosa para emancipar a los hombres. Se movió alrededor del mundo negando las tradiciones religiosas existentes en la sociedad, simplemente expresando: ´mira tus pensamientos, observa, y presta atención´.  Existen palabras claves que uno encuentra en sus charlas, una enseñanza que se dirige a la juventud.

   A medida que uno continúa observando sus propios pensamientos, sentimientos y reacciones mentales, se produce un cambio gradual en la cualidad de percepción y en el grado de consciencia. Una consciencia que está siempre profundizando libera al aspirante de los apegos psicológicos y lo empuja a saltar a un precipicio, no dejando nada para sostenerse.  Es una etapa en la que el parloteo de la mente-deseo se detiene, y la mente se vuelve receptiva a lo nuevo.  En todos aquellos que viven una vida mundana, la mente inferior, condicionada por kâma y operando día a día, usa al cerebro como una herramienta condicionada por experiencias pasadas.  Por lo tanto es divisivo y está sujeto a la personalidad.  La Mente Superior mencionada en las enseñanzas teosóficas es universal en naturaleza y debe manifestarse en la vida diaria para producir una transformación fundamental.  Mientras la mente inferior está reaccionando y oponiendo resistencia, la mente universal no puede manifestarse en nuestra vida.  Por lo tanto, se debe detener la mente inferior.  Cualquier intento por controlar o suprimir las actividades de la mente inferior desde el nivel mental inferior es obviamente una extensión de la actividad de la mente inferior.  ¿Es un punto muerto?  No.  El enfoque de Krishnamurti muestra el camino.  La observación del proceso de nuestro pensamiento crea una nueva consciencia que bloquea los movimientos de la mente–deseo, finalmente abriendo el camino para la manifestación del Yo Superior en nuestra vida diaria.  Su enfoque es Teosofía dinámica y pura.

domingo, 15 de julio de 2012

Nuestro Trabajo en la Sociedad Teosófica



                                                                                                        N. Sri Ram

La sociedad Teosófica es, en varios aspectos, una organización única. No sólo ha funcionado en la mayoría de los países del mundo como un verdadero cuerpo internacional, sino que además cuenta con miembros que pertenecen a las diferentes religiones del mundo, y a diversos contextos culturales y de tradición. Hay también personas de diferentes razas, incluyendo africanos, gente de la raza aria y mongólica, y otros tipos de razas y etnias. Por tanto, no es posible para ninguna Rama o Sección representar completamente el carácter de esta Sociedad. La Teosofía, es también, en varios aspectos, una filosofía de naturaleza única. La única base sobre la cual nos sostenemos como Sociedad, es esa fraternidad universal de la humanidad sin distinciones, como se cita en el primer objetivo de la Sociedad. Por lo demás, el miembro es dejado absolutamente libre para estudiar e investigar siguiendo las líneas que se mencionan en el segundo y tercer objetivos. Eso es en sí mismo un rasgo muy llamativo del trabajo de la Sociedad: que debamos dejar a nuestros miembros completamente libres en su pensamiento, excepto en que deben estar de acuerdo con esta doctrina práctica y ética de la fraternidad universal.


Aunque cualquier persona que acepte estos tres objetivos puede ingresar a la organización, ésta posee un carácter muy definido, y asume este carácter a través de las verdades que son aceptadas por la gran mayoría de sus miembros y propagadas por sus Ramas y Secciones. Pero la aceptación de estas verdades queda por cuenta de la libre elección de los miembros,  ya que nada es impuesto por alguna autoridad.



No hay ningún escrito o documento oficial que defina a la Teosofía, que declare que ésta o aquella son las verdades o principios en los que los miembros deban creer. A pesar de esto, la Sociedad ha sido capaz de consolidarse bajo las bases de verdades que fueron expuestas a los miembros por nuestros fundadores y otros. Si la mente humana está libre de prejuicio, superstición y miedo, posee una irresistible atracción por la verdad. Existe cierta relación entre la verdad y la conciencia del hombre cuando ha sido depurada de todos los impedimentos, nociones preconcebidas y tendencias que se oponen a la recepción de la verdad.



La misión especial de Madame Blavatsky fue tratar de producir esta libertad en la mente humana y proclamar además las verdades esenciales de la filosofía que la mayoría de nosotros aceptamos. Ella se opuso en su tiempo a las ideas de la ciencia moderna que existían en ese entonces, y además al modo en que la religión era concebida y puesta en práctica. Pero desde entonces, la ciencia ha realizado progresos revolucionarios que han alterado completamente la representación del universo. Al poseer un campo de conocimiento mucho más amplio, la ciencia es en la actualidad mucho más tentativa e incierta. Las diversas religiones, ya sea que pensemos en el Hinduismo o en el Cristianismo, son mucho menos fanáticas por estos días. Entre los cristianos pensantes, un tinte de misticismo también matiza su fe.



Vemos así que el mundo ha cambiado mucho durante estos años, no meramente por la tecnología científica o el escenario completamente nuevo que ha sido creado por el hombre, sino además en su modo de pensar, que es mucho más razonable en el presente de lo que solía ser.



Actualmente hay una posibilidad, aunque la realización de ésta pueda ser aún remota, de una clase de religión mundial compartida por todas las gentes pensantes del mundo, de la cual las religiones existentes serán tal vez facetas; o una religión mundial que se basara en las verdades esenciales de las religiones existentes. La Teosofía ha sido descrita por HPB como “la religión sabiduría”, una religión que es la sabiduría.



¿Es la Teosofía una religión o es simplemente un tipo de filosofía? Es muy difícil responder a esa pregunta. No es una religión en el sentido corriente, pero le incumben todas esas cuestiones por las que cada religión se interesa, a saber, el origen del hombre, su destino, cómo debe conducirse, los ideales que deben guiarlo, su relación con sus hermanos los seres humanos, y también con lo que denominamos “Dios”, a pesar de que la palabra “Dios” puede ser entendida por diferentes personas de diferentes maneras. En el Budismo, por ejemplo, no existe el concepto de “Dios”. La idea de una Ley invariable y universal toma el lugar de Dios. Incluso se dice que la naturaleza del hombre está regida por cierta Ley que se halla dentro de sí mismo, y esta ley de su propio ser suplanta al yo que es el producto de muchos recuerdos y que separa a una persona de todos los demás.



El significado literal de Teosofía es “Sabiduría Divina”. Por ende, cuando llamamos a nuestra sociedad la Sociedad Teosófica, se está asumiendo que existe algo como la Teosofía. Es un reconocimiento implícito de un elemento o principio que está completamente fuera del mundo de nuestra experiencia normal. La Teosofía también ha sido llamada “La ciencia del Yo”- el Yo siendo el centro de conciencia en cada cosa viviente, en cada constitución humana, distinta de aquella noción de un yo que nos separa de otros, lo que el Señor Buda llamó Ilusión, una noción inventada, no una que existe en la verdadera naturaleza de las cosas. Las muchas ilusiones del hombre están centradas en esa ilusión fundamental de separatividad que se debe a la forma en que éste piensa.



Puesto que no sabemos lo que es esta sabiduría divina o trascendental, desde nuestro punto de vista la Teosofía puede ser considerada como la síntesis de la verdad donde sea que podamos hallarla; ya sea en la ciencia, cualquiera de las filosofías o sistemas religiosos. La verdad que hallamos en cualquier lugar es parte de la verdad total, que es Teosofía, y en la Sociedad Teosófica, nuestra actitud hacia esta Sabiduría, no debería ser dogmática, ya que no hemos arribado al conocimiento o sabiduría definitivos. Debemos estar abiertos a la verdad.



Los miembros de la Sociedad Teosófica son estudiantes o aprendices. No debemos olvidar este hecho en ningún momento, que hay muchas cosas en el cielo y en la tierra con las que tal vez incluso nuestra filosofía siquiera sueñe. Por lo tanto, debemos mantener nuestros corazones y mentes accesibles a cualquier luz que pueda venir de cualquier parte. Incluso si pensamos en las bien conocidas doctrinas como Reencarnación y Karma, puede ser posible mirar el proceso desde un punto de vista un tanto diferente, desde arriba, desde adentro, y no, como usualmente lo hacemos, desde afuera.



Todo nuestro conocimiento es un conocimiento de la mente y es superficial porque la mente, o manas – un término Sánscrito que es mejor que “mente” – es una facultad que sólo se dirige hacia el conocimiento, no conoce a la cosa en sí, pero la interpreta a modo de vibración, deducción y demás. Si te miro y digo que te ves así, que estás vestido con tal y cual color, que tienes esta expresión en la cara, y así sucesivamente, todo eso es realmente una interpretación de la mente de ciertas impresiones que caen sobre mí desde la porción particular de espacio que ocupas.



Para conocer algo debes ser absolutamente uno con la verdad, con la cosa que quieres conocer. Pero la mente siempre mantiene una distancia, y traduce las impresiones recibidas en diversas imágenes e ideas. De este modo, todo el conocimiento mental que poseemos es conocimiento desde una distancia, por medio de la traducción de impresiones, o por medio de la inferencia, y no de la naturaleza intrínseca de las cosas. Si sólo pudiésemos darnos cuenta de que este instrumento del cual estamos tan orgullosos y que ha sido capaz de lograr muchas maravillas en el mundo físico, está plagado de limitaciones, y que lo que conocemos es más la apariencia o la superficie de las cosas que lo que está por detrás de esa superficie, tal vez todos seríamos mucho más humildes de lo que somos en el presente. Mucha gente se niega a sí mi misma la posibilidad de aprender por estar tan seguros de que ya son muy cultos, que saben todo en su absoluta verdad.



Necesitamos comprender la Teosofía, presentarla y trasmitirla al público para mantener las cosas en la perspectiva correcta, de modo que aquello que es de verdadero valor tenga el lugar apropiado en el número de detalles con los cuales podemos haber cargado nuestros cerebros. Debemos discernir entre pura sabiduría o espiritualidad y psiquismo, mediumnidad y cosas de ese tipo, que son completamente diferentes de aquella realización espiritual interna que por sí sola nos establece en el centro de nuestro ser.

El mundo no va ser salvado por ninguna cantidad de revelación psíquica, aunque ésta tenga su lugar y valor. Pero supongamos que me hablas de cosas que no veo, ¿voy a ser muy diferente en mi accionar, comportamiento y actitud hacia las personas, o enfrentando los diversos problemas de la vida? Es todo muy interesante, así como muchas cosas en la Naturaleza son interesantes, y podemos estudiar todo eso. Pero el mundo será salvado sólo por algunas cosas muy simples, como la genuina bondad. Si ese espíritu de bondad estuviese en el corazón de mucha, mucha gente ¿habría guerras, campos de concentración o la interrogación de prisioneros y todas esas crueldades abominables que se han vuelto algo corriente en nuestros tiempos?



Este espíritu de genuina bondad y pureza de vida es esencial. Significa vivir de tal manera que no desarrollemos una sed furiosa por cosas que nunca podrán satisfacernos. Esa clase de condición psíquica de querer tantas cosas que finalmente probarán que son polvo y cenizas en nuestra boca es más causa de tormento que de felicidad. Es necesaria cierta predisposición para examinar las propias supersticiones e ilusiones. Y lo que salvará al mundo es una actitud diferente hacia todas las cosas; de predisposición para aprender, para examinar nuestras propias ideas y ver qué es verdaderamente valioso en la vida.                                                                                  

 (continuará)



Dicen los Vedas: “Todas las inteligencias despiertan con la mañana”… Para aquel cuyo elástico y vigoroso pensamiento avanza al ritmo del sol, el día es una mañana perpetua. No importa lo que el reloj o las actitudes y tareas del hombre digan. La mañana es cuando estoy despierto y hay en mí un amanecer. Hay millones suficientemente despiertos para las tareas físicas; pero sólo uno en un millón está suficientemente despierto para un efectivo esfuerzo intelectual, únicamente uno en cien millones para una vida poética o divina. Estar despierto es estar vivo… Debemos aprender a re-despertarnos y mantenernos despiertos, no por medios mecánicos, sino por medio de una esperanza infinita en el amanecer, que no nos abandona ni en el sueño más profundo. No conozco un hecho más alentador que la habilidad incuestionable del hombre de elevar su vida por medio de un intento consciente.

Henry David Thoreau, Walden

martes, 10 de julio de 2012

Vivir, Morir, Ser


                                                                                                 Antonio Girardi

Plotino
Veo el Camino de las Melodías abrazando continentes y centurias; los seres humanos que han dejado rastros de melodías en sus huellas (cuyos ecos oímos de tanto en tanto) dondequiera que hayan ido; y esos rastros deben llevarnos hacia atrás en tiempo y en espacio,  a un abismo . . . donde el Primer Ser Humano . . . abrió su boca y gritó el primer verso del Canto del Mundo: Yo soy.

Bruce Chain
El cielo estrellado, en una noche tranquila, sugiere la profundidad del espacio estelar, y nuestra realidad como seres humanos toma, por así decirlo, otra dimensión, cara a cara con la grandeza y la belleza que nos domina. Una experiencia similar puede impactarnos ante lo infinitamente pequeño, que devela, día a día, nuevas dimensiones y posibilidades de la materia.

Pero todo el universo emana desde su interior vibraciones de belleza y armonía más allá de las emociones; hay poesía al mirar el cielo en una noche de verano, y hay serenidad cuando se comprende hasta qué punto la materia sustenta nuestro ser a través de una secuencia casi infinita de procesos vitales inteligentes. La ciencia misma está descubriendo, día tras día, cada vez más vastos y más complejos aspectos del mundo y finalmente se está acercando mas y más a una visión del mundo que es característica del esoterismo y el misticismo. Como resultado, el enfoque hacia nuevas dimensiones tan variables y ricas, se está volviendo, en cierto sentido, más y más legítimo.

Entre los pasajes más hermosos del Bhagavadgitā se encuentra el diálogo entre Krishna y Arjuna sobre la realización según el Sānkhya: “Sabed que Aquel que todo lo penetra es indestructible. Nadie puede destruir a este imperecedero Ser” (II.17). Y nuevamente: “Porque, en verdad, del nacimiento dimana la muerte y de la muerte el nacimiento” (II.27). A la luz de la Vedānta, Ātman o el SER es el noúmeno que está en nosotros, y es idéntico a AQUEL – a Brahman. “Eso eres tú” es la máxima Vedantina más famosa de los Upanishads. Mientras reconocemos el valor de las numerosas elaboraciones que existen, no puede haber completa satisfacción en el campo del conocimiento o la mera descripción. Lo sagrado no pertenece al tiempo, al pensamiento o al devenir. Pero si el pasado y el futuro están dentro de la esfera del tiempo, el presente nos permite hacer una conexión más íntima con el ser. En el “aquí y ahora”, la vida y la muerte coexisten en un todo unido y la observación no es un hecho separado. En una “realidad” marcada por la aparente mutación de las cosas, el milagro del amor y la belleza son entonces posibles. La larga serie de “inventarios” y descripciones del mundo cede al silencio. El tiempo, la muerte y otras realidades no condicionan al ser que “es”.


El camino del Corazón
A través de la historia, los sucesos han mostrado por un lado, la gran fuerza del egoísmo, del miedo y la ignorancia, y por otro, la constante presencia de una sabiduría, que se ha expresado a sí misma tanto en las más singulares formas poéticas y filosóficas, como en la vida cotidiana.

Esa sabiduría, encarnada en individuos conocidos o desconocidos, contiene profundos conocimientos expresados en culturas diferentes de distintas formas. Sin embargo, es siempre una expresión de ese algo inefable que unifica y que siempre ha caracterizado a la humanidad. Ya enfatizaba Jiddu Krishnamurti el hecho de que psicológicamente la humanidad no ha dado, durante el último milenio, ningún paso significativo hacia adelante en el camino de la comprensión y la unidad. El “leitmotiv” de las enseñanzas de Krishnamurti, concretamente, la afirmación de que el conocimiento como “acumulación” va en detrimento del progreso humano y que es uno de los más grandes obstáculos para el florecimiento del verdadero conocimiento, es de un profundo significado. Pero esta afirmación de Krishnamurti, no es una declaración aislada. El despertar en el ser humano debe pasar por “ponerle fin al mundo conocido” en lugar de continuar con una compleja elaboración de conocimiento codificado. Si esto es considerado como una hipótesis de trabajo para evaluar sus consecuencias, pareciera ser que en la raíz de esto hay una filosofía bastante similar a la del Budismo original. Nuestra ‘Realidad’ es impermanente e ilusoria. El sufrimiento es causado por el deseo. Liberarse del deseo es liberarse del sufrimiento – no existe el “Yo” separado de la personalidad, o podemos decir que la separación entre el sujeto que observa y la cosa observada es la principal causa de la ilusión sensoria.

Pero en el trasfondo del mensaje de Krishnamurti hay también permanentemente un estado unitario de conocer que emerge cuando uno se libera a sí mismo del mundo conocido. Él elige conscientemente no definir ese estado, pero, especialmente a través de su poética elocuencia, da una vislumbre de la luz que existe mas allá de la puerta de la percepción sensoria, la cual es limitada. Es particularmente en sus conferencias de joven, y en su Diario y cuaderno de notas, que él expresa esto con gran fuerza y profundidad.

Krishnamurti escribe en sus notas del 20 de septiembre de 1973: 

El mundo que te rodea está fragmentado y así estás tú, y su expresión es el conflicto, la confusión y la miseria; tú eres el mundo y el mundo eres tú. Sensatez es vivir una vida de acción sin conflicto. La acción y la idea son cosas contradictorias. Ver es actuar y no la ideación primero y la acción luego de acuerdo a la conclusión. Esto genera conflicto. El mismo analizador es lo analizado. Cuando el analizador se separa como algo diferente de lo analizado, él crea conflicto, y el conflicto es la zona del desequilibrio. El observador es lo observado y en eso yace la sensatez, la totalidad, y en lo sagrado está el amor. (Diario – J. Krishnamurti).


Pero en ese caso, ¿qué se hace con todo el conocimiento acumulado por la humanidad a través de la historia? Sólo puede haber una doble respuesta: Por un lado, el conocimiento debe ser conservado en forma concreta, enfrentado y explorado en profundidad, en toda su riqueza. Por otro lado, el mismo conocimiento, que sirve para romper las barreras de nuestra ignorancia, debe ser abandonado psicológicamente para evitar que estropee la libertad de investigación, la única que puede llevarnos a un conocimiento completo.

La característica especial del ser humano es su intuición de la Verdad, del Ser. El ser humano es capaz de comprender que los idiomas limitan el entendimiento, pero al mismo tiempo, son un medio de comunicación. Una idea, un impulso poético, una tradición, es transmitida a los demás a través del lenguaje y por consiguiente, ese lenguaje no puede ser verdadero, aunque pueda sugerirla, dar una vislumbre, ponerla de manifiesto. Cuando Pilato preguntó a Jesús qué es la verdad, Jesús no respondió, siendo conciente que uno no puede describir la verdad en palabras. 

Este aspecto de la dimensión humana devela una especie de grandeza intrínseca: el místico, el poeta y el ser humano que es capaz de soñar y no sólo de imaginar, logra transmitir verdaderamente, aún por medio de palabras, una ardiente sed por el amor y por la unidad que alcanza al TODO. 

Jalal ud-Din Rumi escribió: 

Límpiate de los atributos del “yo”, a los efectos de contemplar tu propia esencia pura y contemplar en tu corazón todas las ciencias de los profetas – sin libros, profesores, ni maestros. El libro de los Sufis no está hecho de tinta y letras, simplemente consiste de un corazón tan puro como la nieve. 

Estas palabras de Rumi no son tan diferentes de las de Krishnamurti. Algunos milenios antes, el Bhagavadgitā registró los maravillosos diálogos entre Krishna y su discípulo favorito, Arjuna: 

El que ve que la Materia es la que en verdad realiza todas las acciones, y que el YO no actúa, realmente ve. (XIII.30). 

Dando un gran salto hacia adelante en el tiempo, llegamos a las movilizadoras páginas de La Voz del Silencio, “traducido” por Helena Petrovna Blavatsky: 

Aparta tu mente de todos los objetos externos, todas las visiones externas. Detén las imágenes internas, para que no proyecten una sombra oscura en la luz de tu alma. (La Voz del Silencio – Fragmento Primero) 

De este modo, cada ser humano es una clase de “punto” localizado en una “red” que gira en varias dimensiones. Cada uno expresa en el espacio y en el tiempo una totalidad de valores y situaciones que nos llevan a actuar como lo hace un actor que desempeña un determinado rol, en un escenario que esta más o menos iluminado.

Es muy importante tratar de estar conscientes de esto para comprender las causas de las divisiones que alimentan nuestra ignorancia. El conocimiento de las tradiciones que inciden en nuestra vida diaria es un elemento importante para determinar nuestra situación existencial y darnos cuenta de nuestra posición personal como un “punto en la red”. Pero si permanecemos apegados a ese “punto”, si no nos disponemos a ir más allá de él, nunca llegaremos a una comprensión holística de la vida.

Por consiguiente, uno debe abandonar psicológicamente este “punto”. Para hacer esto, debemos seguir el sendero del corazón, que nos enseña a hollar el camino del medio, a tener fe en la bondad eterna de todas las cosas y a recibir con serenidad y entusiasmo las diversas situaciones de la vida. 

Bernardino del Boca escribió poéticamente: 

Cada uno de nosotros tiene una lira mágica. Ella es un espejo resonante que repele lo malo y atrae lo bueno. Esa lira mágica es nuestra Alma. Pero es indispensable saber que somos un alma que vibra en armonía con la vida, en el presente, exenta de cualquier tipo de ilusión. 

Es entonces el camino del corazón que nos pone en contacto con los sueños que la vida nos ha confiado como una expresión pura de nuestro ser. Es un camino de equilibrio que utiliza al espíritu y a las emociones para desarrollar la razón y los sentimientos. Su esencia está representada por los cuatro fuegos puros de la tradición Budista: simpatía, amor, compasión y ecuanimidad. Pero el amor, al tener un carácter universal, merece algunos comentarios adicionales.


La conciencia del Bodhisattva

Ciertamente el amor es omnipresente, ya que uno lo encuentra en todos los niveles. Si consideramos el esquema septenario, típico de la Teosofía, con sus subdivisiones de la realidad humana en los diferentes planos, arribamos a lo siguiente: Por un lado, podemos contemplar la posibilidad de una fuerza universal y universalizadora como el amor, que asume los matices y colores típicos de cada plano.

Por otro lado, el amor puede ser la fuerza que materializa los planos de conciencia del ser humano, asociando directamente lo finito con lo infinito, permitiendo al ser humano encontrar la eternidad en el tiempo, dando al ser y al no-ser la misma fuerza y la misma dignidad.

Nuestra reflexión sobre el amor debe también considerar al menos dos afirmaciones importantes descriptas en “Los Siete Portales”, impresas bajo el título general La Voz del Silencio: 

Todo es impermanente en el hombre, excepto la pura y brillante esencia de Ālaya. El hombre es su rayo cristalino; un haz de luz inmaculado en lo interior, una forma de barro material en la superficie inferior. Ese rayo es el guía de tu vida y tu verdadero Ser, el Observador y el Pensador silencioso. . . (La Voz del Silencio – Fragmento Tercero) 

La segunda apunta a la realización de un Bodhisattva: 

Sabe, que la corriente del conocimiento sobrehumano y la Sabiduría de los Devas que tú has adquirido, debe, desde ti, canal de Ālaya, ser vertida en otro cauce. 

Sabe, Oh Naljor, tú del Sendero Secreto, que sus puras y frescas aguas deben ser usadas para endulzar las amargas olas del océano – ese poderoso mar de sufrimiento formado de las lágrimas humanas. 

¡Ay de ti! Una vez que te hayas vuelto como la estrella fija en el alto cielo, ese brillante y celestial lucero debe brillar, desde las profundidades del espacio, para todos – salvo para sí mismo; dar luz a todos, pero de nadie tomarla. 

¡Ay de ti! Una vez que te hayas tornado como la pura nieve en los valles de las montañas, fría e insensible al tacto, tibia y protectora para la semilla que duerme profundamente bajo su seno; es ahora esa nieve la que debe recibir la helada penetrante, las ráfagas del norte, protegiendo así de sus dientes afilados y crueles la tierra que guarda la cosecha prometida, la cosecha que alimentará al hambriento. (La Voz del Silencio – Fragmento Tercero)


Amor es Meditación

La meditación en el amor nos lleva a una comprensión real de la vida y la muerte. Parafraseando a Platón, mientras el amor sea considerado como un substituto para la pobreza y la necesidad, es probable que la lógica humana permanezca apegada a un concepto de acumulación y consumo. Si, por el contrario, el ser humano logra vaciar su mente de todo condicionamiento y todo dogma, abriéndose con plena confianza a la meditación en el Ser, será posible que el Amor florezca e irrumpa dentro de nuestras vidas – una verdadera revolución interna.

De este modo, los vehículos (cuerpo, emociones y pensamientos) pueden estar abiertos a la invasión de la luz interna que ilumina el camino y señala a la Unidad de Vida como la raíz de la Fraternidad Universal sin distinciones. La conducta moral (Dharma) cesará entonces de imponerse desde fuera sobre la base de la autoridad, para ser, por otro lado, identificada con el respeto por la vida en sí misma y su esencia.


Krishnamurti escribió:

El amor . . . estaba en todas partes, tan común que hasta podías encontrarlo bajo una hoja marchita o en ese jazmín cercano a la antigua casa derruida. Pero todos estaban ocupados, atareados y perdidos. El amor estaba allí, llenando tu corazón, tu mente y el cielo; permanecería y nunca te dejaría. Solamente tú tendrías que morir a todo, sin raíces, sin una lágrima. Entonces él vendría a ti, si fueras afortunado y dejaras para siempre de correr detrás de él, pidiendo, esperando, llorando . . . . 

El florecimiento de la meditación es bondad. . . . Florece sólo en la libertad y en el desvanecimiento de aquello que es. Sin libertad no hay auto-conocimiento, y sin auto-conocimiento no hay meditación. El pensamiento es siempre insignificante y superficial, no importa cuánto pueda vagar en busca de conocimiento; adquirir cada vez más conocimiento no es meditación. Esta florece sólo en la libertad de lo conocido y se va marchitando en lo conocido. (Diario – J. Krishnamurti).

lunes, 2 de julio de 2012

Algunos aspectos interesantes de la Meditación


                                                                                        I. K. Taimni
La palabra "meditación" incluye una gran variedad de ejercicios mentales practicados por personas que se sienten animadas por algún tipo de ideal espiritual y se han propuesto realizar dicho ideal en su vida, por lo menos hasta cierto punto. Dado que la actividad y la disciplina de la mente que comprende la meditación abarcan un muy extenso campo, no es fácil tratar aquí el tema en forma sistemática ni en toda su amplitud. Se considera que todos cuantos lean este artículo estén familiarizados con los aspectos generales de la meditación; y por lo tanto, aquí nos limitaremos a tocar unos pocos aspectos interesantes de la misma que no son de comprensión general, pero que, a la vez, encierran interés vital para quienes aborden con plena seriedad los problemas de la vida interna y no quieran practicar la meditación como mera rutina.
Tampoco es fácil definir el propósito de la meditación, ya que depende de la base mental del individuo, de su temperamento y de su evolución espiritual. Pero puede indicárselo, en los términos más generales, diciendo que dicho propósito consiste en llevar la personalidad inferior a contacto consciente con el Yo Superior, haciendo, de este modo, que dicha personalidad perciba cada vez mejor su origen, destino y naturaleza, que son todos divinos. Todos aquellos que meditan regularmente –porque consideran dicha ciencia como parte de una disciplina espiritual sistemática– necesariamente han de creer que tras el mundo físico se oculta otro, real, espiritual, de inimaginable esplendor; y que es posible para el ser humano ponerse en contacto, por medio de la meditación, con ese mundo interno, en medida cada vez mayor. Porque, de no ser así, no habría motivo para entregarse a esta clase de actividad mental.
El mundo de la Realidad se halla oculto dentro de la mente de todo ser humano, y puede conocerse más y más, al penetrar progresivamente en niveles más profundos de la mente. Por eso es necesario, en toda verdadera disciplina espiritual, no sólo ejercitar el principio pensante de diversos modos, sino también entrar en sus profundidades por medio de la meditación.
El conocimiento ordinario puede adquirirse mediante la actividad mental que se limite a lo que puede llamarse la superficie de las cosas, a la observación de los fenómenos físicos, al acopio de datos sensoriales, y al trabajo sobre dichos datos mediante procesos intelectuales de comparación, razonamiento, etc. Pero el conocimiento acerca de los mundos invisibles y más sutiles, de naturaleza mental, que se encuentran ocultos tras del mundo físico, no puede adquirirse de ese modo. Es necesario introducirse en las capas más hondas de la mente y de la conciencia, por medio de técnicas bien definidas que forman parte de la disciplina del yoga.
La diferencia que existe entre estos dos tipos de actividad mental puede comprenderse comparándola con las técnicas de la natación. El individuo que haya aprendido a nadar por la superficie del agua puede explorar todo cuanto se encuentre en ella; la totalidad del mundo que se halla en contacto con la extensión de los océanos está abierto a su observación e investigación. Pero muchos otros mundos, en variedad infinita, se ocultan bajo la superficie, en diferentes lugares y a diversas profundidades, y sólo podrá ponerse en contacto con esos mundos e investigarlos cuando aprenda a sumergirse, a pasar del exterior a las honduras del agua; el proceso de nadar por debajo es algo distinto de la natación corriente, presenta problemas diferentes y necesita técnicas diversas. La diferencia entre la actividad mental corriente y la meditación es de índole análoga a la que existe entre las dos clases de natación.
El proceso ordinario del pensar, aunque sea profundo y se proponga un fin determinado, implica solamente movimientos mentales a nivel de superficie. En el razonamiento riguroso, que representa quizás la forma superior y más difícil de este tipo de actividad, la mente actúa de modo disciplinado, pero su movimiento sigue siendo por encima, si podemos expresarnos así; no es un movimiento que lleve a un nivel cada vez más hondo de la mente; ésta puede entregarse a una actividad concentrada y prolongada, pero mientras actúe de ese modo solamente estará en relación, y por lo tanto podrá conocer, únicamente, lo que se relaciona con la vida externa. Todos los logros en el reino de la razón, hasta los de más notable índole, son asequibles a esta clase de actividad mental, pero los mundos más sutiles y reales que se ocultan en capas más profundas, no pueden explorarse ni conocerse por tales medios. Porque ello requiere una diferente clase de actividad, que puede definirse como movimiento de la mente en profundidad. En este tipo de funcionamiento, también actúa la mente, por supuesto, pero el individuo trata, al mismo tiempo, de ingresar progresivamente en su naturaleza íntima. Lo que significa este movimiento de la mente en profundidad se entenderá plenamente al estudiar los Yoga-Sutras de Patanjali.
Esta idea contiene probablemente la clave del éxito en la meditación, y muestra por qué, en la mayoría de los casos, esta disciplina no alcanza a lograr su verdadero fin, a saber: el contacto progresivo con las zonas más ocultas de la mente gracias a un poder de percepción cada vez mayor. Ese movimiento hacia lo recóndito, necesario para el éxito de la meditación, requiere, naturalmente, no sólo una clase de movimiento algo distinto, sino también un esfuerzo mayor.
Casi todos los que hemos aprendido a usar con eficiencia nuestra mente, no nos damos cuenta que ejercitarla en un tipo determinado de actividad llega, después de cierto tiempo a no necesitar casi esfuerzo alguno; en realidad, no llegamos a ser realmente eficientes hasta que esa actividad se realiza sin ningún esfuerzo. El orador ya bien dotado de experiencia, una vez que ha dominado la técnica de escoger y ordenar sus ideas, puede levantarse y hablar durante el tiempo que quiera, con toda fluidez, sin ninguna interrupción. El periodista ya ducho en sus tareas toma la pluma y llena página tras página de comentarios, casi sin esfuerzo alguno; le basta con elegir sus ideas de entre el diluvio de material escrito que fluye de las prensas, y expresarlas en forma vívida, llamativa. Porque una vez que se ha dominado la técnica de poner en orden las ideas y de expresarlas con efectividad, el resto es cosa fácil.
Esto, como bien salta a la vista, no se diferencia mucho del aprendizaje de la natación. Una vez que la persona ha adquirido la destreza necesaria para mantenerse a flote, nadar se reduce a una simple cuestión de resistencia física y de ejecutar ciertos movimientos corporales; ya no se necesita especial esfuerzo, en el verdadero sentido de la palabra, para seguir nadando.
Casi todas nuestras actividades mentales pertenecen a este tipo. Nuestra mente avanza por los surcos habituales, o se ejercita, casi sin esfuerzo, en hacer las cosas cuya técnica tiene ya dominada en mayor o menor grado; no tiene que mantenerse concentrada ni impulsada en una determinada dirección por un movimiento de la voluntad o por la dominadora atracción de un objeto a lograr, o de un problema a resolver. Por tanto, no se la emplea habitualmente para un esfuerzo sostenido, encaminado hacia un objetivo bien definido, y motivado por la presión continua de la voluntad o de la atracción que es, precisamente, todo lo que se requiere para el éxito de la meditación.
Así pues, el mero hecho de sentarse en determinada postura y de hacer que el pensamiento produzca una serie bien hilvanada de ideas sobre un determinado tema, no es verdadera meditación, aun cuando esto es lo que casi todo el mundo realiza. Es evidente que este tipo de ejercicio mental es, en realidad, lo mismo que escribir un articulo sin pluma ni papel o como dar una conferencia sin hablar. Tampoco puede considerarse como meditación, en el verdadero sentido de la palabra, la práctica corriente de permitir que la mente se mueva a lo largo de acostumbrados y ya muy recorridos surcos creados por la repetición de textos religiosos, aunque esto es lo que hacen casi todas las personas religiosas cuando "meditan" durante su diaria observancia.
Es tendencia general la de convertir todo tipo de actividad necesaria en una rutina, a fin de que la mente no se vea obligada a un gran trabajo ni tampoco tenga que elegir entre diferentes modos de acción o entre diferentes ideas. Esto es lo que motiva, también, la gran popularidad de los rituales en el cumplimiento de los deberes religiosos; el propósito consiste en tener, por lo menos las formas de la vida religiosa, aunque carezcan de sustancia. Pero, cualquiera puede darse cuenta que, en tales condiciones, el estancamiento resulta inevitable. Acaso, no haya, en el sendero de desarrollo espiritual, obstáculo mayor que el falso sentido, de logro y seguridad que engendra la rutina.
Y, ¿por qué no es posible producir el estado mental necesario, cuando nos sentamos a meditar? Primeramente porque nuestro interés por las cosas sobre las cuales queremos meditar carece de la necesaria intensidad y profundidad. Probablemente, nos imaginamos que queremos hallar la realidad que creemos escondida dentro de las capas profundas de nuestra mente y conciencia, pero se trata de un mero pensamiento vago, motivado por un deseo igualmente vago; no hay propósito claramente definido y dinámico; no hay intensidad de deseo, en el trasfondo, de resolver los problemas de nuestra vida interna y de descifrar los misterios de nuestra existencia.
Para hacernos una idea cualitativa de este tipo especial de estado mental necesario, hemos de recordar la tremenda intensidad de propósito y de concentración que caracterizaba, por ejemplo, a un hombre de ciencia como Edison cuando trabajaba en alguno de sus inventos; su pensamiento se hallaba tan profundamente absorto en la consecución de su propósito, que hasta se olvidaba de comer y de dormir. Esa es la clase de estado mental necesario para la verdadera meditación, y cuando existe, los resultados se producen rápidamente, como queda señalado en los Yogas-Sutras I, 21.
Y no existe semejante estado, porque no hemos cumplido con ciertas condiciones básicas para hollar el sendero de desenvolvimiento espiritual por medio de la meditación. No nos damos cuenta realmente de las tremendas ilusiones y limitaciones en medio de las cuales vivimos nuestra vida actual; y, por consiguiente, no existe en nosotros el impulso necesario para sali de tal condición. Las atracciones de las cosas de aquí abajo son demasiado poderosas, y generan una fuerza irresistible para distraer la menta. A su vez, ésta no ha sido adecuadamente adiestrada para realizar tareas de calidad que nos hayamos propuesto. El ideal no nos atrae con suficiente fuerza. En suma: no poseemos los requisitos esenciales.
Precisamente con objeto de que se produzcan las condiciones adecuadas para el éxito en la práctica es por lo que todos los verdaderos sistemas de cultura espiritual insisten en la disciplina preliminar de la mente y el carácter. En el bien conocido Sadhana-Chatushthaya, el sistema cuádruple de perfeccionamiento de sí mismo, es necesario adquirir, ante todo, los cuatro requisitos básicos para hollar el Sendero. Estos se llaman en sánscrito Viveka, Vairagya, Shattsampatti y Mumukshuttva. Sólo cuando se llega a un estado bastante avanzado de progreso es cuando se emprende la práctica intensiva, a fin de abrir los canales entre lo inferior y lo superior y establecer el centro de conciencia en los planos superiores de manifestación.
Al recorrer el sendero de Raja-Yoga reseñado en los Yoga-Sutras, el aspirante tiene que practicar primero el Bahiranga o Yoga Externo, a fin de entrenarse para llegar a la meditación en sus tres etapas de Dharana, Dhyana y Samadhi; no se espera de él que ni siquiera comience con Dharana hasta que haya dominado la cuarta técnica, Pranayama, según se evidencia en el Sutra II, 53. En todo sistema de Yoga, se cuenta con que el candidato posea ya los requisitos básicos para la práctica, aunque ello no se menciona específicamente; si no los posee en grado suficiente, primero se le obliga a someterse a rigurosa preparación, a ese objeto. Solamente en pseudosistemas de Yoga es donde ciertos llamados Gurús toman discípulos y los inician en los misterios de la "meditación trascendental" o Samadhi, sin enterarse siquiera de si poseen las calificaciones o la capacidad necesaria a ese objeto. Porque, si lo hicieran, ello afectaría gravemente la magnitud de su clientela.
Aquellos de nosotros que no logramos éxito en la meditación, deberíamos hacer un buen examen de conciencia y un buen autoanálisis. Ello nos capacitaría para ver, con nuestros propios ojos, que la causa fundamental del fracaso reside, probablemente, en una grave carencia de fervor y de diligencia; hemos emprendido el método antes de querer, de anhelar de veras aquellas cosas que son objeto de la meditación. Es como poner el carro delante del caballo. Tenemos que darnos cuenta que existen problemas, antes de emprender la solución de esos problemas. El objeto de la disciplina consiste en resolver los problemas de la vida interna por medio de la introducción en los estratos escondidos de la mente y la conciencia, que es donde únicamente puede hallarse la solución de dichos problemas; pero si ellos no existen para nosotros, es inútil sentarse a meditar día tras día en cómo resolverlos. La meditación no es un fin en sí misma; es meramente un medio para lograr un fin.
Recuerdo, a este respecto, la mentalidad de muchos estudiantes que vienen a la universidad para dedicarse a la investigación; quieren llevar a cabo investigaciones, pero si se les pregunta cuáles son los problemas que quieren resolver, dan el silencio por respuesta. Es preciso entonces, presentarles un problema para que trabajen sobre él. En la vida académica es posible primero querer dedicarse a la investigación, y buscar el asunto después, porque el objeto que persiguen esos estudiantes no es realmente esa investigación en sí, sino lograr la preparación que les permitirá efectuar investigaciones después que salgan de la universidad. Pero para el aspirante a la vía superior, que tiene que penetrar en los campos desconocidos de la mente en virtud de sus propios esfuerzos, semejante actitud es evidentemente imposible, porque en su caso no habría incentivo y, por tanto, no existiría –para la mente– el impulso de abandonar el reino de lo conocido y adentrarse en sí misma para descubrir lo que yace oculto en el interior de los estratos más hondos de su conciencia.
Solamente cuando estos problemas son reales, y se han planteado como resultado de nuestra reflexión profunda y de nuestra experiencia; cuando no son interrogantes que hemos creado artificialmente, o que hemos tomado de los demás, es cuando nuestra facultad intuitiva comienza a actuar en la meditación, y empieza a brotar naturalmente de nuestro interior el conocimiento espiritual que arroja luz sobre tales problemas.
No debiéramos olvidar que al emplear la mente en la meditación real, estamos tratando de habérnoslas con las realidades de la vida, y que debiera haber en nosotros, no solamente problemas reales, sino un empeño también real por resolverlos. La intuición no puede funcionar sino en este tipo de atmósfera de autenticidad, y si no existe en nosotros el grado necesario de sinceridad, de verdadero empeño, nos faltarán precisamente las calificaciones esenciales para lograr el conocimiento intuitivo que viene de adentro, y necesariamente la meditación será estéril y se convertirá en una frustración.
Cuando los problemas de la vida interior cobran realidad para nosotros, no solamente saturan toda nuestra vida, sino que su solución adquiere carácter de urgencia. Hasta cuando la mente inferior se halla ocupada en actividades externas, la mente superior, en el trasfondo, está cavilando constantemente sobre estos problemas y buscándoles solución. Esta constante consideración sobre un problema se llama en sánscrito Bhavana, y forma parte –necesariamente– de la verdadera meditación que pone en juego la facultad intuitiva; el efecto de este constante cavilar se realza aun mas por medio de Japa, por la cual la potencia presente en el "sonido" se utiliza a fin de reforzar el efecto del pensamiento. A la luz de lo que se ha dicho anteriormente, podrá comprender el estudiante la significación del aforismo I, 28 de los Yoga-Sutras.
Es necesario tener cuidadosamente en cuenta que todo conocimiento referido a las realidades espirituales de la vida se obtiene, no por medio de la facultad intelectual de la razón, sino mediante la facultad de la intuición, poco conocida en general, y sospechosa para muchos. La verdadera intuición no es, como suponen las personas de mentalidad esencialmente materialista, una capacidad de barruntar la verdad de modo misterioso pero no digno de confianza. Es la facultad de percepción directa de la verdad que se produce cuando, en alguna forma, la conciencia del buscador se sintoniza con la conciencia Divina. En esta última todas las realidades de la existencia se hallan externamente presentes en su verdadera forma; al ejercerse la intuición corriente en las primeras etapas, la conciencia del investigador salta, como si dijéramos, por encima de las barreras del intelecto, y mediante la percepción directa puede aprehender cualquier realidad, por lo menos parcialmente. En Samadhi se produce el mismo resultado de manera controlada y científica, y, por consiguiente, la percepción es entonces completa y libre de defectos. La naturaleza misma de todos los hechos espirituales de la existencia es tal, que no es posible entenderlos por ningún otro método. Aquellos que buscan los secretos fundamentales del universo por medio de los telescopios, y los secretos esenciales de la vida humana a través del microscopio, jamás hallarán lo que buscan; la naturaleza misma de las cosas frustrará sus designios.
Dado que la intuición es la facultad de captación directa, sin ayuda de instrumentos intermedios, se halla libre del error y de la inevitable influencia deformante que en aquella introducen los vehículos de conciencia. Toda imperfección que pueda presentarse en su ejercicio se deberá a los defectos de la mente transmisora a través de la cual se ejerce y que interpreta el conocimiento; si la mente es pura y se halla bien armonizada, carece de importancia la escasez de su desarrollo, salvo cuando es preciso interpretar y formular dicha percepción en términos de intelecto a fin de comunicarla a los demás. Así, muchos santos que alcanzaron alto desenvolvimiento espiritual eran iletrados; la falta de un intelecto bien adiestrado les impedía interpretar y transmitir de modo satisfactorio a los demás las verdades de la vida interior, pero no afectó nunca la percepción que de tales verdades habían alcanzado.
La efectividad de la facultad intuitiva depende de su poder de penetración; mientras más fuerte sea la misma –llamada Viveka-Khyati en los Yoga-Sutras– más profundas serán las verdades que alcanzará a percibir, y más amplia será su visión, a la vez que más profunda. Alcanza la cima de su poder de penetración cuando puede traspasar todas las complejidades y la aturdidora variedad de la existencia condicionada y percibir que todo ello procede de la Realidad Única y que en ella existe. Así pues, el desarrollo de la intuición no es cuestión de agregar, de acumular, de ir construyendo algo; es cuestión de aguzar la facultad de percepción de modo que pueda atravesar la intrincada maraña de ilusiones y obstrucciones que oscurecen nuestra visión espiritual. Es por eso que la purificación, la renunciación y la armonización desempeñan un papel más importante en el avance por el Sendero de Santidad que la adquisición de conocimientos.
Dado que la intuición es elemento tan decisivo en la meditación, convendrá detenernos un tanto en la consideración de la manera cómo aparece en la conciencia el conocimiento intuitivo, en las primeras etapas. La visión directa de las realidades de la vida espiritual, en el sentido más pleno de la palabra, solamente se alcanza en Samadhi, pero el estudiante no necesita esperar hasta entrar en esa avanzada etapa de la disciplina del Yoga para obtener alguna experiencia cualitativa del conocimiento intuitivo. Es posible lograr experiencias bien definidas de este tipo de experiencia, siempre que existan, al menos hasta cierto punto, las condiciones necesarias al funcionamiento de dicha facultad. De hecho, no solamente es posible, sino necesario, llegar a este tipo de experiencia, porque nos demuestra que ha comenzado a abrirse el canal entre la naturaleza intelectual y la espiritual y, con ello, que ha empezado a realizarse por lo menos parcialmente la finalidad de la meditación.
Es cosa extraordinariamente alentadora obtener experiencias de este género, aunque sea en forma ocasional, porque nos aseguran de modo muy preciso que existe dentro de nosotros una fuente inagotable de conocimiento espiritual, y que nos es posible aprovechar de esa fuente, mediante una progresiva sintonización con ella. Por supuesto que ya creíamos todo esto como posibilidad teórica, pero es cosa muy distinta darnos cuenta de un modo tan vívido, que nuestra creencia se basa en un hecho real, y que es posible utilizarla en la práctica. Una vez lograda esta positiva certeza, cada vez nos volvemos más hacia nuestro interior en busca de todo lo que necesitamos para nuestro progreso, y así echamos los cimientos de la auténtica vida oculta, centrada en nuestra Divinidad.
Para comprender cómo funciona la facultad intuitiva en las primeras etapas del adelanto espiritual, es necesario formarse alguna idea de la diferencia existente entre el conocimiento superior tal como vive en los planos del Espíritu y tal como aparece en los planos de la mente inferior. En los planos superiores, existe desembarazado de la mente inferior y vive en su Svarupa o forma verdadera. En los planos inferiores, se reviste de la mente concreta, y solamente puede existir en su Rupa, o sea, en forma de conceptos y de ideas. Por consiguiente, cuando la sabiduría desciende a la región de la mente inferior, tiene que tomar como cuerpo un concepto o un conjunto de ideas, lo mismo que Atma, o el espíritu, tiene que revestirse de un cuerpo cuando ha de funcionar en el plano físico. En tales condiciones, el verdadero entendimiento espiritual sirve de alma al concepto intelectual presente en la mente inferior; pero hay una tremenda diferencia entre ese concepto, animado e iluminado por la sabiduría, y un concepto formado por la mente como resultado del mero estudio intelectual y desprovisto de toda percepción espiritual; el primero de dichos conceptos es cosa viva, es dinámico y de gran significación para el aspirante; el segundo es un mero conjunto de ideas, divorciado de la Vida e incapaz de proporcionar inspiración o satisfacción al individuo.
Las anteriores consideraciones ofrecen una explicación de cómo el saber surge de nuestro interior como resultado del funcionamiento de la facultad intuitiva; parece venir como de ninguna parte, sin aviso, y en su primer impacto sobre la mente aparece como un simple vacío, sin forma ni sustancia; pero pronto parece, como si dijéramos, cristalizarse siguiendo un patrón consistente en ideas que le dan forma y sirven para corporizar su significación. Esta manera de expresarse de la mente inferior recuerda la de un cohete que, en una función de fuegos artificiales, asciende hacia el cielo surgido de no se sabe dónde, y luego estalla en una lluvia de chispas de colores que relucen espléndidamente sobre la negrura del cielo nocturno. Hay un momento en que es apenas una delgada línea de luz sobre las tinieblas, pero ese delgado fulgor anuncia un exquisito despliegue de brillantez y color, y poco después se ha transformado en verdadera lluvia de estrellas que ilumina el firmamento, revelando todo el esplendor que guardaba en su seno.
Es característica propia del conocimiento intuitivo, al aparecer de este modo, que inmediatamente quede encerrado en un receptáculo mental, apenas toca con su primer impacto a la mente. Lo único que se necesita para lograr tal resultado es dirigirla hacia él con plena atención; entonces, queda registrado y toma forma, de modo natural, rápido y sin esfuerzo. Esta expresión diáfana y como espontánea revela su origen intuitivo y forma parte inherente de su naturaleza. Pero esa expresión necesita de una mente alerta y receptiva que posea la pronta disposición y la capacidad necesarias para revestirlo de una forma adecuada, y, al mismo tiempo, ponerse a un lado, sin intervenir por el momento. El poeta convertirá inmediatamente ese chispazo de intuición en un poema inspirado, el músico en una sinfonía, el matemático en un teorema, el filósofo en un concepto, el artista plástico en una bella forma concreta; toda demora o falta de atención se traducirá en que el celeste visitante retroceda, se aleje y quizás haga menos frecuentes sus visitas.
Este proceso que acabamos de indicar no representa sino una de las maneras cómo puede aparecer el conocimiento intuitivo en la mente del aspirante. Misteriosos e imposibles de predecir son los caminos del Espíritu; no siempre se ajustan a un patrón fijo, ni tampoco responden a idéntico grado de intensidad o de iluminación. Pero siempre que el conocimiento desciende de esas elevadas regiones, lleva el sello distintivo del Espíritu, y quien lo recibe puede siempre identificarlo; no hay confusión ni aturdimiento cuando el espíritu se comunica; solamente puede haber iluminación, aunque sea ésta de diferentes grados, lo que dependerá de la capacidad de quien la reciba.
El saber que en esta forma aparece en la mente no deberá confundirse con las experiencias de índole psíquica que adoptan la forma de visiones o sonidos de diversas clases, y que se originan en la naturaleza psíquica del hombre; aunque generalmente resulten espectaculares, estas experiencias carecen de certidumbre, de la seguridad y la confiabilidad que caracterizan a todas las manifestaciones del Espíritu; el hecho de que frecuentemente produzcan excitación e ideas de vanagloria acerca del propio progreso espiritual basta para mostrar su origen inferior. Todas las expresiones del Espíritu van asociadas a imperturbabilidad e impersonalidad indescriptibles, y aunque las acompaña un influjo de paz y poder, no hay excitación de ninguna clase.