domingo, 27 de enero de 2013

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE UNA VISIÓN TEOSÓFICA DEL MUNDO



Este artículo fue publicado en The American Theosophist, Julio de 1983.

Por Emily Sellon *
La visión del mundo que cada individuo posee se deriva de muchas dimensiones
de experiencia (incluyendo aquéllas tácitas y no tan bien reconocidas, y las que se
afirman de manera consciente), pero tal visión está fundamentalmente basada en el
concepto que uno posee de la realidad. Cuando nos referimos al mundo, no nos
estamos refiriendo a los hechos de la existencia relativos a las cosas y eventos conque
tropezamos, sino más bien a ese conjunto básico de metáforas por medio de las cuales
interpretamos todo. Son éstas las que constituyen nuestra realidad personal, la verdad
tal y como la percibimos, la forma en que el mundo se nos presenta en su totalidad.
Cada era y cada cultura desarrollan su propia y privilegiada visión del mundo, y
todo individuo nacido en determinada cultura participa de ella. Todos somos
responsables del mundo en que vivimos y tenemos que responder ante él. Incluso si
vemos nuestro papel como de activa oposición a la visión del mundo que prevalece y
luchamos por cambiarla, vemos que se trata de un papel que ha sido creado para
nosotros por las circunstancias.
Hasta aquellos de nosotros que buscamos los valores que trascienden los
beneficios materiales, sufrimos también de las limitadas condiciones impuestas por
nuestra cultura, porque ellas representan una particular y penetrante manera de mirar
las cosas y, en consecuencia, de percibir el mundo en que vivimos, que en este caso es
un mundo cuya realidad es primeramente material, que juzga la excelencia por medio
de recompensas y reconocimiento. (¿Y cuántos hay entre nosotros capaces de resistir el
valor del éxito?) Semejante condicionamiento es, por cierto, el resultado del karma; es un atributo
universal que no puede evitarse. Este hecho puede y, de hecho representa, una
oportunidad como también una limitación si la reconocemos en nosotros mismos, y
determinamos no vernos condicionados por una parte sino por el todo, como
recomienda el Lama Govinda. Pero esto requiere una clara percepción del por qué
rechazamos la visión del mundo prevaleciente y la que proponemos establecer en su
lugar, recordando siempre que las personas responden a los ideales sólo cuando los
ven como posibilidades reales para tener una vida mejor.
* Emily Sellon fue editora de la publicación Main Currents of Modern Thought.
Nosotros como teósofos aspiramos a promulgar una visión del mundo basada en
principios teosóficos. Pero considerando que nuestro mundo no es sino un conjunto de
metáforas para interpretar la realidad (y obviamente hay otras muchas), hay que
reconocer que la visión teosófica del mundo no es la única visión del mundo
verdaderamente válida. Obviamente debe de haber una interminable cantidad de
formas de interpretar y aplicar los principios teosóficos en diferentes contextos (como
lo atestiguan las grandes religiones); lo que buscamos es una interpretación que sea
eminentemente apropiada para nuestros tiempos. Esta no puede ser igual a las
anteriores, que estaban en un contexto diferente y, en consecuencia, tenían otras
necesidades y objetivos distintos. En el siglo XIX, las enseñanzas teosóficas
emergieron de una larga reclusión para actuar como catalizador en un mundo que
estaba en estado de desintegración y reforma. Cien años después, la aceleración del
cambio y la ampliamente reconocida necesidad de una auto-transformación cultural
requerían de un impulso teosófico fresco. El mundo de hoy está muy necesitado de un
nuevo conjunto de metáforas, porque no puede manejar apropiadamente sus
realidades bajo los viejos términos. En consecuencia, me parece que se requiere que
nosotros utilicemos una formulación distinta de las enseñanzas, que utilice el
conocimiento que se nos ha entregado de la forma en que siempre se pretendió que
fuera: para el mejoramiento de la condición humana.
El impulso hacia una nueva visión del mundo (o paradigma, como suele
llamársele) es ampliamente reconocido, pero este impulso es confuso y amorfo, y sus
resultados resultan dudosos. En este punto crítico, la teosofía puede ejercer una
influencia positiva. Pero, ¿cómo podemos hacer sentir esta influencia? Me parece que
la única manera de lograrlo es demostrando que semejante cambio de visión puede
iluminar al mundo de manera más fresca y realista, es decir, de una forma que nos
ofrezca un mejor sentido de la realidad. Una visión teosófica del mundo puede
integrar muchas nuevas ideas, pero sólo si esa visión se busca consistentemente por
sus valores y se aplica a situaciones de la vida inmediata. Desafortunadamente, éste no
es aún el caso. Nosotros los teósofos hemos tal vez fallado en trabajar con la doctrina
para que ésta inevitablemente forme parte de nuestra realidad personal –la metáfora
central en términos de la cual la experiencia se torna valiosa y significativa.
Los principios teosóficos, sin embargo, están continuamente generando
consecuencias para quienes los buscan, y tales consecuencias emergen, cual señales en
el camino, como normas de veracidad, estándares de juicio y acción, e ideales para
medir nuestras aspiraciones. Estos no son dogmas creados para decirnos cómo
debemos pensar, sino pautas para no extraviarnos en la maraña de opiniones e
información contemporáneas.
Como ejemplo, la ciencia está rápidamente desarrollando una cosmología que
coincide con la Teosofía en muchos aspectos importantes, y ello fortalece nuestra
esperanza de lograr un nuevo paradigma mediante el cual podamos interpretar
nuestro mundo. Existen aún, sin embargo, grandes e influyentes áreas de la ciencia
que permanecen adheridas a la estrecha y mecanicista visión del mundo, aunque
muchas de sus conclusiones puedan parecer vagamente “teosóficas.” Los teósofos sólo
perjudican su punto de vista cuando aceptan de manera demasiado rápida e
incondicional tales conclusiones. Tomemos otro ejemplo. La explosión del interés en
“los estados alterados de conciencia” y sus implicaciones, ha abierto una nueva visión
sobre el alcance de las posibilidades humanas, y afirma el principio teosófico de que la
conciencia es un asunto primordial en el mundo. Pero, una vez más debemos estar
conscientes del dudoso rumbo que este interés está tomando, porque los terrenos
espirituales que se están explorando son, desde el punto de vista teosófico, sólo
distintos órdenes de materialidad sujetos a sus propias limitaciones. ¿Cómo poder
manejar estas contradicciones? ¿Discriminando entre las diferentes versiones? Este, al
igual que otros problemas, reafirma la importancia de articular de manera más clara la
visión mundial de la teosofía, no sólo para nosotros mismos, sino para el propio
mundo.
¿Cuáles son entonces las características que distinguen la visión mundial de la
Teosofía, de otras? Generalizar es muy fácil. Uno pudiera decir que se caracteriza
fundamentalmente por su altruismo; su respeto hacia todos los seres vivientes; la
forma tan completa en que aborda los problemas; su aceptación de los procesos de
cambio y crecimiento; su insistencia en el orden intrínseco y la inteligibilidad del
cosmos; su reconocimiento del valor único del individuo, y la base espiritual del
mundo material. Ninguna de estas posiciones es, sin embargo, únicamente de los
teósofos. Lo que la Teosofía hace de manera especial es crear una red unificada de
significación dentro de la cual cada uno de estos atributos (y muchos otros) hallan su
causa y justificación, transformándose así en un punto inevitable de referencia a todos
los niveles, para el comportamiento y la acción. Por esta razón, la visión mundial de la
Teosofía puede entregarnos ambos, un contexto que lo abarca todo, y un criterio
especifico para el comportamiento humano que es asimismo una cosmología, una
orientación científica, una posición filosófica, una psicología que da resultados, un
remedio para la acción individual y social, y una motivación para el crecimiento
personal y la auto-transformación.
Para incorporar los principios teosóficos a una visión contemporánea del mundo,
me parece que necesitamos relacionarlos de manera orgánica. Si ese es nuestro
objetivo, debemos estar dispuestos a someter el rico tapiz de las enseñanzas teosóficas
a un análisis crítico, y aprender a identificarlas en términos de las necesidades
contemporáneas. Esto puede parecer ofensivamente arbitrario para muchos miembros,
pero es algo que no carece de precedente. Debemos recordar que la intención principal
tras la difusión de las doctrinas teosóficas es que sean útiles para los seres humanos, y
esto ha sido claramente expresado en su literatura. Buscamos la verdad con el objeto
de aplicarla a las circunstancias y, considerando que las circunstancias siempre están
cambiando, nunca podrá ser la última palabra en lo concerniente a la verdad. En este
caso, deberíamos tratar de volver a expresar la visión teosófica del mundo de una
manera tal, que podamos nuevamente hacer visibles algunas de las verdades que los
seres humanos desesperadamente necesitan, con el fin de devolver a nuestro mundo el
sentido de valor y significado que ha perdido. Debido a que las enseñanzas teosóficas
son profundamente paradójicas y que a menudo enfrentan una verdad con otra
verdad más elevada, ésta no es una tarea fácil. El punto de partida, sin embargo, ha
quedado en claro.
El origen de toda enseñanza teosófica, es decir, su principio más fundamental, es
un dualismo no radical. La realidad es lo que es, está más allá de todo
condicionamiento, simultáneamente trasciende la existencia, e impregna cada aspecto
del mundo. En consecuencia, la Teosofía nunca afirma la supremacía ni del espíritu ni
de la materia, ni admite la separación entre la mente y el mundo material. Niega
enfáticamente todas las interpretaciones dualistas del mundo y todo esfuerzo en pro
del reduccionismo, sea éste religioso o científico. Esta posición es básica respecto de su
visión del mundo.
Este dualismo no radical se extiende hasta abarcar cada percepción de los
fenómenos naturales y toda cuestión relativa al significado y el propósito de la vida.
Por ejemplo, si consideramos que la conciencia (o el espíritu) es un ingrediente
intrínseco de la existencia, sin el cual ésta no podría tener lugar, cada ser (animado o
inanimado, como suele llamársele) incluye este principio de alguna forma que cumple
con sus necesidades internas. La conciencia, por lo tanto, debe ser tomada en
consideración del mundo natural o humano. Ninguna visión del mundo puede
considerarse completa si no toma en cuenta el papel que corresponde a la mente en los
procesos formativos de la naturaleza. Por otro lado, la conciencia nunca puede hacer
su aparición ni funcionar creativamente sin una forma adecuada. Su florecer es
absolutamente dependiente de la creciente complejidad y el perfeccionamiento del
mundo material. En consecuencia, espíritu y materia coexisten en el universo y son
dos caras de la misma realidad. Como dijera el Buda: nirvana y samsara son uno.
De este modo, la visión teosófica del mundo es fenomenológica, pero está
enraizada en lo que Fritz Kunz siempre llamaba el realismo trascendental. Por eso
puede reconciliar la constante presencia de las realidades ideales (en el sentido
platónico) con la problemática naturaleza de la existencia, y aceptar la relatividad del
mundo sensorial, y la condición única del yo individual sin disminuir en forma alguna
la plenitud y la unidad del mundo. Esto trae toda clase de consecuencias. Hace posible
apreciar la paradójica naturaleza de la verdad y la multidimensionalidad del mundo,
el vivir con incertidumbre, abrirnos al cambio como el carácter de cuanto viene a la
existencia, y a reconocer nuestra responsabilidad en el mundo –todo eso con la
consciente certidumbre de que es el Yo quien se enriquece con ello.
Las enseñanzas teosóficas han expresado este no-dualismo fundamental mediante
una polifacética descripción del mundo que a veces nos parece demasiado detallada,
confusa y contradictoria. Esto es algo que incomoda a mucha gente, pero que para mí
constituye su fuerza. Porque la vida en sí está llena de contradicciones y la verdad es
multidimensional. Sólo cuando nos hacemos tolerantes de esta situación podemos
comenzar a despegarnos de la red de nuestras propias opiniones y prejuicios,
comenzando a percibir el significado interno y el valor de nuestro mundo tan
necesitado.
Se nos dice que la creatividad infinita de la Mente Divina (el Principio del Logos)
halla la quintaesencia de su expresión en la capacidad creativa del ser humano para
darle forma a su mundo y lograr la realización de su propio destino, su dharma. A
través de la historia, el ser humano ha seleccionado como base para la acción ciertas
verdades (no importa cuán equivocadas), aplicadas según los parámetros establecido
para sí mismos. Después de todo, la libertad más fundamental que todo ser humano
tiene es aquella que le permite cometer sus propios errores. El hecho de que la visión
humana es defectuosa, sólo enfatiza la importancia de la continuidad de nuestra lucha
para lograr vislumbres de la Bondad, la Verdad, y la Belleza, a través de la oscuridad
de nuestra condición.
De modo que el ser humano siempre continuará creando el mundo según su
presente visión de la realidad, porque ello es propio de su naturaleza. Como dijera
Plotino, la Inteligencia tiene la capacidad de “producir todas las cosas pensando
siempre de la misma manera, pero continuamente con una nueva diferencia.” El
mundo que nosotros los seres inteligentes producimos será siempre
fundamentalmente un mundo humano, pero su cualidad–ya sea más o menos
compasiva, humana, no egoísta, o iluminada–dependerá de una “nueva diferencia” en
nuestra percepción de las antiguas verdades. ¿Acaso el nuevo conjunto de metáforas
que ahora estamos desarrollando para describir la realidad incorporará lo mejor del
discernimiento humano, o es uno de los más insustanciales deseos humanos?
En estos momentos tan crítico del tiempo, cuando todo lo que es importante
parece estar en la balanza, el peso de los principios teosóficos podría ser lo que la
incline. Pero para que esto ocurra, pienso que éstas deben percibirse de una nueva
forma, es decir, que la visión teosófica del mundo debe aplicarse de una manera
distinta, no de forma fragmentaria, sino como una vestidura sin costuras, realmente
unificadora, inmediata y conforme a (vale decir, formada por) las persistentes
necesidades de nuestros tiempos.

sábado, 19 de enero de 2013

ALGUNOS FUNDAMENTOS DE TEOSOFÍA





La Sociedad Teosófica en América

ALGUNOS FUNDAMENTOS DE TEOSOFÍA

Por Emily Sellon
1. La fuente y causa de toda manifestación del ser es una realidad absolutamente
desconocida e incognoscible, ultérrima, siempre presente, ilimitada y eterna,
que está más allá del ser y del no-ser.

2. El universo o mundo del ser es un reflejo de esta unidad intemporal que se
expresa de dos formas: como sujeto, conciencia incondicionada o espíritu, y
como objeto, sustancia-raíz o materia-energía. Estas son polaridades de una
misma realidad.

3. Como no dual y auto-existente, la conciencia y la materia coexisten
inseparablemente como el terreno de todo el condicionamiento del ser, y
constituyen “la causa del mundo”, la “forma única de existencia”, que por
todas partes exhibe esta polaridad fundamental.

4. La relación dinámica y polarizada entre el espíritu y la materia imparte al
universo su aspecto fundamental, su movimiento siempre presente, cuyo
presente carácter lleva al nacimiento del tiempo e inspira el orden rítmico o
periodicidad. Esto se manifiesta a través de la naturaleza como los procesos de
nacimiento y muerte en espacio-tiempo, los ciclos de crecimiento y deterioro. Es
el “gran aliento”, la vida-acción básicas del universo.

5. La constante interacción de la conciencia y la materia crean un universo
inteligente, lleno de propósito y vivo, porque la vida o la mente es la interacción
del espíritu y la materia. Espíritu, materia, y vida o mente constituyen la
trinidad universal que crea y penetra en los mundos. Cada partícula de materia
está imbuida con vida y mente, conciencia precipitada. Así, el universo es a la
misma vez inteligente e ininteligible, auto-ordenado y formativo, o creativo de
las formas externas de acuerdo con una racionalidad innata, conocida como
nous, mahat, la mente divina o universal. Esta es la doctrina del logos.

6. El despliegue natural de la Unidad en la pluralidad ocurre jerárquicamente, de
acuerdo con un principio armónico mediante el cual el uno se convierte en dos,
y luego en tres (mientras permanece siempre siendo Uno). La relación
intrínseca entre el tres y el uno crea un orden de desarrollo septenario,
siguiendo este principio de armonía: a, b, c, ab, ac, bc, abc. Tal desarrollo (por
medio del cual “el incognoscible Brahma exhibe aspectos de sí mismo”) imparte
a los mundos de las formas su orden racional, matemático y musical. Como es
arriba, es abajo.

7. La conciencia universal o espíritu, que es la esencia de toda vida, constituye el
punto de conciencia individual o último del ser en cada persona, nuestra
identidad fundamental con el Uno o el Todo –porque la conciencia es “un
singular cuyo plural se desconoce”.

8. La humanidad, siendo un microcosmos en el universo, contiene todos sus
elementos y principios. Para el ser individual o conciencia espiritual, la ley de la
periodicidad crea los “ciclos de necesidad” –el peregrinaje de cada ser a través
de los mundos de la forma según el proceso cíclico de involución y evolución.

9. Este proceso cíclico se logra por la fuerza, y de acuerdo con las leyes, de la
acción o del karma. Es un proceso autodeterminado y constituye la base de la
libertad dentro de un universo de orden inteligente.

10. El peregrinaje humano nos lleva desde la fuente en el Uno a través de nuestras
experiencias en los muchos –la multiplicidad de las vidas separadas o
momentos de existencia, y la condición única de cada ser individual –de regreso
a la unión con la Fuente Divina Una. Nuestra meta es entonces completar el
ciclo cósmico de manifestación en completa y consciente comprensión de
nuestro Ser, no ya polarizado entre espíritu y materia, yo y el otro, sino como
ambos, yo y todos, con la Fuente de Todo. Esta comprensión es lo que se llama
Iluminación.

jueves, 17 de enero de 2013

Conferencia : "Relación de la Educadora Maria Montessori con la Sociedad Teosófica"




La Sociedad Teosófica en Chile invita a la Conferencia : "Relación de la Educadora Maria Montessori con la Sociedad Teosófica". Impartida por la visita internacional Dolores Gago. Sábado 19 de Enero a las 19:15 Hrs. Entrada liberada.  

Dirección: Calle Grajales 1761 Santiago centro a dos cuadras de metro los Héroes por Av. Ejercito. 

lunes, 14 de enero de 2013

Conferencia: "Autotransformacion y su aplicación en la Vida Diaria".




La Sociedad Teosófica en Chile invita a la Conferencia : "Autotransformacion y su aplicacion en la Vida Diaria" 19:15 Hrs. Por la visita internacional Vicente Hao Chin 15-16 de Enero 2013. Entrada liberada.

Dirección: Calle Grajales 1761 Santiago centro a dos cuadras de metro los Héroes por Av. Ejercito. 

sábado, 12 de enero de 2013

LA VERDAD DE LA VIDA


Clara M. Codd

The Theosophical Journal 1965
Muchas personas tienen una disposición mental semejante a la mía cuando era
joven. La usé para interrogarme qué significaba la vida, porque sentía que en algún lugar
había un significado vasto detrás de todos los fenómenos naturales. Pienso desde entonces
que el hombre podría pensar y razonar, haber estado haciendo ciertas preguntas
fundamentales: ¿Quién es él realmente?. ¿Por qué está aquí?. ¿Cuál es el significado y el
propósito de la vida y si tiene alguna meta?. Las grandes religiones han intentado dar
respuesta, y en las principales de entre ellas dichas respuestas son semejantes. Hoy ciencia
y psicología también dan ciertas respuestas, y estas son muy maravillosas e inspiradoras.
Estudiando el universo uno se entera de que es alcanzado por leyes fundamentales y
distantes. Verdaderamente las reglas del universo son tan pocas y tan fundamentales,
continuamente repetidas en mayor o menor medida, que uno puede ver su gran extensión
por el proceso de la analogía.
Tome por ejemplo la Ley de Ciclos. El círculo siempre ha sido el símbolo inmortal.
Un viaje por mar nos mostrará el círculo eterno de la tierra y los cielos. Y lo que es cierto
en el espacio lo es también para el tiempo, la energía que siempre vuelve sobre ella misma,
para que el avance evolutivo sea siempre, como los griegos nos dijeron, en una espiral.
¿Supimos alguna vez de una tarde que no se haya tornado mañana, o de un invierno que no
se haya seguido de una primavera?.
¿Por qué debemos detenernos allí?. La Sabiduría Perenne nos dice que el ciclo de la
juventud, la madurez, la vejez, tornará nuevamente a la juventud una y otra vez, en un
nuevo cuerpo. Y lo que es verdad para el hombre lo es también para una raza, un planeta,
un sistema solar, y, después de incontables milenios, para el mismo inconmensurable
universo. Estas evoluciones cósmicas se llaman en las antiguas escrituras hindúes los “Días
y Noches de Brahma”.
El Ritmo subyace a la Forma
En la materia, estos ciclos subsiguientes producen las rítmicas ondulaciones que
subyacen a todas las formas. La voz, al hablar, produce ondas o ciclos rítmicos en el aire
circundante. Infinitamente rápidos, vibrando a través del éter, se traducen a nuestro
conocimiento como luz, y, captado por el instrumento humano adaptado para recibirlos,

causan el fenómeno “yo veo”. Todavía infinitamente rápidos, viajando por formas aún más
finas de interpenetración de la materia, son producidos por el pensamiento, la emoción, la
voluntad.
Estos cambios rítmicos ocurren eternamente, porque toda materia está viva y
consciente - aunque no con el conocimiento intelectual que asociamos a nosotros - y estos
cambios incesantes que se dan segundo a segundo son llamados fenómenos, una palabra
que significa solamente las apariencias. Nosotros por lo tanto vemos las cosas que aparecen
en algún momento dado. Detrás del universo fenoménico, y causa verdadera de él, se halla
el “noúmeno” de Platón.
La triple personalidad del hombre - el cuerpo, las emociones, y los pensamientos -
sufre cambios segundo a segundo. ¿Hay algo eterno detrás de ello, del mismo modo que
hay un intérprete detrás de la música y un poeta detrás de las palabras?. Los sabios antiguos
nos dicen que detrás del siempre cambiante triple ser se halla, profundamente escondido,
algo eterno - eternidad que es para siempre una con la vida subyacente del universo.
Esta vida fundamental y consciente del universo es lo que el hombre denomina
“Dios”. “Dios es un espíritu,” dijo al Maestro cristiano a la mujer de Samaria, “y aquellos
que lo veneran deben venerarlo en espíritu y en verdad”. Ese día se acerca, por eso es que
en todas partes hay una marea ascendente que finalmente tomará la forma de misticismo
universal, la “religión nueva” formándose alrededor del mundo.
¿Para qué existe una religión sino para intentar definir un símbolo y un dogma sobre
la incomunicable vida?. Y, como Benjamin Kidd escribe, ninguna de ellas dura para
siempre. Llegan como las olas del mar en diferentes tiempos de la historia del mundo, a
diferentes personas en diferentes etapas de la evolución. Proporcionan, dice, las formas del
pensamiento por el cual fluye la civilización emergente. Exactamente como un hombre o
una raza tienen su día y luego reencarnan en una forma nueva, asimismo todas las formas
de pensamiento de los hombres tienen su día y reaparecen en un nuevo ropaje. La
humanidad como un todo tiene sus grandes días. Uno de tales grandes días se clausura
ahora, y la joven nueva forma comienza a aparecer.
“Vosotros sois Dioses”
Detrás de todo cambio rítmico yace la Eternidad. Detrás del desarrollo del hombre
yace una “divinidad que moldea nuestros fines, que talla el modo en que hacemos,” una
Deidad que sola es inmortal en sí misma. Todos los grandes Maestros han declarado eso.
El Cristo, citando al Rey David, dijo, “Vosotros sois Dioses”, y continuó, “y todos ustedes
son hijos del Altísimo”. Y, dicen las escrituras budistas, “Mírate; eres un Buddha”.
Aquí nos topamos con otra ley universal. No hay evolución sin involución, y así, en
un infinitesimal comienzo, se tiene toda la promesa y la potencia que se revela después.
¿Quién, desconociendo esto, puede figurarse que una diminuta bellota tuvo dentro de sí un
futuro gran bosque?. ¿Y quién, al mirar a un hombre, puede reconocer que está ante un
dios en construcción?.
¿Pero por qué este proceso, exclaman algunos, con toda su ignorancia y dolor
concomitante?. ¿Tiene un niño el conocimiento y la experiencia de un hombre?. ¿Siempre
nace totalmente provisto y maduro?. Sólo la vida es eterna. Las formas en las que se reviste

desaparecen para reaparecer una y otra vez en mejores y siempre más elevadas vestiduras.
Es en su eternidad que ese hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios, cada hijo de
hombre, por muy subdesarrollado y degradado que sea, también es por siempre un hijo del
Altísimo. Nadie puede quitarle esa herencia. De una Única Fuente viene el espíritu del
hombre, recorre el mismo viaje inmortal, y un día alcanza la misma bendita meta.
Esto es el gran “Arco”, como Platón lo llamó, del viaje inmortal del espíritu - el
ciclo fundamental del crecimiento espiritual. Las escrituras hindúes lo llaman el Pavritti
Marga, el Sendero del Retorno. Y es significativo que la palabra “vritti” indique “longitud
de onda” o vibración cíclica. Las Escrituras cristianas lo denominan la “Caída” (en la
materia) y la “Redención” (en el espíritu). En el camino de expansión, los vehículos de la
conciencia (para esto no hay formas de la conciencia individual aparte de su upadhi o
envoltura) - cuerpo, corazón y mente - son desenvueltos bajo el juego de los “pares de
opuestos” que desarrollan en el hombre autoconciencia y auto-motivación por los cuales
puede saber cómo escoger.
En el viaje de regreso, la naturaleza espiritual con su conciencia divina nace y con el
tiempo alcanza su estatura y plenitud, tomando la dirección y el uso de ese triple ser que en
el pasado desarrolló por gobernante, y que ahora, como los tres Reyes en la historia de la
Biblia, coloca sus obsequios a los pies del verdadero Rey, el “Cristo en ti, la esperanza de
gloria,” cuando finalmente él venga al nacimiento. El cambio en la naturaleza del hombre
es entonces tan fundamental que el Oriente lo llama el “nacido dos veces” y el Occidente,
el “divinizado”. La flor de su alma se ha abierto y el aroma de la espiritualidad se huele en
el aire. El Dr. Alexis Carrel escribe: “la belleza moral es un fenómeno excepcional y muy
extraordinario. Quien lo ha contemplado una vez nunca olvida su aspecto”.
Pero el conocimiento espiritual está más allá del bien y del mal, el “par de opuestos”
final. Dios no es ni bueno ni malo, sino la Realidad detrás de todas las apariencias. En
palabras del profeta Isaías: “Formo la luz, y creo la oscuridad: hago la paz y creo el mal.
Yo, el Señor, hago todas estas cosas”. Podemos también comparar esto con el famoso dicho
del Bhagavad Gita que El es el esplendor de todas cosas espléndidas pero que El es también
el juego del tramposo. La conciencia espiritual es la unión con toda vida. Y, como expresó
el Profesor Radhakrishan: “Dios es Vida. El reconocimiento de este hecho es conciencia
espiritual”. Esto significa también la destrucción del ahamkara, en el sentido de la cobertura
del ego, de yo y de mío, que nos ha acompañado a través de tantas encarnaciones, que nos
fue dando un sentido de individualidad que persiste aún cuando las vestiduras que protegen
a la cubierta del ego han desaparecido. Pero ese sentido es la raíz de lo que el hombre llama
“pecado”. El Egoísmo solo es pecado, pero las palabras del hebreo y del griego que son
traducidas como “pecado” no presuponen originalmente nada culpable; apenas connotan
“pérdida del blanco” como cuando un arquero toma un arco, dispara al blanco y, por falta
de habilidad, impacta lejos del mismo. No hay verdadero “pecado” en el universo, sólo
falta de crecimiento; y no hay personificación del mal oponiéndose eternamente a Dios,
sino sólo una inmutable Ley de Causa y Efecto, operando con serena e impersonal
necesidad. Como uno de los grandes Sabios de Oriente ha declarado, la Naturaleza por sí
misma está desprovista de maldad o de buenas intenciones. La mayoría del mal y del dolor
humano son artificiales, creados por el egoísmo, la avaricia y el temor del hombre
subdesarrollado.

La Esperanza de la Humanidad
Sólo el Dios-Hombre es la esperanza y el socorro de la humanidad. Y Él está latente
en cada alma humana. Alcanzó la unión profunda con toda vida, destruyó para siempre la
semilla del mal en él, esa semilla que se describe en las escrituras orientales como a-vidya,
“sin el verdadero conocimiento”. El Cristo utilizó más de una comparación para indicar lo
indescriptible: la “perla de gran precio” enterrada en el campo de la naturaleza humana y
que sólo es hallada al precio de todo lo que la personalidad tiene, ese completo
descorazonamiento que es la verdadera “pureza de corazón” que ve a Dios; y también el
“ángel en un hombre que contempla siempre el rostro de mi Padre en el Cielo”. Esa
divinidad interior en nosotros nunca ha dejado los lugares celestiales, pero envía a su
representante hasta aquí abajo a reunir experiencia, el alimento para el crecimiento de su
alma, la efervescencia que retornará a él después de la muerte.
H. P. Blavatsky dice que los devas anfitriones conectan el espíritu inmortal con su
nuevo cuerpo en el momento previo al nacimiento llamado “animación1”, y que a la visión
clarividente aparece como una luz entrando en el cerebro del bebé. Cuando una vida,
desciende al centro resplandeciente del corazón o chakram, nace el conocimiento espiritual.
Después de la muerte el mismo poder arrastra el aroma de la vida que concluye retornando
a sí misma.
Esta tremenda verdad ha llegado a ser más exactamente conocida y apreciada en
estos maravillosos días. Como Dean Inge ha dicho, “el Misticismo en el única religión
auténtica”. Y, otra vez H. P. Blavatsky dice que nuestra divinidad se derrama en la
personalidad inferior pero no lo sabe hasta que la personalidad la haya adorado y venerado.
De ahí el súbito interés que se ha instalado por todas las formas de yoga y misticismo. El
día de la nueva raza del hombre se acerca, la primera raza auténticamente espiritual en
habitar esta tierra. Y trae consigo la abolición de la pobreza y la guerra y un reconocimiento
universal de la proximidad del más allá, “ahí afuera,” pero más cerca que la respiración, y
más cerca aún de las manos que de la respiración, y todavía más que las manos y pies.
Todos los grandes Maestros han enseñado esa gran fe. Pienso que Ellos jamás
fundaron dogmas y organizaciones religiosas. Sus seguidores lo hicieron. Estos tiempos
están repletos de tremendos presagios y esperanzas. Nunca pueden ser mejores las palabras
poéticas del antiguo profeta hebreo Isaías: “Ellos no harán daño ni destruirán en toda mi
montaña santa: porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas que
cubren el mar”.
1 “quickening” en el original, que también podría traducirse por aceleración o avivamiento. (N. del T.).

sábado, 5 de enero de 2013

El Silencio




                                                                   Mary Anderson

En un mundo de reuidos, la autora encuentra un significado profundo y trascendente al Silencio, que es requisito para escuchar nuestra conciencia interior.

Vivimos en un mundo de ruido. Hay ruidos mecánicos: el arrancar de la impresora, el rugir de un avión a reacción, una broca neumática; estos ruidos podrían ser considerados útiles e incluso necesarios. También están los sonidos que el hombre crea para entretenerse y que a veces son un tormento para los vecinos, como los provenientes de la radio, de la televisión o de las discotecas. Es un hecho conocido que los ruidos fuertes causan sordera y que en cuanto más sordo se es, más se necesita la amplificación. En verdad, muchos jóvenes tienen dificultades de audición. Aparte de todo esto, la propaganda y los anuncios utilizan el ruido para influenciar a las personas.

Las ideas se infiltran en el subconsciente y pueden causar ciertas reacciones automáticas que nos asustarían si estuviésemos conscientes de ellas.

No es tan solo el ruido mecánico el que rige en nuestra época. La voz humana también contribuye, a veces las personas hablan demasiado alto, además hablan sin necesidad, quizás para esconder su insatisfacción interior, para vencer el tedio o para compensar un complejo de inferioridad con su opuesto, un complejo de superioridad.

Aldous Huxley en su Filosofía Perenne, se refiere al hecho de que nuestras palabras son en tantas veces poco delicadas, egoístas o necias. Más no tenemos conciencia de ello cuando continuamos hablando sin pensar.

Se ha dicho que, en ciertas circunstancias, como por ejemplo cuando estamos alterados, antes de hablar deberíamos contar hasta diez. También se ha dicho que deberíamos preguntarnos si lo que queremos decir es verdadero, amable y útil. Lo verdadero, amable y útil forman una útil criba de la mente, que debería ser capaz de juzgar lo que es verdadero. La criba del corazón (no las emociones), que sabe lo que es amable y lo que no lo es. La criba de la razón práctica, que nos dice si aquéllo que queremos decir vale de hecho la pena de ser dicho.

A veces se afirma que lo que es verdadero, muchas veces no es amable sino cruel y viceversa, lo que es amable no siempre es verdadero. Mas si juzgamos y hablamos a partir de un punto de vista más elevado, lo que se dice puede ser tan amable como verdadero. Así, desde ese punto de vista más elevado vemos no sólo a la personalidad y sus errores sino también a la naturaleza interior de la otra persona. Existe algo de admirable en todo ser, incluso aunque no aparezca en la superficie.

El criterio de utilidad es quizás el más estricto. Si lo aplicásemos siempre, hablaríamos mucho menos. Es importante distinguir entre lo útil y lo inútil, porque las palabras inútiles son una pérdida de energía. Agotan no sólo al que las dice sino también al que las escucha. Seguramente que todos hemos experimentado esto alguna vez.

El control de la lengua, el "miembro rebelde", es una de las cosas más difíciles. Así, el control de la palabra, por muy difícil que sea, es uno de los ejercicios más provechosos. Esto fue reconocido por Pitágoras que obligaba a sus pupilos principiantes a guardar silencio durante dos años. La mayor parte de los monjes y monjas modernos practican el silencio durante largos periodos del día.

¿Por qué es tan importante permanecer en silencio? ¿Por qué razón el silencio es tan necesario y tan valioso?

En primer lugar, debemos investigar por qué hablamos tanto sobre lo que hablamos. Frecuentemente proviene de la necesidad que sentimos de afirmarnos o de justificarnos. Muchas veces hablamos de nosotros, directa o indirectamente. Contemos cuántas personas, o nosotros mismos, usamos aquellas pequeñas palabras "yo" "mi" o "mío". Como dijo una vez un santo "cuando el yo, el mí, o lo mío desaparezcan, el trabajo del Señor estará hecho". No sirve de nada intentar conscientemente de evitar aquellas palabras. Es la actitud de autoafirmación y de pose que expresan lo que las torna en un obstáculo.

El silencio espontáneo, no forzado, de que el pequeño "yo", es menos predominante. Aquí reside, en primer lugar, la importancia del silencio en la vida espiritual.

En segundo lugar, lo que es realmente profundo, no puede ser expresado con palabras. En el Taoísmo se dice que el Tao que puede ser nombrado no es el verdadero Tao. Lo Divino es "inconcebible e indivisible". A veces, las personas intentan una aproximación al concepto de Divino negando todo lo que la mente puede concebir: Aquello es "no esto, no eso" – neti neti. En La Luz de Asia leemos: "Quien pregunta yerra; quien responde yerra; no digas nada". El clásico chino Macaco cuenta cómo un monje piadoso se pone en camino de Occidente, partiendo de China, para ir a buscar las escrituras budistas y traerlas al regreso a casa. Cuando las recibió, quedó sorprendido al ver que consistían de páginas en blanco. Se quejó y Buddha le contestó que, en ese caso, le daría páginas escritas para su pueblo dado que eran demasiado estúpidos para entender las verdaderas escrituras (en blanco). Las Grandes Verdades no pueden ser expresadas con palabras. Esto está claramente afirmado en Las Cartas de los Maestros: "La mayoría, o casi todos los secretos son incomunicables…" Entonces, queda de relieve que, si esos secretos pudiesen ser dichos con muchas palabras, todo lo que los Mahatmas tendrían que hacer era escribir un manual de tal modo que las grandes verdades pudieran ser enseñadas a los niños tal y como la gramática en la escuela.

El Mahatma añade que lo que es necesario, en el caso de tener que transmitir grandes verdades, es que el discípulo esté interiormente pronto a recibirlas. Aquí reside la tercera razón para guardar silencio. Aquel que habla continuamente, no escucha. Quien parlotea interiormente, quien está constantemente cavilando en sus pensamientos, imaginaciones y sentimientos, no está abierto a nada. Donde todo está lleno no hay espacio para nada nuevo. Un aspirante fue a ver a un maestro zen y le pidió que le instruyese sobre la vida espiritual. El maestro comenzó por ofrecerle el té. Vertió el té en la taza del aspirante, sin detenerse después de llenarla, de modo que se vertió fuera. El aspirante protestó, pero después percibió el sentido simbólico de aquel gesto. En tanto estemos totalmente orientados para lo mundano –el egoísmo– no existirá espacio para lo espiritual.

"Silencio" no significa tan sólo evitar la palabra hablada. Molinos, un místico español del siglo XVII, hablaba de tres tipos de silencio: silencio de los labios, de la mente y de la voluntad.

Con el silencio de los labios evitamos pérdida de energía a nivel físico. Tal vez el silencio de la mente pueda ser comparado con chitta vritti nirodhah, o apaciguamiento de las ondas de la mente que es la definición del Raja Yoga dada por Patanjali. ¿Cómo se ocupan las ondas de nuestros pensamientos? Con el pasado y el futuro, con recuerdos y fantasías. Raramente nuestra consciencia reside en el presente, tal vez porque el pequeño "yo" no encuentra lugar en el presente, en el que no encuentra nada con lo que se pueda adornar.

En cuanto al silencio de la voluntad: el parloteo de la voluntad (o deseo) forma muchas veces inconscientemente, el telón de fondo para el habla de la mente. El silencio de la voluntad se refiere a la cesación de nuestras aspiraciones o deseos y de nuestras aversiones.

¡Cuán importante es para todos el estar conscientes de esos deseos y aversiones! Sería un primer paso en dirección al silencio interior, el camino para la verdadera iluminación.

¿Dónde reside el sufrimiento humano? De acuerdo a la filosofía Yóguica de las Kleshas (del sufrimiento y sus causas), como se explican en los Yogas Sutras de Patanjali, deseos y aversiones forman parte de las cadenas que nos subyugan, las cuales causan el sufrimiento de la humanidad y de todos los seres. De la ignorancia, el primer eslabón de la cadena, proviene el sentido del ego, o sentimiento de ser un "yo" separado. Ignorancia aquí significa ilusión en el sentido de que la persona ve las cosas y a sí mismo como algo diferente de aquello que son. Por ejemplo: consideramos lo que es tan sólo temporal como si fuera permanente. Podemos saber, en teoría, que algo no es duradero pero actuamos como si fuese eterno. Así, las personas coleccionan poses que tendrán que dejar atrás, en el último momento, cuando el cuerpo físico muere. Es el resultado de esta ignorancia, es el sentido del ego, el segundo eslabón en la cadena de las Kleshas. Incluso inconscientemente, también consideramos que el "yo", nuestro ser actual consciente, es algo permanente. Ese "yo" desea ciertas cosas para sí y rechaza otras. De este modo, del sentimiento del ego nacen deseos y aversiones, el cuarto y el quinto eslabones en la cadena del sufrimiento.

Molinos, que habló del silencio de los labios, de la mente y de la voluntad, fue el fundador del Quietismo, un misticismo devocional. Su filosofía no estaba en la línea de los dogmas de la Iglesia, y murió en una prisión de la Inquisición.

Pero de hecho, el Quietismo, como todos los tipos de fe, contiene ciertos peligros cuando es interpretado erróneamente. Existe el peligro de la pasividad. Si nos referimos a las tres gunas de la filosofía india, podremos decir que este peligro consiste en vencer rajas o la actividad excesiva (por ejemplo el parloteo exagerado) con pasividad excesiva o tamas en vez de armonía o sattva.

El silencio significa, en cierto modo, el estar vacío o abierto. Hemos de estar abiertos antes de poder recibir cualquier cosa. Pero la apertura no es todo, pudiendo en ciertas circunstancias, ser peligroso. Un médium está abierto a influencias ilusorias e incluso peligrosas. Nuestro silencio debe basarse en pureza absoluta, ha de ser altruismo. Por encima de todo hemos de estar abiertos a lo que se encuentra dentro. Esto no significa la apertura a las influencias astrales, a las influencias de nuestra propia imaginación, tendencias y aversiones. Debemos estar abiertos a los niveles más profundos de nuestra naturaleza espiritual interior, que es nuestro verdadero ser. Esto es muy difícil, porque nuestros sentimientos muchas veces se disfrazan de elevadas inspiraciones e intuiciones. ¡Hemos de ser muy desconfiados en relación con nosotros mismos!

Por consiguiente, es necesaria la apertura para lo que está dentro, debiendo ser esta apertura a lo que es altruismo, a lo más elevado, a lo que está siempre más allá. La apertura para lo que está fuera también es necesaria, mas no se trata de aceptar todo lo que nos encontramos, todo lo que entusiasma a los demás. Se ha dicho: "examina todas las cosas y guarda lo que es bueno"c. Para saber lo que es bueno precisamos del discernimiento. El gran obstáculo a ese discernimiento es el egocentrismo. Nuestros intereses distorsionan nuestra imagen de las cosas.

Como decimos, el silencio genuino y profundo no es la pasividad, no es un estado adormilado. Es quietud y sosiego. Es, por consiguiente, poco perceptible a nuestros sentidos y capacidades usuales. Es conciencia pura, esto es, conciencia sin "yo". Como dice Krishnamurti, donde no haya "yo", ahí está "lo otro", significando Lo Más Sublime, el Fundamento de todas las cosas. Donde no estuviere el "yo", está el amor verdadero.

Donde, en este sentido, reina el vacío o silencio, hay energía y una tremenda actividad. Así, nuestra fuerza ya no es desperdiciada a través de palabras, pensamientos, sentimientos y deseos innecesarios. La dinamo gira de manera tan rápida que su movimiento es invisible, incluso siendo la gran fuente de energía.

Esto tiene que ver con el estado de Pralaya en el cual todo está contenido aunque en estado latente. "La Madre Eterna", el Espacio está presente en Pralaya, como también está el Gran Soplo, el movimiento constante de inspiración y de respiración. Es análogo a la Deidad trascendente, en contraste con la Deidad inmanente que corresponde al universo manifestado. Esta trascendencia es la fuente de la inmanencia, esto es, del universo manifestado. Es simultáneamente su objetivo final. Y… es también su corazón. Cuando el exterior está silencioso, podemos oír la voz interior del silencio. Cuando lo inferior está en silencio, lo superior puede hablar.

viernes, 4 de enero de 2013

LA NEUTRALIDAD DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA





Por Sidney A. Cook
La Sociedad Teosófica es el vehículo de un mensaje universal. Su plataforma se creó
para transmitir este mensaje, con sus trabajadores dedicados a ello de todo corazón,
utilizando la Sociedad y sus instalaciones para promulgarlo.
Simbólicamente, el mensaje es la luz blanca que brilla a través de una gema
iluminando todas sus facetas. Muchos movimientos diferentes, teorías, y propuestas
para el mejoramiento de la humanidad transmiten un poco de esa luz, pero la Sociedad
Teosófica se relaciona solamente con ese gran rayo de luz que incide sobre la gema, no
con los pequeños destellos de luz y sombras, creados por la luz sobre la joya.
El propósito de la Sociedad Teosófica es aclarar las leyes y principios
fundamentales que caracterizan al rayo y a la joya, para que quienes estudian esas leyes
y las comprenden puedan dedicarse a interpretar los pequeños reflejos de la luz a través
de las diversas facetas.
Yo no concibo que el propósito de la Sociedad Teosófica sea impulsar los intereses
de movimiento alguno, ni de un plan representado por una faceta más que otra, aunque
creo que algunos teósofos están en lo cierto al preocuparse de los reflejos particulares
que más les atraen. Es bueno que todos lleguemos a ser especialistas, mientras no
perdamos la universalidad de nuestra visión. Es correcto que estudiemos por completo,
de una forma individual, alguna faceta en particular, porque lo bueno que ella contiene
da ánimo, mientras que otros teósofos se dedican al estudio de otros destellos que les
sirven de aliento a ellos a su vez, para que todos los teósofos podamos llegar a
conocerlos mejor y adoptarlos para el estudio, el pensamiento, y la aplicación de los
principios universales.
Pero dado que los distintos miembros estarán interesados en diferentes proyectos y
deseosos de adentrarse en diversas teorías —todos igualmente sinceros en su
apreciación de los programas ofrecidos para el mejoramiento humano—, la Sociedad, su
plataforma, y sus funcionarios como tal, serán cuidadosos de que la Sociedad no los
promulgue, sino que se relacione únicamente con el amplio rayo de los principios
universales. Un estudio de los mismos deberá inspirar a los teósofos a aplicar su
conocimiento en otros terrenos, en las plataformas de otras organizaciones, y en otras
formas, para promover y llevar adelante tales programas, ya que éstos reflejan una
parte de estos principios.

Estamos en un período de cambio, y creo que se avecinan cambios reales y
decisivos, pero creo que pasaremos a través de fases de cambio y que ninguna de las
propuestas que al presente se estudian y aplican en varias partes del mundo
representan la solución a nuestros problemas. Todas, sin embargo, sin exceptuar
ninguna —comunismo, fascismo, socialismo, capitalismo, democracia, tecnocracia—
todas están empujando en dirección a un nuevo descubrimiento; todas en dirección
hacia la solidaridad y la unidad; todas están buscando lo mismo. Individualmente,
nosotros respaldamos a una u otra, pero en todas ellas vemos pasos del progreso hacia
un ideal. Éste, sin embargo, no se alcanzará a través de ninguna de ellas, aunque cada
una haya tenido su lugar en tratar de llevar al mundo hacia un determinado ideal.
Nunca podremos estar demasiado agradecidos de tener la Teosofía para ayudarnos
a valorar lo que es verdadero y lo que es falso en todos los movimientos, y pienso que
todos podemos concordar que en todos y cada uno de ellos encontraremos ambos
elementos. Lo que nosotros necesitamos comprender, de manera esencial, es que
ningún sistema puede corregir la condición humana ni resolver los problemas. Eso sólo
puede lograrse cambiando a las personas, no solamente cambiando sus esperanzas, ni
dirigiéndolas por el momento a buscar un refugio diferente. Hay que tocar su
naturaleza intrínseca. Hay que hacerles comprender que dentro de la forma de operar
de un sistema hay profundos principios unificadores que subyacen, y esa comprensión
los unirá. Eso es lo que hace la Teosofía.
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Traducción y Redacción: Eulalia M. Díaz