miércoles, 28 de diciembre de 2016

Olcott ‘Thatha’


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LAURA RODRÍGUEZ

 Trabajadora voluntaria en Adyar proveniente de Argentina.

Conferencia dada en el Día de Adyar, 17 de febrero 2016.

 Se dice que si en algún momento miramos los sucesos ocurridos en nuestras vidas, podemos conectar claramente esas experiencias que nos han conducido a lo que somos hoy. Del mismo modo, podemos hacer esto cuando exploramos la vida de esos pocos individuos sobresalientes cuya naturaleza interna los obligó a trabajar en beneficio de toda la humanidad.
            Mucho se ha dicho sobre el Coronel Olcott y quizás ustedes sepan más, sin embargo, permítanme rememorar a este extraordinario ser exponiéndoles algunos hechos.
            Nació en 1832 en el estado de New Jersey y creció en una granja como el mayor de seis hijos. En su juventud adquirió fama al establecer un modelo de granja de agricultura científica y, poco después, una escuela pionera de agricultura donde se usaba un entrenamiento sistemático. A los veintitrés años el gobierno de Grecia le ofreció la Cátedra de Agricultura Científica en Atenas, la cual rechazó. Poco después le ofrecieron la Dirección del Buró de Agricultura en Washington DC, que también denegó. Jugó un rol importante al erradicar la corrupción en el Ejército de EE.UU. y también ganó reputación como periodista.
            La ex Presidente Radha Burnier, en su artículo titulado ‘Coronel Olcott – un Hombre Superior’ dijo:

Este extraordinario éxito prematuro se debió a su iniciativa, energía y devoción por el bienestar de la humanidad. Lo que hizo no fue por el deseo de distinguirse o de beneficiarse; un puro espíritu altruista animó sus acciones.

            Luego, en 1875, fundó la Sociedad Teosófica junto a H. P. Blavatsky y otros y viajó por todo el mundo. Como expresó en su último mensaje, él quería que los miembros de la sociedad ‘prosiguieran la gran labor de proclamar y vivir la fraternidad de las religiones...’ y de ‘infundir en todos los hombres de la tierra que no hay religión más elevada que la verdad,… y que en la fraternidad de las religiones reside la paz y el progreso de la humanidad’. Radhaji dijo también: ‘Él dejó su huella en muchas áreas porque, dondequiera vivió y trabajó, manifestaba cualidades tales de mente y corazón que le hacían merecedor del apelativo de “Hombre Superior”, un término utilizado por Confucio’. Podemos observar que estas cualidades dirigieron cada acción que realizó en su vida.
            No voy a describirles en detalle los muchos roles que desempeñó durante toda su vida, sin embargo, me gustaría destacar su extraordinaria contribución a la elevación de la humanidad por medio de su más profunda y mayor preocupación – el desamparado y su educación. Cuando Olcott arribó a la India en 1879, no sólo estaba interesado en la educación en general, sino, particularmente, en la educación y en el fortalecimiento de la comunidad Harijan de la India, que eran conocidos en aquellos días como los Pariahs o los Panchamas.
            Sus primeros esfuerzos organizativos en esa dirección se realizaron a comienzos de 1890 en conexión con el movimiento de educación Budista en Ceilán y el renacimiento de la educación religiosa entre las castas hindúes superiores. Por el establecimiento de las Escuelas Teosóficas Budistas en Sri Lanka y las Escuelas Sánscritas en India, inició un movimiento que buscaba educar a la población local a través de sus lenguas nativas, el Sánscrito y el Pali, e instruirlos en su copiosa tradición, cultura y filosofía. Su objetivo era revivir en la dignidad india su propia cultura, que habían perdido, y un sentido de valor intrínseco de sus propias artes y oficios.
            En 1880, cuando Olcott arribó a Ceilán, su gran cultura se encontraba en un estado deplorable. Sólo existían tres escuelas Budistas en todo el país, aún cuando la población era predominantemente Budista. El sistema educativo estaba dominado por las iglesias Cristianas. Esto era así porque había una ley en Ceilán que evitaba la creación de cualquier escuela en un perímetro determinado de millas, donde hubiera otra. Como existían escuelas misioneras en cada sector, monopolizando los mejores lugares, esto significaba que las Escuelas Budistas no podian ser fundadas en modo alguno, o sólo en lugares muy lejanos. Entonces se fue a Londres y allí señaló la infamia de una ley que le negaba a una nación la educación de sus niños en su propia religión. El Gobierno cedió ante el grito de justicia; la ley fue abolida a pesar de todos los esfuerzos de los misioneros para evitarlo y los Budistas quedaron libres para construir sus propias escuelas en sus propias aldeas. Además, él ayudó al movimiento Budista no sólo en Ceilán, sino en todo el Sudeste Asiático.
            Luego, en 1894, Olcott inició un movimiento por la educación de los niños menos privilegiados en Chennai y sus alrededores. Este grupo social estaba al margen de las cuatro castas del Hinduismo, era llamado la quinta, o los Panchamas. Estaban considerados como marginados y coloquialmente eran llamados Pariahs o ‘intocables’, una palabra considerada extremadamente ofensiva en la actualidad. El hijo de un Pariah no podía ni soñar con asistir a la escuela, ni siquiera en aquellas escuelas dirigidas por el Gobierno Británico. Por medio de su movimiento, se establecieron varias escuelas gratuitas Panchamas (Harijan) contratando docentes calificados que eran teósofos, quienes rechazaban el sistema dominante de castas y de los marginados.
            Aunque la primera escuela comenzó en 1895 con 55 alumnos, en 1906 habían crecido a 5 escuelas con 731 estudiantes. Los nombres de las escuelas eran Damodar School, Olcott School, HPB Memorial School, New School y Tiruvalluvar School. Con el transcurrir del tiempo y debido a dificultades financieras, fue imposible continuar la labor en todas las escuelas. En consecuencia, tres de las escuelas en el área Municipal de la Ciudad de Madrás fueron transferidas a las autoridades locales y en 1930 sólo quedaban dos de ellas. Después, en 1933, de la misma manera, la HPB Memorial School fue entregada a la Administración Laboral de la Ciudad de Madrás y sólo quedó una, la Escuela gratuita Olcott Haijan, que luego del fallecimiento de Olcott en 1907 fue rebautizada con el nombre de Olcott Memorial School en su honor. La escuela está completamente subsidiada por donaciones de teósofos y de otras personas en la India y en otros países.
            Es inspirador leer algunos de los recuerdos y experiencias de personas que pasaron por la Olcott Memorial School, que estudiaron y trabajaron en la Escuela. Por ejemplo, esta es una anécdota de un docente retirado, C. Iyakannu, quien dijo:

El Coronel Olcott acostumbraba visitar la Escuela a menudo e indicaba a los docentes los métodos adecuados para la enseñanza de los niños. Al recibir tal educación, muchos estudiantes adquirieron un conocimiento general, también habilidades en algún oficio y fueron capaces de progresar en la vida. Muchos se hicieron docentes, buenos escritores o verdaderos trabajadores. Me siento muy complacido al decir que soy uno de los estudiantes formados en la Escuela y que así tuve éxito en la vida. Trabajé como docente en la Escuela desde 1909 hasta 1950, cuando me retiré.

            La actual directora de la Escuela también es graduada de Olcott School.
            Otro recuerdo conmovedor se relaciona con Felix Layton, el ex-director y corresponsal de Olcott Memorial School durante la presidencia de Sri Ram. Cuando Sri Ram, que era Director del Consejo Administrativo de la Escuela, le solicitó al Sr. Layton que asumiera como Director, él aceptó con alegría. Cuando Layton estaba por retirase, dijo:

Aproximándose el fin de mi servicio en la Escuela, reflexionaba con tristeza sobre cuánto valor verdadero había tenido este trabajo, entonces mi viejo amigo P. S. Krishnaswami me dijo: ‘Es un gran placer visitar Olcott School estos días’. ‘Oh’, le dije, ‘¿Y eso por qué?’ ‘Porque’, me respondió, ‘veo tantos rostros sonrientes y, los estudiantes y docentes lucen tan felices’. Y luego comprendí cuánto valor tenía este trabajo. Porque cuando los docentes y los estudiantes trabajan con entusiasmo y por los ideales de la Escuela y cuando son felices al hacerlo, puedes estar seguro que se hace mucho por el futuro de los estudiantes y del país’.

            Permítanme compartir una experiencia realmente hermosa que me hace sentir agradecida con Olcott y su legado. Tuve la oportunidad de hablar con una niña que asistió a Olcott School hace algunos años y quería saber qué significaba para ella haber estudiado en la Escuela. Tuvimos una agradable conversación; me contó sobre las actividades que tenían, todo lo que aprendió a hacer y también cuán gentiles y esmerados eran los docentes y el Director. Además, expresó cuán afortunada se sintió por la oportunidad, después de graduarse, de continuar su educación a nivel universitario gracias a una beca otorgada por el Director y la Escuela. Al final de nuestra conversación, luego de un breve silencio, le dije: ‘Entonces, tienes buenos recuerdos de la escuela’, y ella me contestó, ‘Sí, dulces recuerdos’.
            Hemos conectado unos pocos eventos de la vida de Olcott, pero probablemente los suficientes para comprender el extraordinario ser que fue. En este Día de Adyar, decidí mencionar sus contribuciones a la educación y rendirle homenaje a este inusual ser y a su labor. Esto es porque él inspiraba en otros la misma urgente necesidad de educación, amor, y compasión. Hoy, a 121 años de la fundación de la Escuela, Olcott Memorial Higher Secondary School, con más de sus 450 estudiantes, es indudablemente uno de sus mayores legados.
            Para citar al Coronel Olcott nuevamente, quisiera finalizar con su aspiración:

¿Cuál es el mayor bien al que aspiramos? ¿Cuál es el mayor bien, sino conocer algo del hombre y sus poderes, descubrir los mejores medios para beneficiar a la humanidad, física, moral, espiritualmente? A este bien aspiramos: ¿podemos  concebir una ambición más noble?
         


[1] ‘Abuelo’ en Tamil. Olcott Thatha es el titulo asignado a un pequeño libro ilustrado en memoria del Coronel H. S. Olcott, creado por estudiantes de la Escuela Secundaria Olcott Memorial en julio 2015 en colaboración con estudiantes graduados de la Universidad George Washington del curso de Terapia del Arte.

martes, 20 de diciembre de 2016

Nuevas fronteras para una Sabiduría eterna


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JOY MILLS

Reimpreso de The Theosophist, setiembre 1966.

La Sa. Joy  Mills fue Vice-Presidente internacional de la Sociedad Teosófica.

 El concepto de una ‘frontera’ ha influenciado por mucho tiempo el pensamiento del mundo occidental y en los Estados Unidos, particularmente, este concepto siempre tuvo un rico significado como parte de nuestra herencia histórica. En realidad, se le dio un nuevo y único significado a la palabra, por la experiencia del pueblo americano en explorar un continente compuesto mayormente de áreas en estado virgen. Como una persona criada en la tradición de esa experiencia y comprometida con la Sociedad Teosófica como un movimiento pionero único, que nació físicamente en una tierra cuyas personas, reunidas de diferentes culturas del mundo, concentraron su visión menos en los logros del ayer que en las promesas del mañana, me gustaría intentar aquí dar un salto de la imaginación. Tal salto tiene su contraparte física en la tradición histórica de la que hablo, cuando familias enteras emprendieron su viaje en carretones cubiertos y otros transportes primitivos para atravesar las grandes llanuras y las nobles alturas de las montañas para alcanzar una tierra prometida. En la historia de la Sociedad Teosófica hay una contraparte similar en la jornada emprendida por esos intrépidos pioneros de nuestro movimiento, los co-Fundadores de la Sociedad, H. P. Blavatsky y H. S. Olcott, cuando ellos se pusieron en marcha desde los comienzos conocidos de la organización en la ciudad de Nueva York a establecer un hogar en la tierra donde su herencia espiritual tenía sus raíces. El salto representado por esas jornadas físicas no estuvo carente de riesgos o peligros, pero se pensó menos en los numerosos obstáculos en el camino que en la meta que podría alcanzarse.

Así, nosotros aquí en este momento y en este lugar, intentando un nuevo salto de la imaginación, podemos estar menos interesados en las dificultades que enfrentamos y más en el curso que podemos planear por medio de las estrellas cuya luz conduce siempre hacia un horizonte distante. Porque nosotros nos hallamos hoy, creo, en el umbral de nuevas fronteras cuya exploración exige el mismo valor y fortaleza, la misma paciencia y tolerancia requerida por los Fundadores de este Movimiento.

Lo que se exige en nuestro tiempo es cierta buena voluntad del corazón, una disposición a arriesgar todo por el bien del viaje. Si esperamos que otros nos conduzcan a través del áspero terreno del presente, si miramos a la Sociedad Teosófica como una organización externa a nosotros mismos, con la cual tenemos una débil clase de afiliación pero sin identificación, y esperamos que la Sociedad nos construya  una cómoda estructura en la cual podamos mover el antiguo mobiliario de nuestros prejuicios, las baratijas de nuestros deseos personales, estaremos condenados a la desilusión y la Sociedad carecerá de esa energía y fuerza con la cual sus Fundadores la infundieron. Se nos ha dado una visión no de un fin predestinado sino de la grandeza de un viaje. Seríamos desleales con esa visión si no aceptamos la responsabilidad individual de nuestro compromiso para investigar las fronteras de la verdad que se halla ante nosotros.

Avancemos entonces, atravesando cualesquier barrera que separa el ayer del mañana, aceptando los desafíos, oportunidades y responsabilidades de hoy día. Exploremos algunos de los senderos en el interior de ese nuevo continente de pensamiento que se halla a nuestro alrededor.

Al aventurarnos hacia lo desconocido, debemos comenzar con lo conocido. Para dar un paso hacia adelante, uno debe moverse desde el punto donde uno está. Aún un examen superficial de la presente posición del hombre revela su desesperada necesidad de comprenderse a sí mismo. Se ha puesto de moda en nuestro mundo moderno adoptar una visión 3-D de Desesperación, Duda y Desacuerdo. La gente joven en más de un país se ha apartado de las tradicionales 3 R de la educación hacia las primitivas 3 R de Rebelión, Desorden y Revolución. Considero que la Sociedad Teosófica puede y debe restituirle al mundo una visión de la unidad esencial del hombre, de su destino inmortal, su divinidad potencial.

El Primer Objetivo de la Sociedad implica que la necesidad humana no diferencia colores y que la aspiración humana no conoce clases ni credos. La desesperación que resulta cuando se erigen barreras artificiales entre individuos, grupos y naciones se transforma en esperanza cuando los hombres conocen el significado de la fraternidad.

El Segundo Objetivo de nuestra Sociedad elimina la inseguridad por medio del estímulo del estudio de las proposiciones universales del conocimiento en sus cambios filosófico, científico y religioso. Así, la duda es reemplazada por la confianza.

El Tercer Objetivo nos conduce a través de la investigación de las leyes inmutables de la Naturaleza y del potencial inmortal del hombre, desde el desacuerdo de la rebelión contra todo eso que nos fragmenta en el mundo fenomenal a esa voluntaria aprobación a la ley de nuestro propio ser que es la afirmación de nuestra divinidad. Porque el Tercer Objetivo nos llama a enamorarnos de la posibilidad humana.

En una perspectiva tal, los Tres Objetivos de la Sociedad Teosófica no son fronteras que limiten la acción o circunscriban el pensamiento, son señales directrices que apuntan hacia el camino a nuevos e inexplorados territorios, a un futuro con infinitas prolongaciones.

Cuando aceptamos el desafío de estas señales directrices, entonces, a medida que nos movemos a explorar las fronteras que ellas indican tan claramente, podemos detenernos para advertir que el concepto de frontera tiene un doble significado. Es, en uno de sus aspectos, un límite que divide una tierra conocida de otra tierra, una demarcación entre áreas establecidas.  En el otro aspecto, una frontera marca el borde de lo conocido, el punto en el cual termina lo sabido y comienza el yermo. Estoy menos interesada aquí con el primer significado, el que me gustaría sugerir que puede estar relacionado de una manera más significativa con el Segundo Objetivo de la Sociedad, porque nos invita a explorar la religión, filosofía y ciencia, de modo que podemos llegar, como ya señalé, a la universalidad del conocimiento. Las fronteras del estudio están claramente indicadas, aunque las diferencias que separan a una disciplina de otra, la religión de la filosofía o, la filosofía de la ciencia, pueden a veces volverse borrosas. Sin embargo, es más directamente al segundo significado del concepto de frontera al que me gustaría referirme y sondear en alguna medida el área no cultivada de la posibilidad humana. Esta es el área insinuada en nuestro Tercer Objetivo y, un estudio en profundidad de ese Objetivo puede conducirnos al nuevo continente de nuestra humanidad.

La crisis de desequilibrio, tan clara en nuestra época, es una separación no sólo del hombre respecto al hombre, sino del hombre con él mismo. El hombre se ha clasificado, junto con todos los objetos y sucesos en el universo, como algo a observar, examinar, medir y estandarizar. El temor fundamental que controla al hombre es el temor a deshumanizarse y quizás en gran medida éste es responsable de la explosión de inquietud que estamos experimentando. Algo en nosotros resiste el intento de mirarnos como un qué a examinar con la simple objetividad de la observación externa. Queremos creer que somos un quién, a ser comprendido en toda la compleja subjetividad de la experiencia. Aun cuando nos vayamos en cohete a la luna, sentimos que hemos fallado en el encendido en algún lugar de la línea o, que la propulsión del jet debería haber sido usada en las dimensiones internas para descubrir la órbita de nuestras propias naturalezas. En el drama de la vida humana, parecemos estar alcanzando el punto de un éxito de taquilla, con entrada general solamente disponible en nuestro globo y, discutimos la disponibilidad de las unidades humanas con tan poco interés como determinaríamos la cantidad de mosquitos que podría albergar un pantano. En tal empeño no es de extrañar que el hombre probablemente diga ‘no’ a Dios, porque él ya dijo ‘no’ a sí mismo cuando se identifica únicamente con su naturaleza objetiva y externa. Pero existen quienes buscan aprender y desean conocer, quienes necesitan una fe para iluminar la etapa mundial con poca luz, que demanda una identidad auténtica, no un credo autoritario, quien no se satisfará con nada menos que caminar libremente con dignidad, esperanza y honor.

La Sociedad Teosófica tiene una oportunidad sin par en estos años finales del siglo veinte para hablarle al hombre, hablarle a la presente condición del hombre, claramente y sin equívocos llamándolo a conocerse a sí mismo en su verdadera identidad y así decir ‘si’ a todo lo que es posible para él. Las fronteras de la posibilidad humana: estas son las fronteras que ahora hay que explorar, no las fronteras externas del espacio exterior, sino los dominios internos del espíritu. La Sociedad Teosófica puede llegar a ser la consciencia de la humanidad, punzando las mentes de los hombres para una percepción de su fuente unitaria en un continuo inmortal de la Realidad, despertando sus corazones al reconocimiento de que la fraternidad es algo más que un hecho en la naturaleza, porque es una forma de vida, una forma de caminar y de ser constante. Y la Sociedad Teosófica puede hacer esto por virtud de la sagrada confianza que descansa en ella por aquellos Hermanos Adeptos que siempre constituyen el muro guardián de la humanidad, deteniendo la pleamar de la división, temor e ignorancia que sumerge al mundo en la oscuridad. Pero la Sociedad Teosófica es usted y yo, somos todos nosotros en conjunto, colaboradores de esa sagrada confianza que, si somos pocos o muchos, la tenemos a nuestro cargo para transmitirle al mundo el conocimiento de que hay una sabiduría eterna por medio de la cual el hombre puede verdaderamente conocerse a sí mismo, transformarse, sanarse, llegar a ser completos y, por lo tanto, más que sí mismo, uno con todos los demás, humanamente divinos y divinamente humanos.

En los primeros días de la Sociedad, Mohini Chatterjee señaló que la doctrina esotérica

‘enseña con especial énfasis que debe existir una clase de hombres, en todo momento de la historia de la evolución humana, en quienes la consciencia alcance una expansión tal en profundidad y área que le haga posible solucionar los problemas del ser por percepción directa y por lo tanto, mucho más íntegros que el resto de la humanidad’.

Tal percepción directa puede ser alcanzada sólo en la proximidad de un encuentro con los primeros principios, esos principios inmortales de la Sabiduría sobre los cuales deben basarse todas las verdades secundarias. Nosotros tenemos ese privilegio y esa responsabilidad, de llegar a ser en nuestra época y por las presentes necesidades, hombres y mujeres, quienes, habiendo luchado con la verdad, han logrado pasar a esa expansión de consciencia que permite una visión total, una expansión inducida, no por drogas o algún estímulo externo, sino por nuestros propios esfuerzos.

Todo gran viajero y explorador al conquistar su camino a través de océanos inexplorados o tierras desconocidas, ha trazado su rumbo por medio de las estrellas. Así también en el viaje de descubrimiento al cual hemos sido llamados, viaje que conduce al interior, a la dilatada consciencia de un Yo inmortal, podemos levantar nuestros ojos hacia las estrellas de sabiduría que siempre han brillado en el firmamento del tiempo.  Y la estrella polar es la estrella de la unidad hacia la cual la brújula de nuestro ser debe siempre volverse.

Tomando nuestra dirección desde la brillante estrella de la unidad, valientemente podemos partir hacia las fronteras de la posibilidad humana, las fronteras de la consciencia, en un esfuerzo por responder al angustiado grito del hombre moderno, aislado de su propia fuente, apartado de su hermano, temeroso de sus propios inventos, dubitativo aún de su futuro.

Para conocer los límites de nuestra humanidad, debemos definir lo que es ser humano. Actualmente, una popular canción en los Estados Unidos pregunta:

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que lo llames hombre?

La visión teosófica del hombre abarca todos los caminos de experiencia que condujeron a este momento y apunta más allá del yo real del hombre a su yo posible. Es una visión que define lo humano no en términos de lo que el hombre ha sido, no en términos del animal dentro de él, sino siempre en términos de lo que él puede ser. Porque es una visión que comprende la totalidad del hombre, el hombre como enraizado en la permanencia del espíritu, en el permanente dominio de la vida universal que es también consciencia impregnada de principio a fin con la felicidad suprema. Enraizado en un dominio así, que puede ser más metafísicamente descrito en términos familiares para el estudiante de Teosofía como chidâkâsam, cuya naturaleza es también ânanda, el hombre se vuelve hacia afuera para obtener las experiencias de la consciencia de sí mismo y, en esta vuelta hacia afuera recorre los caminos transitorios de la existencia, anclándose una y otra vez al sombrío fin del espíritu que llamamos materia. Y en el aquí y ahora de este anclaje es representado el drama de convertirse en humano, con toda la tragedia y comedia, todos los dolores y luchas y, alegrías y triunfos de aprender los roles de la humanidad en toda su diversidad, que un día puede avanzar a un dios.

El extraordinario paleontólogo filósofo jesuita, Pierre Teilhard de Chardin, habló de su propio descubrimiento fundamental que ‘somos llevados por una ascendente ola de consciencia’. ‘El estudio del pasado’ escribió, ‘me ha revelado la estructura del futuro’ Porque el hombre, emergente de un campo universal de consciencia, posee todas las potencialidades de esa consciencia, potencialidades que pueden ser brevemente resumidas en la bien conocida triplicidad de Omnipotencia, Omnisciencia y Omnipresencia, los poderes del permanente centro del hombre como âtmâ-buddhi-manas. Su tarea es comprender esas potencialidades en los roles vividos en existencias subsiguientes.

Así fue que De Chardin escribió acerca de un futuro particular para el hombre, el ‘ultra humano’ como él lo llamó. El filósofo escandinavo Soren Kirkegaard, cuya influencia sobre el pensamiento moderno occidental ha sido tan significativo, una vez observó: ‘Quien lucha con el futuro tiene un enemigo peligroso’. Pero tuvo la sabiduría de agregar, ‘A través de lo eterno conquistamos el futuro’. Hay un profundo significado en estas palabras, porque no se puede luchar con el futuro, al menos no con buen resultado, ni siquiera el mañana se lo puede mantener a raya por mucho tiempo. Pero podemos enfrentar el futuro, abarcar el futuro de nosotros y de la humanidad solamente reconociendo lo eterno. La sabiduría eterna, la Teosofía, nos lleva a encontrarnos con lo eterno, con los principios inmortales que permanecen a través de los constantes cambios de los fenómenos. Y de este encuentro, la lucha por la verdad, la búsqueda de la comprensión, aprendemos a conquistar el futuro atrayendo al presente todas las posibilidades del mañana. Podemos entonces llegar a ser ese grupo de hombres y mujeres que, en nuestra época, hemos alcanzado una expansión de consciencia interna tal que nos permita solucionar los problemas de la existencia por medio de nuestra propia percepción directa. Porque la percepción será de lo universal,  de la universalidad de la ley, la universalidad de la verdad y, todos los problemas serán atribuibles a esos principios permanentes.

Es por un viaje como este que somos llamados por nuestro compromiso con la Sociedad Teosófica: el viaje a través de las fronteras de nuestro propio ser, fronteras que son siempre nuevas porque cada individuo es único en su expresión, aun cuando está enraizado en una unidad inmortal. Es el bello viaje descrito hace mucho en uno de los Upanishads:

Hay una Luz que brilla más allá de todas las cosas en la tierra, más allá de todos nosotros, más allá de los cielos, más allá de lo más elevado, de los más altos cielos. Esta es la luz que brilla en nuestros corazones. Hay un puente entre tiempo y Eternidad y este puente es el Espíritu en el hombre. Ni el día ni la noche cruzan este puente, ni vejez ni muerte ni dolor…. Cuando este puente se ha cruzado, los ojos del ciego pueden ver, se curan las heridas y el hombre enfermo sale indemne de su enfermedad. Para quien camina sobre este puente, la noche se convierte en día, porque en los mundos del Espíritu hay una Luz que es eterna.

Explorando valientemente las fronteras de nuestra propia humanidad, avistando las estrellas de la sabiduría inmortal, divisando nuestro rumbo por las leyes inmutables de la naturaleza, podemos llegar a descubrir la latitud y longitud precisas del lugar en que nos hallamos en el borde de las fronteras de nuestras propias posibilidades. Porque sugiero que descubramos la dimensión de nuestro ser, nuestra propia estatura interna, al aprender a conocer lo que verdaderamente es el hombre: un Espíritu Inmortal envuelto en los atavíos de la mortalidad. Al descubrir la propia altura de nuestro ser, encontramos también la latitud de la existencia humana, la extensión de nuestras relaciones con los demás, porque el hombre es verdaderamente humano sólo en la relación. Solamente cuando el corazón es amplio podemos crecer en altura; solamente en el reconocimiento de nuestro parentesco con toda vida, más particularmente con aquellos que comparten la búsqueda humana, real y finalmente nos convertimos en hombres. Nuevamente cito a Teilhard de Chardin: ‘Hay solamente un contacto cargado de una irresistible fuerza centrípeta y unificadora y, ese es el contacto del hombre completo con la totalidad del hombre”. Porque aun cuando exploramos las fronteras implícitas en nuestro Tercer Objetivo, la totalidad del hombre y las potencialidades o poderes del hombre completo, somos conducidos directamente, completando el círculo, a las fronteras ética, moral y humanística indicadas en nuestro Primer Objetivo y así a la base misma del Movimiento Teosófico: la realización de esa única relación verdadera, libre, bella y divinamente humana que es la fraternidad.

Nuestra época necesita una nueva clase de fe y una nueva clase de valor. En una época en que las fronteras están demasiado a menudo definidas por muros, alambradas de púas y las innumerables barreras intangibles del odio, celos y amargura que separan al hombre del hombre, somos llamados por las incontables pequeñas valentías de la fraternidad humana y el amor humano a las acciones heroicas diarias. Cuando vivimos en las fronteras de lo humanamente posible, donde no hay laberintos de temor y ansiedad para que los guardias vigilen, conscientes de la fuente unitaria de nuestro ser porque osamos elevar nuestros ojos hacia las estrellas permanentes, ya no nos saludamos mutuamente como abstracciones, como cosas a usar, explotar y poseer. Entonces aprenderemos a hablarnos con las significativas sílabas de la afinidad, como personas auténticas, únicas, importantes, todos igualmente divinos. Y en nuestro viaje a través de estas fronteras, no confundamos velocidad por viaje; no confundamos destino con dirección y descansemos en los albergues de cómodas creencias cuando deberíamos estar dirigiéndonos a través de montañas de ideas. Sobre todo, no confundamos los números que pueden ser sólo las señales de arraigadas moradas, por esa fuerza que sólo unos pocos pueden alcanzar que pone a prueba sus músculos espirituales contra la resistencia de la verdad misma.

Nuestra época necesita la clase de fe que percibe en cada hombre un eterno espíritu logrando pasar a su propio destino inmortal. Nosotros en la Sociedad Teosófica, aun cuando podamos ser pocos o muchos, la tenemos en nuestro poder para evocar la consciencia de cada hombre al reconocimiento de un interés por toda vida. En los días de la frontera occidental americana, cuando los indios americanos guiaron al hombre blanco a través de llanuras sin caminos, se dice que el hombre blanco a menudo temía perder su camino y que pasaron más de un día y una noche de ansiedad en la búsqueda de una señal familiar, una indicación de campamento o puesto de avanzada. Pero cuando esto sucedía, el guía indio, se quedaba muy quieto, miraba hacia arriba a las estrellas y diría muy sencillamente: ‘Wigwam (tienda o vivienda de los indios de Norteamérica) perdida; indio, nunca perdido”. Así hoy, pocos comprometidos con el noble sueño de la fraternidad pueden estar muy seguros en un mundo crecientemente ansioso con temor e inseguridad y proclamar que la pérdida de posesiones externas, aún la pérdida de la comodidad de la wigwam de las creencias fijas, no son pérdidas que importen. Porque el hombre, el hombre esencial, inmortal, dotado de las potencialidades de la divinidad, nunca puede perderse, mientras mire a las estrellas de la verdad que no solamente están arriba sino también dentro de él.

Así, si comienzo hablando como una americana, cuya tradición histórica está situada en el movimiento sin raíces de un pueblo hacia una frontera siempre en retirada, déjenme concluir hablando como una que comparte con todos los estudiantes de esta Sabiduría Eterna una profunda convicción de las infinitas posibilidades del espíritu humano. Las nuevas fronteras que están ante nosotros cruzan las llanuras sin caminos de nuestras propias dimensiones internas del ser; más allá de las elevadas montañas de las aspiraciones humanas; sobre los sinuosos ríos de la compasión que puede regar el árido suelo de la miseria humana, aquí se halla nuestro sendero. Si tenemos la fortaleza, la paciencia, el valor y la sabiduría para trazar nuestro camino a través de estas fronteras, para establecernos en ese nuevo continente de pensamiento del que han hablado los Hermanos Mayores de la Humanidad, ese nuevo continente de pensamiento donde todos los hombres un día reconocerán su unidad esencial de espíritu en una fraternidad de los libres, si podemos tomar este, el viaje más largo al servicio del mundo depende del compromiso individual que traemos a la causa de la solidaridad humana. El desafío está allí, el privilegio del comienzo es nuestro, la responsabilidad de caminar hacia adelante se nos ha dejado a nosotros. Verdaderamente, no hay otro camino a seguir.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Invertir la corriente: Una elección conciente


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Tim Boyd

 Todos somos conscientes de la idea evidente, básica y universal, de que formamos parte de ciclos. Lo vemos en todos los aspectos de la vida. Es una de las Proposiciones dentro de nuestro canon teosófico, cosas tan sencillas como el día y la noche, cada aliento que inhalamos y exhalamos y el cambio de estaciones. En nuestro planteamiento teosófico también pensamos en términos de manvantara y pralaya, la exhalación e inhalación de los universos. Hay muchos ciclos mayores, pero me gustaría hablar de uno específico para el viaje del desarrollo en el que estamos todos implicados.

El ciclo fundamental del desarrollo del alma tiene su raíz en nuestra literatura y estudio, es el viaje de ida y vuelta, el viaje al exterior, a la manifestación, y el de retorno. La parte externa está descrita en las historias de todo el mundo. Toda tradición espiritual tiene historias de estos ciclos, porque están relacionados con cosas grandes y porque están relacionados con nosotros individualmente. Una descripción típica de esas historias es la que muestra un personaje que representa el alma y que abandona su hogar o su reino para irse a tierras lejanas. En esas tierras tiene algunas experiencias, a veces olvida las glorias de su propio reinado, y vive de la misma manera que la gente de esas tierras lejanas. Pero llega un momento en el que el alma empieza a recordar y con eso comienza un aspecto completamente nuevo del ciclo.

Una historia que describe todo esto de forma vívida es el Mahabharata, donde el clan de los Pandava pierde su herencia y tiene que vagar, luchar y viajar hasta conseguir la victoria final en la batalla. También la vemos descrita en la vida de los grandes seres. El Buddha dejó su reino, su vida principesca, para emprender ese viaje hacia la iluminación. H.P. Blavatsky dejó su hogar a los 17 años y se fue sola en busca de una sabiduría más profunda que la llevó a viajar por el mundo durante los restantes cuarenta y tres años de su vida.

Una historia espiritual integrada en la tradición occidental, la del Hijo Pródigo, es una descripción excelente del mismo viaje de ida y retorno. Es la historia de un gran hombre cuyo hijo un día decide marcharse de casa porque quiere viajar. Pide y recibe toda su riqueza, que se lleva consigo en un viaje que hace a tierras lejanas. Por el camino, va perdiendo gradualmente toda la riqueza que le han dado. La dilapida en el viaje a la tierra lejana de la implicación material en la materia. En un momento determinado se encuentra lejos de su casa y tiene que llevar la dura vida de la gente de aquellas tierras, viéndose obligado a aceptar los más humildes empleos para poder comer. En esa cultura particular, el empleo más inferior era el de dar de comer a los cerdos y ése era el trabajo que estaba haciendo el hijo de un gran señor.

En esa historia la hambruna se apodera de la tierra. El hijo se muere de hambre, ya que le falta el alimento espiritual. Tiene tanta hambre que se come la comida destinada a los cerdos. Es la descripción del descenso más profundo del alma. Es el punto crítico de la historia y también para nosotros. Lo que ocurre en la historia describe el proceso en el que estamos inmersos ahora. En este momento de desesperación el hijo recuerda su estado anterior y que es el hijo de la divinidad y la forma en que vive y se conduce está completamente alejada de su verdadera naturaleza. Es el momento crítico porque aquí es donde empieza el viaje de retorno.

En los escritos teosóficos se habla de este ciclo de ida y retorno en las Tres Proposiciones Fundamentales. En la tercera Proposición se dice que hay un peregrinaje obligatorio para cada alma. Cada alma tiene que hacer su viaje. El viaje de ida está dictado por lo que se dice en esa tercera Proposición, que la individualidad se adquiere primero a través del impulso natural, o sea que en la parte externa del viaje es la fuerza impulsora de la Naturaleza la que nos empuja. No se trata de una elección consciente sino de una reacción a los efectos e impulsos de la Naturaleza.

Durante esa parte del viaje nos vemos empujados por la Naturaleza, que divide al mundo en formas que nos son familiares: en lo que nos es agradable y en lo que nos causa dolor y el resto es neutro. Según el modo en que funciona la conciencia, cogemos lo agradable y nos resistimos a lo que nos causa dolor. Ese hábito de la mente nos impide tener cualquier experiencia genuina del mundo, porque la mente divide al mundo en falsas categorías de lo que nos gusta y lo que no, lo que anhelamos y lo que apartamos.

El problema clave para el individuo es que hay un punto importantísimo del despertar al cual conseguimos finalmente llegar. Para dar un ejemplo de ese proceso, imaginad lo que ocurre si alguien dispara una flecha al aire. La flecha es lanzada con una fuerza que la empuja. En el viaje de ida esa fuerza disminuye, la flecha se ralentiza, se detiene y después comienza su viaje de retorno a la tierra de donde salió.

Las enseñanzas ocultas hablan de un momento de nuestro desarrollo en el que tenemos el potencial de acelerar el viaje de regreso al hogar. El punto en el que esta aceleración tiene lugar es el punto en el que nosotros, como familia humana, nos encontramos ahora. Por supuesto,  siempre hay personas que se hallan más adelante en la curva. Ese movimiento propulsor nos impulsa cada vez más profundamente a asociarnos con la materialidad. Pero cuando ese movimiento empieza a ralentizarse, tenemos por primera vez la oportunidad de hacer una elección genuina, y no una simple reacción a los impulsos de la Naturaleza. Tenemos la ocasión de hacer elecciones de manera consciente. En esa tercera de las Tres Proposiciones Fundamentales de la Doctrina Secreta, cuando se alcanza este punto, guiamos nuestro desarrollo a través de “esfuerzos auto inducidos y auto elaborados”. Tomamos el control y ejercitamos la conciencia que ha crecido en nuestro  interior durante el curso del largo vuelo hasta la existencia material y ahora determinamos la mejor forma y la más expeditiva, no sólo para nosotros sino para todos los seres, de hacer el viaje de regreso a casa. Éste es el punto en el que nos encontramos ahora.

Si éste no fuera el nivel de nuestro desarrollo, algo como la Teosofía carecería de significado para nosotros. El momento en el que empieza el viaje de retorno es el momento crítico de toda esta historia. En este viaje de retorno a casa, lo que más nos interesa es la opción que elegimos continuamente del “Conócete a ti mismo”. Se trata de un proceso en el que nos vamos conociendo de forma cada vez más profunda. El yo, apartado de la realidad más amplia en la cual existe, carece de significado y es ilusorio. El único yo que tiene significado es el que está relacionado inextricablemente con la vida superior dentro de la cual todos los seres viven, se mueven y tienen su existencia.

La unicidad puede experimentarse de muchas maneras. Un ejemplo que estoy utilizando actualmente es el del cuerpo humano. Dentro de él hay múltiples trillones de vidas individuales, o células, que componen el cuerpo. De alguna manera, a toda esa comunidad de vidas la llamamos “yo”. Pero si tomamos el ejemplo de cualquier célula y nos preguntamos qué es lo que motiva a ese organismo singular durante el curso de su vida cotidiana, veremos que probablemente no le importe mucho lo que digamos en una Convención de la Sociedad Teosófica, ni tampoco las facturas que hemos de pagar o los libros que decidimos leer. El requisito básico para esa célula individual es tener un clima acogedor, un equilibrio ácido adecuado a su alrededor, suficiente alimento y la capacidad de reproducirse.

Con nuestra imaginación, podemos suponer que, entre todos esos trillones de células, a una de ellas se le ocurra que aquí está ocurriendo algo más grande. Supongamos que a la célula se le ocurre que desea saber más de la vida más grande dentro de la cual vive y se mueve.  Eso sería un ejemplo de una célula espiritualizada. No tiene posibilidad de comprender la enormidad del cuerpo en el que reside. Es demasiado enorme. Y eso es algo similar a nuestra condición. Nos estamos preguntando cosas sobre esa Vida Más Grande y tenemos vagas experiencias respecto a ella. En un momento determinado nos comprometemos a profundizar en nuestro conocimiento y a tratar de conducir a otros en esa dirección.

Cuando se le pidió a HPB que describiera lo que es un ser humano, su respuesta fue que es el espíritu superior y la materia inferior enlazados por la mente. En la Doctrina Secreta el proyecto humano es el resultado de la unión de las tres corrientes evolutivas, la espiritual, la intelectual y la física. Estas cosas parecen muy sencillas porque tendemos a relacionarlas con nosotros; el espíritu superior está “dentro de mí”, la materia inferior es “mi cuerpo”. Pero ella hablaba de algo mucho más importante. No solamente esas corrientes están activas dentro de nosotros, sino que hay todo un espectro de inteligencias que participan en este proyecto. Cada uno de nosotros es el producto de la presencia participativa de los más altos Dhyani Chohans, así como de la clase más inferior de los elementales. Somos seres complejos. La unidad que queremos explicar tiene su propia complejidad.

Por esto, para nosotros como humanos, la comprensión de esta complejidad es lo que se busca con el proyecto humano. En Luz en el Sendero se nos aconseja “buscar en la tierra, en el aire y el agua los secretos que guardan” para nosotros, mirar en nuestro interior, examinar las distintas corrientes y preguntar cuáles son esos secretos que las distintas inteligencias superiores que actúan dentro de ese proyecto humano tienen para nosotros. “Preguntad a los Santos Seres de la tierra los secretos que guardan” para nosotros. “Preguntad al Uno, al más interno, su secreto final” que ha estado siempre guardado para nosotros. Ése es el proceso en el que nos implicamos cuando llegamos al nivel de poder elegir finalmente de forma consciente.

Para dar otro ejemplo, en 1980 tuvo lugar un importante cataclismo en la costa oeste de los Estados Unidos. Fue la erupción masiva de un volcán situado en el estado de Washington, el Mount Saint Helens. Fue algo repentino, aunque los científicos ya sabían desde hacía tiempo que ese volcán estaba a punto de estallar. Habían visto cómo abultaba la ladera norte del volcán y por debajo habían empezado las sacudidas regulares de algunos terremotos. Todo les hacía pensar que estaba a punto de ocurrir alguna actividad y así fue, en mayo. Un terremoto hizo desaparecer una parte de la ladera de la montaña, mostrando los ríos de lava ardiendo que había por debajo y haciéndola estallar. Fue extraordinario y se filmó todo en una película, pero devastó todo el entorno. No sobrevivió nada; murió todo en kilómetros a la redonda.

Unos tres o cuatro años después del terremoto, yo sobrevolaba el lugar en dirección al noroeste y el piloto pasó por encima de la misma montaña. Me habían dado el asiento al lado de la ventanilla. Cuando miré abajo, nunca había visto nada parecido. Era como si estuviera viendo la faz de la luna. No había señal de vida alguna en ninguna parte, todo estaba cubierto de ceniza gris o negra. Antes del terremoto, había un bosque de pinos muy altos alrededor del volcán. Por la fuerza del estallido, todos los árboles habían sido arrancados de cuajo y se veían las raíces orientadas en dirección al origen del estallido. Aquellos enormes árboles caídos parecían los palillos con los que juegan los niños. Era el despliegue más increíble de fuerza natural y de su capacidad para la devastación.

Unos diez años más tarde volví a sobrevolar la misma montaña. Con el recuerdo de lo que había visto antes, miré por la ventanilla para ver qué imagen se me ofrecería ahora. Lo que vi fue algo totalmente distinto. Aunque se podía ver todavía la silueta de algunos árboles caídos por debajo, la tierra había florecido con nueva vida. Dondequiera que mirara todo estaba verde, una vida verde y floreciente. Los animales pudieron volver de forma totalmente renovada; florecían ellos también. La tierra, que se había visto regenerada por la ceniza volcánica, era más productiva de lo que había sido nunca. De la devastación total y yerma, estaba naciendo en abundancia una nueva vida. Fue una visión extraordinaria pero también me hizo reflexionar.

A veces nos enfrentamos a ciertas situaciones en nuestra vida como individuos y como familia humana. Ahora, como siempre, hay decisiones que podemos tomar si estamos lo suficientemente presentes, conscientes y dispuestos a atrevernos a tomar esas decisiones. En la vida oculta tenemos un dicho que dicta nuestro comportamiento: saber, querer, osar y callar, siendo el “callar”, naturalmente, el más difícil de todos. En un momento determinado, sabemos; tenemos el conocimiento. Nadie tiene que decirnos que en ese punto de la historia de la humanidad nuestro comportamiento como familia humana está afectando al planeta de forma grave. Hace cuatro semanas en Adyar, cuando las inundaciones lo invadían todo, no había electricidad y habían desaparecido todas las artimañas del progreso humano tan avanzado, moderno, civilizado y maravilloso, nosotros lo sabíamos.

Nosotros mismos hemos creado esas situaciones. Ya sea a nivel personal o de toda la humanidad, cada vez que experimentamos épocas de devastación, de alguna manera tiene lugar una respuesta; no es una reacción, sino una respuesta. A partir de los millones de vidas que se perdieron en la Segunda Guerra Mundial, de todas las expresiones no sólo de desigualdad, sino de odio de otros seres humanos y grupos de seres humanos, emergimos del cataclismo con un mundo devastado. De eso nació el hermoso documento que se ha convertido en el modelo por el que deben regirse las naciones: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es un maravilloso documento cuya lengua original es casi idéntica al primer Objetivo de la Sociedad Teosófica. Las distinciones, discriminaciones y odios basados en raza, religión, género, casta o preferencia sexual son artificiales y contraproducentes para el desarrollo humano.

En la tradición de la Sabiduría Perenne, tenemos el concepto del upadhi, o vehículo. Es un vehículo que capacita la expresión de algo de nivel superior. Así la mente es el vehículo de la inspiración espiritual o buddhi. La sustancia es el upadhi del espíritu. La compasión, que es la Ley de leyes, la naturaleza de nuestro ser, que está conectada con esa experiencia de unicidad, también requiere su vehículo. ¿Cuál es el vehículo de la compasión en este mundo? ¿Por qué somos compasivos? La pregunta más importante es: “¿Por qué no somos compasivos?”

El vehículo de la compasión es esa mente, o conciencia, que es responsable, es decir, capaz de responder. La responsabilidad es el florecimiento de todo el trabajo que hemos hecho en esta vida y en vidas anteriores y que nos hace capaces de responder. Solamente cuando llegamos a ese punto de nuestro desarrollo en el que somos totalmente capaces de hacer una elección consciente puede decirse que somos “responsables”, verdaderamente capaces de responder.

En la física cuántica tenemos el concepto del salto cuántico. Parece una idea puramente científica, pero es algo que vemos normalmente en la vida. La idea es que cuando tenemos un electrón que rodea al núcleo de un átomo, cierta cantidad de energía se invierte en ese electrón y, de repente, se mueve hacia una órbita completamente nueva. No pasa por el espacio que lo separa de la nueva órbita, se mueve súbitamente, totalmente y completamente, a una nueva órbita. Podemos verlo también, no ya con un microscopio de electrones, sino en cosas como la Primavera Árabe, las manifestaciones de Tiananmen Square, con nuestra propia experiencia repentina de un nuevo nivel de visión o con la caída del Muro de Berlín. Un día la gente se fue a dormir y el Muro seguía allí. Al día siguiente se despertaron y el Muro estaba desapareciendo.

El trabajo interno de la conciencia centrada tiene efectos de largo alcance. Cada uno de esos ciclos de los que hemos hablado tiene su momento. Cuando llega ese momento, se convierte en una fuerza irresistible. El papel de todos nosotros es el de optar responsablemente por acelerar su llegada. Y esto ocurre de muchas maneras.

En mi zona de los Estados Unidos, en esta época del año hay nieve en el suelo, pero cada invierno, sin falta, el invierno se convierte en primavera. Cuando llega ese momento, tanto si hay nieve en el suelo y un poco de escarcha en el aire como si no, veréis cómo las flores se abren camino a través de la nieve. Es algo irresistible cuando llega el momento de esa fase del ciclo. Y nosotros formamos parte de esos ciclos internamente. Si hemos estado haciendo nuestro trabajo adecuadamente, somos conscientes de que llega una nueva época. Esta época entra en otra, primero de forma sutil, pero después de forma repentina y completa.

Actualmente estoy viajando mucho por el mundo y dondequiera que voy encuentro personas como nosotros, que sienten que el refinamiento de la conciencia tiene un valor. En todo el mundo hay gente como nosotros que están trabajando en esos campos, sin saber ni cuándo ni por cuánto tiempo y sintiéndose de algún modo separados y solos. No se trata de una información que aparezca en los medios de comunicación. Lo que no se dice en las noticias es el movimiento de la conciencia que está ocurriendo en el mundo actualmente, donde pequeños grupos de personas están encontrando su camino hacia otros pequeños grupos de personas. La conexión se está haciendo. De hecho, ya se ha hecho. ¿Cuando llegará el momento en que esta malla represente nuestro nuevo modelo? Esperemos que sea en nuestra época. Definitivamente será pronto.

Estas son las pautas que os pido que tengáis en consideración y las cosas a las que habría que prestar atención. La compasión y la responsabilidad universal. Cada uno está en posición, en esta etapa del desarrollo, de ser responsable, de elegir y de elegir sabiamente. Conectemos con esa compasión que es nuestra genuina naturaleza. No tenemos enemigos que se definan por su nacionalidad. No hay ninguna nacionalidad que sea nuestro enemigo, pero sí que tenemos enemigos. Nuestros enemigos más intratables se hallan en nuestro interior, esos pensamientos egoístas que nos separan de la experiencia de la corriente libre del amor y la compasión. Ése es el enemigo, porque nos tiene encarcelados. Es también un enemigo sobre el que tenemos un completo control, si realmente creemos tener control alguno. Si podemos auto convencernos de eso, el resto será fácil.

Madame Blavatsky dijo una vez que había dos voces a las que escuchaba y obedecía sin rechistar: la voz de su propio yo superior, con la que estaba suficientemente conectada como para poder saber cuándo le hablaba y la segunda era la voz de su Maestro. Su acceso a esas voces no era único. Nosotros también lo tendremos si lo pedimos, si queremos escuchar, si queremos oír y saber lo que nos dice, si estamos dispuestos a querer hacer lo que ya sabemos. Si deseamos osar movernos en este mundo de forma opuesta a la corriente del comportamiento convencional. Ésa es la corriente que hemos venido a invertir. Es difícil al principio; requiere un enorme esfuerzo antes de poder eliminar todo esfuerzo, pero una vez establecida, será una conducta que no nos costará nada. Sabedlo, convertidlo en parte de vuestra voluntad, atreveos a dar ese paso y sabed también que no lo estáis dando solos. Puede que no los veáis  a vuestro alrededor, pero no estáis caminando solos. Y callad.

Callad y conoced qué es aquello que os está susurrando continuamente en vuestro interior, esperando a ser oído.

lunes, 14 de noviembre de 2016

La compasión como vivencia radical


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LINDA OLIVEIRA
Secretaria General de la Sección Australiana y Ex-vicepresidente internacional de la Sociedad Teosófica.
Conferencia dictada en la Convención Internacional, Adyar, diciembre de 2015


 No mucho tiempo atrás, en China, una buzo de apnea llamada Yang Yun intentó volver del fondo de una piscina ártica. En ese momento, notó que sus piernas estaban obstaculizadas y no podía moverse. Ella comentó, “Comencé a conmocionarme y hundirme aún más y pensé que eso era todo para mí, que estaba muerta, hasta que sentí una fuerza increíble debajo, que me llevaba hacia la superficie” ¿Qué había ocurrido? Una ballena beluga llamada Mila había visto lo que estaba ocurriendo y entró en acción guiando a Yun sana y salva hasta la superficie de la piscina. Esta conmovedora historia parece ser una adecuada introducción a nuestro tema.

¿Qué significa ser radical? Esa palabra está frecuentemente asociada con algo “contracultural”, algo que va en contra de la fibra de la sociedad en general. Por ejemplo, alguien puede vestirse de manera inusual o puede ser llamada “alternativa” por tener actitudes que son diferentes de las que tiene la mayoría. Tienden a ir en contra de la tradición o de las normas en general. También hay partidos políticos radicales, que propugnan cambios intensos. Ciertas actitudes radicales resultan en violencia extrema que vemos como actos terroristas en la actualidad. Pero, otra gente que parece radical puede de hecho ser muy virtuosa, es sólo que no se conforma con lo que generalmente se llama normal.

Sin embargo, hay dos interpretaciones sobre el término “radical” que tienen particular relevancia en esta exposición: (1) aquello que es radical en una parte inherente o particular de la naturaleza de algo o alguien, (2) el término se refiere a aquello que está dirigido a ser completamente curativo. En este sentido, el significado es utilizado comúnmente en relación a la medicina, por ejemplo, cirugía extrema o radical.

Dos preguntas importantes llegan ahora: (1) ¿qué es nuestra naturaleza esencial o radical como seres humanos? y (2) ¿existe una posibilidad de que la conciencia humana, en su sentido cotidiano, realmente requiera cirugía radical? Estas son preguntas que no pueden ser realizadas por un ingeniero, un matemático o  un especialista en tecnologías de la información. Están realizadas por estudiantes de Teosofía o de la Sabiduría Divina y por varios poetas, místicos y filósofos. En otras palabras, son la reserva de aquellos que están genuinamente interesados en las cuestiones más profundas de la vida y en qué significa ser humano en un sentido esencial. Volveremos sobre ambas preguntas luego, después de considerar tres puntos:

1.  La Unidad que nos une a todos
2.  La vida ordinaria o mediocre y,
3.   La vida radical

Profunda e inquebrantable Unidad

Comenzaremos con una premisa: que todos estamos interconectados permanentemente. Vivimos en un universo interconectado. Nada existe aislado, aunque a veces así parezca. Lo reconozcamos o no, nos guste o no en algún momento particular, estamos inextricablemente entrelazados con toda otra forma de vida en todos los campos de conciencia.

Una profunda e inquebrantable Unidad nos liga, esa conciencia noumenal que impregna y nutre a todos y a cada uno de nosotros. Lo notamos más conscientemente en ciertos momentos, tal vez como la sensación de unidad con una roca, una flor, un insecto, un animal, el océano u otra persona. Hay muchas instancias de este tipo.

Unidad significa sólo eso, básicamente, una singularidad. No se traslada a una ecuación matemática como que: universo = yo + todo lo demás. La ecuación en la tradición de la Vedanta es Âtman = Brahman. En otras palabras,  el aspecto más elevado o más sutil del ser humano está también misteriosamente enraizado en y, es sinónimo de, Brahman o el Espíritu universal.

Estamos considerando aquí la existencia de una Entidad, de la cual somos aspectos, profunda e inextricablemente conectados o relacionados con todos los otros aspectos.

Madame Blavatsky lo expresó de esta manera en La Doctrina Secreta:

La unidad radical de la última esencia de cada parte constitutiva de los componentes de la Naturaleza, desde la estrella hasta el átomo mineral … tanto aplicado a lo espiritual, intelectual o a los mundos físicos, esta unidad es la ley una esencial en la Ciencia Oculta (Hoskins, p. 13)

De hecho, esta es la base de la Filosofía Esotérica, la insistencia en que debajo de nuestro mundo de experiencia hay una “Realidad única que es la fuente y la causa de todo que fue, es y será” (ibid., p. 12).

Tenemos un sentido de esta Realidad única profundamente dentro de nosotros. La necesidad de experimentarla surge de diferentes formas, como el anhelo humano por la sensación de conexión. Por ejemplo, hay un sentido de conexión que experimentamos cuando somos parte de una familia. En el mejor de los casos, la familia provee una sensación de bienestar, aliento y apoyo, así como una base de valores espirituales que ayudan a una persona decente, inteligente y realizada a emerger en la adultez. Hay también un sentido de conexión con nuestra cultura y nuestra nación. Dada la difícil situación de tantos refugiados en la actualidad, somos realmente afortunados si experimentamos este tipo de conexión.

Vida ordinaria o mediocre

Sin embargo, un sentido de Unidad parece ser virtualmente invisible en la vida de muchos. Esto resulta del tipo de conexiones que elegimos hacer. El microbiólogo Charles Birch escribió acerca de las relaciones. Para él, relacionarse es simplemente hacer conexiones, de las que describe dos tipos esenciales:

1.   Cuando los vagones del tren están conectados, la única diferencia que hace la conexión es que un vagón tira del otro. Esta es una relación de tipo mecánica, tal vez una relación de conveniencia, cuando un vagón determina exactamente dónde se mueve el otro. Por lo tanto el vagón que es tirado es impotente.
2.   Él describe el segundo tipo de conexión utilizando solo una palabra y una palabra solamente: compasión. Esta es una relación interna, que contrasta fuertemente con la forma externa en la que dos vagones de tren se relacionan entre sí. La compasión por lo tanto constituye un orden muy diferente de relación. (Birch, p. 11)

Birch continúa: “Cuando fracasamos en la realización de conexiones que son importantes para nuestras vidas y la vida del mundo, quedamos a la deriva como pequeñas balsas en el océano.” Podemos pensar en este estado de quedar a la deriva como vivir de manera ordinaria, una vida que tiene una mediocridad inherente ¿Por qué ocurre esto? Porque si estamos siendo tirados como un vagón de tren, siguiendo la corriente de la sociedad global sin cuestionamientos, entonces estamos verdaderamente a la deriva, sin rumbo, sin pensar por nosotros mismos. Podemos ser altamente egocéntricos, sin estar acostumbrados a observar por qué pensamos, sentimos y actuamos de cierta forma. La mayor parte del tiempo esto resulta en una acción superficial, como si nosotros estuviéramos separados del resto de la vida. En síntesis, estamos en un estado de alienación de nuestras raíces espirituales. Un sentido de conexión más profundo simplemente no existe.

Charles Birch hizo un comentario relevante a esta discusión cuando mencionó que “lo peor que podemos hacerle a un semejante  es tratarlo solo como un medio y no como un fin en sí mismo.” (Birch, p. 75) Lamentablemente, muchas personas utilizan a otras por motivos ulteriores con el objeto de ganar riqueza, prestigio de todo tipo, influencia política, éxito en su carrera, etc. La gente que tiene éxito material puede estar viviendo vidas muy ordinarias en realidad, a pesar de los indicadores externos de éxito. Esto carece de éxito en un sentido más profundo, es triste mediocridad.

El sufrimiento humano surge diariamente en las noticias, medios sociales e impresos. La violencia hacia las mujeres está en todas partes. Los refugiados han ingresado masivamente en Europa recientemente. Asesinatos masivos ocurren todos los días. Algo está terriblemente mal. En estos casos, las conexiones forjadas en relaciones son mecánicas e insensibles, a mundos de distancia de la conexión interior que es la compasión.

Vida radical

Es por lo tanto necesario considerar seriamente una forma de vivir totalmente diferente. Lejos de tratar a los seres humanos como medios para nuestros propios fines, se trata de la gran virtud de valorar a los otros por ellos mismos. La comprensión de que toda forma de vida tiene un valor intrínseco  ayuda a generar tolerancia, aceptación, respeto y eventualmente un sentido de reverencia. Para nosotros cada uno tiene un valor intrínseco. Esto no tiene nada que ver con lo que ganamos, con nuestra apariencia, con el éxito en nuestra carrera, nuestra religión, por el lugar en que nacimos o nuestro estatus en la sociedad. La profundidad de esta realización es la Fraternidad Universal.

La vida compasiva como forma de establecer relaciones internas

Charles Birch va más allá: “si tenemos éxito en realizar conexiones apropiadas encontramos satisfacción en la vida.” (Birch, p. 11). En la introducción a Recuperando Compasión para la Humanidad y la Naturaleza, escribió: ”Una proposición de este libro es que el encuentro más importante es experimentar … la unificación. Esto es lo opuesto a estar a la deriva y separado del resto de la existencia.” El encuentro último, la experiencia de unificación, es radical ¿Por qué? Porque es un encuentro con nuestra naturaleza esencial.

Recuerdo, también, la descripción de compasión como relación interna, en contraste con la externa, de tipo mecánico entre dos vagones de tren. Vivir compasivamente exige una profunda sensibilidad hacia los otros y un sentido de reverencia hacia la vida. Este no es un desafío pequeño. Probablemente la mayoría de nosotros puede pensar en al menos una relación sobre alguien que es difícil, si no imposible, sentir lo Sagrado.

La compasión en la tradición Buddhista

Considerando la tradición Buddhista, su realidad se ha descrito como profundamente ecológica. Todo, incluyendo los humanos, existe por su participación en otras cosas. Contemplar esta red de interdependencia debería llenarnos de gratitud por la oportunidad de esta vida.

El tema de la compasión ha sido fuertemente enfatizado en las tradiciones Buddhista y Jaina. Caracteriza a las Escuelas Theravâda y Mahâyâna del Buddhismo. En el primer caso, es uno de los cuatro estados sublimes o brahmavihâra-s (moradas divinas). Ellas consisten en compasión (karunâ), amabilidad (mettâ), alegría (mudita) y ecuanimidad (upekkha). Cuando uno desarrolla estos cuatro estados, los consejos de Buddha irradian en todas direcciones. He aquí una descripción del radiante karunâ, o compasión, en las cuatro direcciones, que aparece en el Kâlâma Sutta:

El discípulo de los Nobles, Kalamas, … vive, habiendo impregnado con el pensamiento de la compasión, un cuarto; como el segundo; como el tercero; como el cuarto y así, a lo largo, a lo ancho y hacia adelante; él mora, habiendo impregnado a causa de la existencia en él a todos los seres vivientes, en todas partes, el mundo entero, con el gran, exaltado e infinito pensamiento de compasión que está libre de odio o malicia. (Kalama Sutta, p. 7)

La implicancia aquí es que ciertos estados de la mente son enormemente beneficiosos para el mundo. La potencia de los pensamientos compasivos puede ser utilizada hacia el exterior. Su trayectoria es ágil. Puede que nunca conozcamos sus efectos precisos, pero cada acción (tanto en las esferas del pensamiento, las emociones o física) tiene un resultado definido. La acción compasiva no está confinada simplemente al altruismo en la esfera física, sino que tiene una manifestación distinta en el mundo mental.

En el Buddhismo Mahâyâna, karunâ es también una de las dos cualidades que se deben cultivar en el Sendero del Boshisattva, junto con la Sabiduría de la iluminación (prajña). Shantideva fue un maestro Buddhista de la Universidad de Nalanda en India. Compuso Una Guía para el Modo de Vida del Bodhisattva en el siglo dieciocho. El ideal del Bodhisattva en la tradición del budismo Mahayana es bien conocido. Consideremos unos pocos versos de este trabajo. Primero, sobre la mente despierta:

En síntesis, la Mente Despierta
Debería ser comprendida como que es de dos tipos;
La mente que aspira al despertar
Y la mente que se arriesga a hacerlo.

Una distinción definida se hace aquí entre la aspiración al despertar de la Mente y  el arriesgarse audazmente a despertarla. (I:15)

Un poco después, el texto menciona que aún el pensamiento de aliviar a las criaturas vivientes, aún de un dolor de cabeza, es una intención benéfica, provista de infinita bondad:

Esta intención de beneficiar a todos los seres,
Que no surge en otros aún ni por su propio bien,
Es una joya extraordinaria de la mente,
Y su nacimiento es una maravilla sin precedentes. (I:25)

Aquí, el motivo de beneficiar a otros es un precioso tesoro, importa mucho. Un poco más adelante leemos:

… con gusto me regocijo
En el océano de la virtud por desarrollar una Mente Despierta
Que desea que todos los seres sean felices,
Así como en las acciones que les aportan beneficio. (III:4)

La Mente Despierta es descrita como la “suprema ambrosía” que supera la soberanía de la muerte y el “tesoro inagotable” que elimina toda la pobreza del mundo ¿A qué soberanía de la muerte se refiere? Tal vez al estado de mente ordinaria o mediocre, que está aún por despertar. Y la pobreza del mundo puede denotar pobreza de mente. En contraste, el Despertar de la Mente genera una cualidad diferente de conciencia y un espíritu de ilimitada generosidad ¿Cómo, entonces, practica uno la compasión en el mundo? La compasión existe en su estado puro cuando una respuesta particular al sufrimiento es ágil y natural, sin pensamientos de beneficio personal.

Shantideva

Nos dedicaremos ahora a Santideva, quien dio algunos consejos perennes sobre la práctica de la compasión. El consejo es muy simple, aunque no necesariamente fácil. Consideren estos pensamientos:

Mantenerse Alerta
Si yo estoy presente
cuando una conversación insensible está teniendo lugar
O si veo algún tipo de show espectacular,
Debo abandonar el apego hacia ello. (V:45)

Alguien que vive una vida ordinaria se sumará de buena gana a una conversación que incluye chismes maliciosos. Pero el consejo dado aquí es despegarse de algo así. La Mente Despierta ve la sabiduría en ello ¿Qué sucede con el lenguaje colérico? Shantideva dice:

Cuando hay apego en mi mente
Y siempre que haya deseo de estar enojado,
No debería hacer nada, ni decir nada,
Sino permanecer como una pieza de madera. (V:48)

Puesto con simpleza: hay momentos en los que cuanto menos se dice, es mejor. Luego hay consideraciones hacia los otros:

Debería desistir de ser desconsiderado y ruidoso
De moverme alrededor de las sillas y eso,
Así como de abrir puertas con violencia:
Debería siempre deleitarme en la humildad. (V:72)


La compasión en el Jainismo

  Al considerar la tradición Jaina ahora, su característica clave es ahimsa, que deriva del respeto por todo cuanto tiene vida. Se dice que algunos practicantes de la tradición Jaina barren el suelo a medida que avanzan, o caminan con un velo debido al temor a inhalar algún organismo viviente. Podrían considerar esto como extremo, pero está originado en una visión compasiva de otras formas de vida y el deseo de preservarlas. En esta tradición hay nueve formas de obtener punya, o mérito. Ellas incluyen dar alimento a los necesitados, agua a los sedientos, ropa a los pobres, refugio a los monjes, etc. Por otro lado, infligir sufrimiento es considerado un grave pecado.

La virtud en el Jainismo consiste en las cinco conductas de aquel que tiene conocimiento y fe: (1) inocencia, o ahimsa, que se refiere no solo a la abstención negativa sino a la generosidad positiva hacia toda creación; (2) caridad y veracidad; (3) conducta honorable como no robar; (4) castidad en pensamiento, palabra y acto; (5) renuncia a los intereses mundanos. A través de cada uno de estos cinco puntos de conducta corre el hilo de oro de la compasión. Sentir y pensar generosamente hacia otros de forma sostenida, basada en una vida asentada en ahimsa, es extremadamente raro.

H.P. Blavatsky

El último regalo literario de HPB al mundo antes de su fallecimiento fue La Voz del Silencio. Es un conmovedor recordatorio en forma poética del ideal del Boddhisattva, que incluye las cualidades gemelas de Sabiduría y Compasión. Cada una es necesaria para que la otra florezca completamente. Recuerden que Shantideva habló de aspiración a despertar la mente, comparado con aventurarse realmente a despertarla. Hay un contraste similar en La Voz del Silencio, que dice:

Haz que tu alma preste oído a todo grito de dolor, de igual modo que descubre su corazón el loto para absorber los rayos del sol matutino.
No permitas que el sol ardiente seque una sola lágrima de dolor antes que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre. (I: 59-60)

Existe escuchar y existe hacer. Si verdaderamente escuchamos el dolor del mundo, entonces el resultado natural será la acción compasiva.

J. Krishnamurti

El filósofo J. Krishnamurti mencionó que hasta que cada uno de nosotros tenga un profundo sentido de compasión, nos volveremos “más y más brutales, inhumanos hacia los demás”. Tendremos “mentes mecánicas similares a las computadoras … y nos perderemos la extraordinaria profundidad y belleza, todo el significado de la vida.” Esto tiene similitudes con la distinción hecha por Charles Birch, mencionada anteriormente, que contrasta con conexiones que son externas y mecánicas (como las conexiones de los vagones de un tren), con conexiones internas o compasivas.

Conclusión

Comenzamos con dos preguntas: (1) ¿Qué es nuestra naturaleza radical (o esencial) como seres humanos? Algunos la describen como Atman, otros pueden pensar que es Compasión fundida con Sabiduría. Faltan las palabras para describir aquello que es esencialmente una  experiencia profunda y  honda.

(2) ¿Hay un sentido en el cual la conciencia humana, en su sentido cotidiano, requiera verdaderamente cirugía radical? El mundo de los humanos está teñido con demasiada frecuencia de mediocridad. Si, se requiere cirugía radical. Pero hay una trampa: nosotros debemos realizar la operación.

Lo que ha sido mencionado aquí no es nuevo, es simplemente una visión ligeramente renovada de la condición humana a través de diferentes lentes.

Krishnamurti describió la compasión como una acción del presente, es “el verbo y no es ni la palabra, ni el nombre, ni el sustantivo”. Es una diferencia importante. Un sustantivo es simplemente un nombre. La Compasión puede ser tratada como un sustantivo pero, para ser completa, debe ser una acción en este momento. Es un estado de conciencia que, de acuerdo a Krishnaji, solo se produce “cuando el pensamiento desaparece de raíz”. Si esto es cierto, entonces el pensamiento no produce compasión, sino que el estado compasivo despierta debido a un elevado estado de conciencia.

Está claro que necesitamos “lograr” la compasión, más que solo hablar de ella, en otras palabras, actuar de acuerdo a nuestra naturaleza más profunda. Este sentimiento general se ha presentado de maneras ligeramente distintas a través de la historia de la tradición de la Sabiduría Antigua y sus varias expresiones. La necesidad de vivir la compasión, de lograr la compasión y, no solo hablar de ella es urgente. Utilizando la palabra como un verbo, debemos aprender a “compasionarnos”.

Cuando a la mediocridad se la ve como lo que es, hay una nueva posibilidad de refinamiento y excelencia en el arte de ser un humano. Este es un arte que necesita ser practicado constantemente. Tiene el potencial de elevar la calidad de vida a todo nuestro alrededor y transformar nuestras relaciones, de ser útiles a ser relaciones que están iluminadas por respuestas verdaderamente compasivas en todos los ámbitos de la vida, la familia, el lugar de trabajo, la comunidad, la nación, el medio ambiente, etc. ¿No es esto algo excelente a buscar, en lugar de ser lanzado a la deriva como una balsa en el océano? Si. De hecho ¿no es esto la responsabilidad colectiva inherente de la humanidad, nuestro dharma colectivo?

Como mencionó Charles Birch, “responder al Espíritu del universo, el cual es Dios, es dejar la seguridad de las acciones habituales, acostumbradas y socialmente aprobadas y vivir en términos de un futuro radicalmente nuevo y abierto.” (p. 234). Los humanos necesitamos ser radicalizados en el más alto sentido del término, no en el sentido corriente de hoy. Un radicalismo de este tipo implica vivir y respirar Unidad ¿Estamos listos para el desafío?

Referencias:

Australian Concise Oxford Dictionary, Oxford University Press, Melbourne, 2004.
Batchelor, Stephen, A Guide to the Bodhisattva’s Way of Life, Library of Tibetan Works and
Archives, Dharamsala, 1992.
Birch, Charles, Regaining Compassion for Humanity and Nature, New South Wales University
Press, 1993.
Blavatsky, H. P. (trans. and annot.), The Voice of the Silence, Adyar Centenary Edition, The
Theosophical Publishing House, Madras, 1968.
Hoskins, Ianthe (arr.), Foundations of Esoteric Philosophy, The Theosophical Publishing House,
London, 1990.
Murphet, Howard, When Daylight Comes, The Theosophical Publishing House, Wheaton, 1975.
Radhakrishnan, S., Indian Philosophy, vol. 1, Oxford University Press, New Delhi, 1994.
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translated by Ven. Soma Thera.
, accessed 7 December 2015.
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lunes, 17 de octubre de 2016

TEOSOFIA COMO UN PODER VIVIENTE

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Boris de Zirkoff

Debería recordarse constantemente cuando debatimos ideas y sucesos relacionados al Movimiento Teosófico, que la Teosofía es fundamental y esencialmente, una forma de vida. No es solamente un sistema de enseñanzas técnicas o un conjunto de doctrinas dedicadas a la gratificación de mentes insaciables que se deleitan en llenar las cámaras espiritualmente estériles de su intelecto con términos altisonantes.

 Nunca puede estar demás repetir que la Teosofía es por sobre todo una doctrina ética, un patrón de comportamiento ético, y una manera de conducta ética. Estas éticas están basadas en enseñanzas sublimes incluyendo los hechos de la estructura y funcionamiento de la Naturaleza. Pero solo estas enseñanzas, no relacionadas con la forma de vida, y consideradas como un mero sistema intelectual de pensamiento, no son solamente estériles, sino positivamente maliciosas y productoras de un sutil estigma de egoísmo y estancamiento moral.

En eso se halla el peligro de un enfoque intelectual a las enseñanzas de la Sabiduría Antigua. Este peligro puede evitarse solamente por medio de un sincero y constante esfuerzo por parte del estudiante por poner en práctica las reglas que ha aprendido intelectualmente y para aplicar en la vida diaria esos pensamientos básicos que ha entendido que son los cimientos de la vida espiritual.
De esta manera evitará el peligro de separar su mente y corazón de la mente y corazón colectivos de la humanidad, o de la comunidad de la que es una parte integral. Hay estudiantes que han alcanzado una muy profunda comprensión del aspecto puramente intelectual de las enseñanzas teosóficas, pero que permanecen, sin embargo, como miembros éticamente estériles de su comunidad.  Ellos se mantienen apartados en su actitud hacia la vida, y no guardan una relación vital con los dolores y problemas humanos que los rodean. Ellos viven en torres de marfil creadas por ellos mismos, indiferentes de lo que está sucediendo a su alrededor, generalmente inadvertidos por los demás, y es probable, que mayormente inalterados.

Hay otros que pueden o no, haber alcanzado un completo dominio de los intrincados detalles intelectuales de la Sabiduría Antigua, pero cuyas mentes y corazones están armonizados con el extendido sufrimiento de hombres y mujeres, en su ciega búsqueda por la liberación. Ellos mantienen su contacto con la humanidad, comparten el dolor y alegría colectivas que son parte de la red de la vida y llevan consigo su creciente comprensión de las verdades de la Naturaleza en medio de los apiñados millones, donde la necesidad de Luz es la más grande.

Es esencial para el estudiante de la sabiduría antigua mantener todo el tiempo su lazo con la humanidad, vivo y fuerte. Es su único medio de comprender finalmente la causa de la miseria y dolor humanos, como también del placer y alegría humanas – y esto no es absorberse en ellos, sino armonizar su corazón y mente con su velocidad vibratoria y reunir intuitiva, intelectual y psíquicamente, un conocimiento de los estados de consciencia que ofrecen estas diversas condiciones para el crecimiento del alma.
Es de gran importancia que el estudiante de Teosofía llegue a ser una parte constructiva de la comunidad en la cual vive, un centro de luz y conocimiento, emanando la calidez del alma y la fuerza del carácter, para que los otros observen y compartan. El debería ser – de una manera moderada – una fuente de información considerando las leyes de la vida y de un nuevo valor y esperanza para esos que están en problemas; y debería a su debido tiempo llegar a ser reconocido como un manantial de ideas y planes que, si se escuchan y realizan, mejorarían el clima ético de la comunidad y elevarían su nivel moral e intelectual sobre el promedio. Tales cosas han tenido lugar más de una vez, y pueden repetirse en miles de otros ejemplos, si sólo la mayoría de los estudiantes ‘descendieran’ de su elevada torre de mero pensamiento intelectual, y forjaran los vínculos necesarios de la compasión e interés humanos que son tan esenciales para este propósito.

Algunas personas suponen, que nuestros esfuerzos individuales pueden ser  en el mejor de los casos, muy pequeños y su influencia insignificante. Este es el tipo de pensamiento superficial que no tiene en consideración algunos de los principales factores contenidos en esta ecuación. Debería recordarse claramente, que el pensamiento espiritual es mucho más poderoso que la mera mención y la última es más poderosa que la sola ilusión. El alcance del pensamiento espiritual creativo aún no ha sido determinado, y la manera en que produce sus efectos es mayormente desconocida, excepto para los ocultistas instruidos y avanzados que tratan con estos asuntos experimentalmente.
Cada pensamiento dirigido hacia la verdadera espiritualidad – que es invariablemente uno con el desapego, impersonalidad y simpatía por los demás – tiene un alcance, potencia, impulso e intensidad enormes, comparado con el mero pensamiento intelectual o quizás el mero ‘deseo’ mental y emocional. Cae como un rayo sobre las mentes y corazones responsivos y contiene dentro de sí mismo poderes alquímicos de perpetuación de sí mismo y de recreación desconocidos en algunos de los planos inferiores de la acción humana. Está también asociado con el resto de las entidades espirituales que trabajan continuamente en el mundo.

El resultado es que un definido esfuerzo espiritual por parte de un estudiante, en una dirección dada, puede muy bien dar origen a una reacción en cadena de efectos, la extensión de la cual parecería ser totalmente inexplicable sobre bases puramente mecánicas. El pensamiento espiritual tiene sus propias repercusiones en otros planos. Las leyes de la ‘resonancia del pensamiento’ y de ‘pensamientos armónicos y matices’ son prácticamente desconocidas para la ciencia moderna, y constituyen un tipo superior de ciencia que es conocida en su plenitud, pero por altos iniciados, aunque cada uno de nosotros puede aprender al menos su ABC.

La realización de las verdaderas reformas sociales dirigidas al mejoramiento de las condiciones bajo las cuales la mayoría de la humanidad vive en el presente, no es un asunto de dinero, poder político, fama personal, o influencia mundana. Es fundamentalmente un asunto de pensamiento espiritual creativo, en su mayoría, por parte de unos pocos. Un pensamiento nace en el tiempo correcto cíclicamente, y dirigido al primer canal abierto que puede presentarse, puede impregnar a un gran número de mentes y corazones humanos, cada uno de los que llegan a ser un centro de fuerza espiritual saliente dirigido hacia el mismo objetivo. El resultado acumulativo de esta reacción en cadena ha producido a veces algunos resultados muy sorprendentes, responsables de algunos de los más importantes sucesos en la reforma social y el desarrollo del pensamiento científico moderno. Entre estos resultados podrían mencionarse tales movimientos y sucesos ampliamente separados como el Renacimiento Literario Céltico, la Independencia Nacional de India, la Abolición de la Esclavitud en los EEUU, el descubrimiento del electrón, el uso terapéutico de la música, la abolición de una cantidad de acuerdos restrictivos basados en la discriminación racial y una cantidad de otros cambios notables que han tenido lugar en tiempos recientes en la etapa de la historia humana, tanto en el Oriente como en el Occidente.

Para que no se malentienda, debería declararse aquí inequívocamente que el Movimiento Teosófico es estricta y tradicionalmente no político y no sectario, sin poner atención y sin comprometerse en las controversias políticas del presente, las que están aquí hoy día y se van mañana, para ser probablemente reemplazadas por otras controversias y argumentos. Pero mientras es no político como un Movimiento, no solamente reconoce el derecho de cada estudiante de Teosofía a tomar parte, si gusta, en todo lo que pueda ser constructivo y útil en la estructura política de su respectiva tierra, sino que en realidad lo estimula a compartir, como un individuo, como un ciudadano o sujeto y como un profesado humanitario, en el proceso de reformas sociales justas, iluminadas y progresistas, cuya aspiración es, como expresado por uno de los Maestros, ‘el mejoramiento de la condición de los pobres’. Y no solamente es estimulado a participar en este proceso, sino que se espera que tome la iniciativa individual para originar nuevos movimientos y se mueva inspirado en la erradicación de la corrupción y el mal, en la estructura social del presente, por medio de medidas sociales y reformas humanitarias, libres de los partidos políticos y dedicadas al bienestar de toda la humanidad, sin consideración de raza, credo, color afiliaciones políticas o conocimientos religiosos.

La universalidad es la nota clave de un verdadero teósofo. Dondequiera que el sectarismo e intolerancia muestren sus repugnantes rostros, la Teosofía puede existir solamente en el nombre. Cuando se manifiesta en la universalidad de opiniones y la más elevada incorporación de la Ética, se convierte en un poder viviente en los corazones de los hombres.


 A comienzos de 1981, se publicó el duodécimo volumen de la serie de los Collected Writings y los siguientes dos volúmenes estaban en la imprenta. Radha Burnier, Presidenta de la Sociedad Teosófica con base en Adyar escribió al ‘Querido Hermano Boris’ el 23 de febrero:
‘Los miembros del Consejo General y yo, lo consideramos unánimemente a usted como la persona más idónea para recibir la Medalla Subba Row ahora. El trabajo que usted ha hecho al preparar los Collected Writings de nuestra gran Fundadora, H.P.Blavatsky, es monumental. Toda indicación del aprecio sentido respecto a la labor de su vida, parece ser inadecuada. Sin embargo, en agradecido reconocimiento de sus incansables esfuerzos durante algunas décadas, por poner a disposición del mundo la riqueza del conocimiento contenido en los escritos de HPB, tengo el honor de solicitar a la Srta. Joy Mills que le presente a usted, a nombre de la Sociedad la medalla Subba Row’.
Radha Burnier apreció realmente la extensión y profundidad de la erudición que dedicó al proyecto de los Collected Writings, puesto que durante los 1950 ella había respondido con paciencia y precisión a los cientos de preguntas que el Sr. De Zirkoff envió a la Biblioteca de Adyar y Centro de Investigación respecto a términos en sánscrito y tamil. Muchos otros amigos y colaboradores escribieron acerca de Boris de Zirkoff cuando, después de una larga enfermedad, murió el 4 de marzo de 1981. Una edición final de Theosophia, la Edición de Tributo, estaba llena de cartas alabando la dedicación de su amigo, erudición y espíritu servicial, su ingenio, humor y estilo de vida sencillo, modesto. Joy Mills citó una carta que Boris le había escrito:
‘La única cosa por la que vivo y trabajo es por la perpetuación y difusión de la Teosofía legítima ya sea a través de las palabras de HPB o de esos que han permanecido fieles a su mensaje y a las instrucciones de Aquellos que se hallan detrás de ella’.